Matria. La Jornada de Oriente
Rafael de Jesús López ZamoraLas perspectivas laborales y el comportamiento del empleo para América Latina en el presente año no son muy halagüeñas y dependen de la evolución económicgeneral. Durante el año 2008 la dinámica de producto se tornó inestable en la región; el
nivel general de la inflación reaccionó en respuesta
al incremento en los precios del petróleo
y los alimentos, y en algunos países aumentaron
las tasas de interés; la afluencia de capital
bruto hacia la región se comprimió 45 por ciento
entre enero y septiembre; el deterioro en la
demanda externa y los mercados financieros
internacionales, combinado con la posterior
caída de los precios de los productos básicos,
provocó una disminución del crecimiento del
PIB a 4.4 por ciento durante el año, con respecto
al 5.7 por ciento registrado en 2007. En algunos
países la tasa de ocupación y el empleo asalariado
formal mostraron ya en el tercer trimestre
de 2008 los efectos de la reducción del crecimiento,
y se mantienen en 2009.
Según las tendencias al cierre del año anterior,
para el presente año 2009, con un crecimiento
económico del 1.9 por ciento se esperaba
que la tasa de ocupación disminuyera 0.2 puntos
y se alcanzara una tasa regional de desempleo
media de entre un 7.8 por ciento y un 8.1
por ciento, acompañada con un aumento de la
informalidad laboral, una mayor participación
laboral a la cual contribuiría la disminución de
la emigración y la pérdida de empleo de los
miembros de hogares de menores ingresos, con
lo que el número de desocupados aumentaría
por primera vez desde 2003 (CEPAL, 2008). Pero
de acuerdo con datos más actuales del Fondo
Monetario Internacional (FMI) (febrero 2009),
en el presente año para América Latina se espera
un crecimiento del PIB de sólo el 1 por ciento,
luego entonces las perspectivas de empleo
son aún menores y el crecimiento del desempleo
es difícil de dimensionar.
Aquéllos son los indicadores a través de los cuales
se está manifestando la crisis, el propósito del
análisis no es el “catastrofismo” como pueden afirmar
algunos, el propósito es ilustrar el funcionamiento
del modelo de acumulación capitalista
actual (es lo único que nos permite llegar a la verdadera
causa de la crisis y del comportamiento de
aquellos indicadores), para denunciarlo y de alguna
manera intentar moderar su verdadera naturaleza.
El proceso de concentración y centralización de
capital, de las empresas, de la fuerza de trabajo,
recursos naturales, financieros, y de activos empresariales,
en los países imperialistas, es el responsable
de la reestructuración de la economía mundial
en las últimas décadas y particularmente responsable
de la refuncionalización de la ley del valor y,
con ella, de los mercados de trabajo en esta nueva
fase de la economía mundializada.
Análisis del modelo
Las políticas de ajuste del neoliberalismo establecidas
a lo largo de las tres últimas décadas
(apertura externa, privatización, competitividad,
flexibilidad, reforma laboral, etcétera), ensancharon
las fronteras de la ley del valor para homogeneizar
las formas de organización y las condiciones
de explotación de la fuerza de trabajo. El “modelo”
de relaciones laborales e industriales introducido
por las transnacionales con el apoyo del Estado ha
descansado en la intensificación del trabajo, el aumento
progresivo de la jornada laboral, la disminución
de los salarios reales, un intenso proceso de
precarización de la fuerza de trabajo y el empleo,
las modificaciones en los procesos de producción y
las reformas laborales que son la base material del
declive de las organizaciones sindicales, lo que
implica sobre todo pérdida de derechos para los
trabajadores, aumento del desempleo y el subempleo
en todas sus formas, con el consecuente aumento
de la pobreza1.
Las principales tendencias del mercado de trabajo
y sus componentes observadas en América
Latina en las últimas décadas están inmersas en el
actual modelo de acumulación capitalista vigente,
mismo que tiende a acortar los ciclos de rotación
del capital fijo, elevar la productividad del trabajo
y extraer ganancias extraordinarias mediante la
revolución constante de los precios y la apertura de
nuevos y variados mercados para la realización de
la producción. Al aplicar las nuevas tecnologías en
el proceso productivo se acorta el tiempo de trabajo
socialmente necesario para la reproducción
de las mercancías en general y de la fuerza de trabajo
en particular; esto es, se eleva la productividad
del trabajo, el aumento de ésta provoca reemplazo
de trabajadores. La competencia se estrecha e
intensifica a escala mundial, así como el extendido
fenómeno de subcontratación, los servicios y los
procesos de investigación, ciencia y desarrollo encaminados
a la producción de nuevas mercancías y
tecnologías, monopolizadas por las grandes corporaciones
multinacionales. De éstas, más de 50
por ciento son norteamericanas, y son las que en
realidad, mediante un marco adecuado de flexibilización
de los mercados de trabajo, se apropian la
masa de plusvalía que producen en el mundo
millones de trabajadores.
