jueves, 14 de octubre de 2010

90% de los contratos colectivos de trabajo es de protección patronal, denuncian

La Jornada de Oriente - Puebla - Economía
TANIA DAMIÁN JIMÉNEZ
En el estado y el país, 90 por ciento de los contratos colectivos de trabajo es de protección patronal, los cuales no sólo perjudican los derechos de los trabajadores, sino también, aunque parecería lo contrario, frenan la productividad laboral debido a la falta de negociaciones reales entre empleados y empleadores.
De acuerdo con el movimiento denominado Campaña Internacional contra los Contratos Colectivos de Protección Patronal (CICCPP), de 14.6 millones de trabajadores que cotizan en el IMSS, sólo 1.5 millones pertenecen a sindicatos democráticos; el resto, es decir, más de 13 millones de asalariados forman parte de organizaciones autoritarias, como la CTM, FROC y CROC, o no pertenecen a ninguna agrupación sindical.
En Puebla las cifras son únicamente unos 45 mil trabajadores pertenecen a agrupaciones que permiten su participación y casi 400 mil tienen que avalar las negociaciones entre sindicatos y patrones sin ser tomados en cuenta o ni siquiera cuentan con sindicato. En el último caso, los salarios y prestaciones otorgados están debajo de lo que marca la ley.
El coordinador de esta campaña internacional, Gabino Jiménez Velasco, ofreció ayer una rueda de prensa, junto con la organización Centro de Atención al Trabajador (CAT), para anunciar que se realizará el seminario “Los contratos colectivos de protección patronal: el desafío de generar productividad y trabajo digno” el próximo 19 de octubre en la sede del Sindicato de Telefonistas, con el fin de analizar este tema.
Jiménez indicó que los contratos colectivos de protección patronal son un modelo de simulación laboral que únicamente benefician a los líderes sindicales y a los patrones, pues su objetivo es mantener bajos salarios y prestaciones, así como evitar inconformidades por las malas condiciones de trabajo.
Por mantener estos contratos, los líderes sindicales –agregó– reciben pagos millonarios de los empresarios y en caso de algún descontento se encargan de despedir a los trabajadores involucrados. El activista explicó que los asalariados que laboran bajo dicho esquema ni siquiera saben que están afiliados a algún sindicato, lo cual es permitido por los gobiernos federal y estatal, pues la Junta de Conciliación y Arbitraje se conforma con que los líderes sindicales avalen las acciones de las compañías, sin verificar si los mismos cuentan con legitimidad, debido a fines políticos, ya que contribuye al corporativismo.
Gabino Jiménez señaló que esta situación también afecta a las empresas, pues el conflicto provoca que los trabajadores no contribuyan aumentar la competitividad, la cual no tiene que ver con otorgar bajos salarios y prestaciones, sino al contrario. Por ello es urgente permitir que los trabajadores se organicen fuera de la tutela de los empresarios, pues el diálogo bilateral logrará el beneficio de ambos actores.
Añadió que los contratos colectivos de protección patronal son tan rentables que hasta hay despachos que se dedican a venderlos. En tanto, las juntas de arbitraje local y federal se niegan a transparentar el número de contratos colectivos de trabajo y el nombre de los líderes sindicales.

miércoles, 13 de octubre de 2010

BENITA GALEANA, UNA COMUNISTA HONESTA. Jorge BASURTO

BENITA GALEANA, UNA COMUNISTA HONESTA
Jorge BASURTO
Presentación
El estudio del movimiento obrero en cualquier país revela de inmediato las disparidades en cuanto