AL: las etapas de
acumulación y las teorías
En América Latina el capital ha aumentado y
ensanchado su radio de acción y se centraliza en
unos cuantos monopolios; ha aumentado la composición
técnica del capital a costa de reducir las
necesidades de inversión en capital variable2 y ha
prostituido los mercados financieros internacionales,
lo que ha generado una caída en la demanda de
trabajo con el consecuente aumento del desempleo.
Actualmente la crisis, la reestructuración y las
tendencias depresivas en curso están golpeando
inmisericordemente a los mercados de trabajo y extienden
como nunca el desempleo, la miseria y la
pobreza extrema. Los mercados de trabajo experimentan
una profunda crisis que no ha podido ser superada
con los paradigmas que surgieron de la crisis
para reestructurar el fordismo3 y el taylorismo4.
Así, durante las últimas décadas observamos que
los puntos de inflexión mas importantes de las crisis
que tienen sus efectos directos sobre la producción
y por ende sobre los niveles de empleo, coinciden
con el agotamiento del modelo de acumulación en
una determinada fase del capitalismo y por ende
de sus planteamientos teóricos representativos encarnados
en una corriente de pensamiento económico,
para arribar en consecuencia a otra fase o
etapa de acumulación que necesariamente se advierte
acompañada de su correspondiente corriente
de pensamiento y teoría representativa. Así, América
Latina ha transitado fundamentalmente (aunque
no es un proceso lineal y homogéneo, en él
subyacen muchas corrientes de pensamiento dentro
del paradigma principal), de una etapa de liberalismo
económico (clásicos) —en América Latina,
esta concepción, con sus particularidades históricas,
podemos decir que llega a su fin y declive
entre 1914 y los años cincuenta del siglo pasado,
después de la crisis del 29— a una etapa de intervencionismo
estatal (keynesianismo) —entre la
década de los años cincuenta y ochenta— y posteriormente
a una etapa de predominio del pensamiento
llamado neoliberal (neoclásicos) —mediados
de los ochenta a la actualidad— y por supuesto
cada una de ellas ha enfrentado en su momento las
tensiones que implica la crisis del sistema capitalista.
Ante la coyuntura actual, las diferentes posiciones
teóricas (ideologizadas) no se han hecho
esperar, unos para defender el status quo, otros
para recrear los modelos keynesianos y los que
insisten en un verdadero cambio de paradigma.
Los primeros, obviamente representados por las
corrientes neoclásicas5, y la nueva macroeconomía
clásica, apologistas del neoliberalismo económico,
que insisten en continuar aplicando las recetas que
recién demostraron su ineficacia; los segundos, herederos
de Keynes que invocan la intervención del
Estado, que resurgen como los salvadores del sistema
y de inmediato se aprestaron a los rescates
millonarios so pretexto de rescatar los millones de
empleos perdidos (las tensiones que enfrentan a
los primeros con los segundos se pueden ejemplificar
en lo que ha pasado en los últimos días en el
Congreso de los EU); y, los que reivindican a la
corriente marxista del pensamiento económico, los
que representan a las corrientes contestatarias, los
que han permanecido expectantes (que no inmóviles),
los que a pesar de todos los intentos anteriores,
no pierden las esperanzas de un cambio
radical y del fin del capitalismo como sistema
imperante, o al menos ganarle terreno al sistema
mismo y a las otras concepciones y en el caso del
mercado de trabajo luchar y fijar una posición teórica
que permita la obtención de mejores condiciones
laborales, bienestar y más espacios para la
población trabajadora. Para estos últimos las tensiones
derivan de la resistencia que opongan los
primeros para ceder espacios ante el peligro que
ello representa para sus intereses.
* Maestro en Economía por la BUAP, con especialidad
en Economía Urbana y Regional. Grupo
Interuniversitario de Montreal, GIM-BUAP.
Notas
1 La nueva macroeconomía clásica surge en la década
de los ochenta y sus planteamientos vinculados al mercado
de trabajo se centraron principalmente en el estudio del
desempleo a través de teorías como: la de insiders-outsiders,
salarios de eficiencia, sindicatos monopolizadores
de la oferta laboral y la de los contratos implícitos (Pérez,
2007).
2 Aunque con ello esté en juego permanentemente su
supervivencia ya que, víctima de sus propias contradicciones
se tiene que enfrentar a las recurrentes crisis y a la
inminente caída tendencial de la tasa de ganancia general.
3 Forma de producir en cadena iniciado por Henry Ford.
4 Corresponde a la división de las distintas tareas del
proceso de producción.
5 El liberalismo económico tiene su fundamento teórico
en la llamada escuela clásica representada por A.
Smith, Malthus, Ricardo y Mill, y la escuela neoclásica
parte de tres supuestos básicos: la oferta de trabajo se
relaciona positivamente con el salario real, la demanda
de trabajo se determina en competencia perfecta y guarda
una relación negativa con el salario real y los salarios y
los precios son perfectamente flexibles y sus variaciones
permiten eliminar el exceso de demanda en el mercado
(López, 2004).
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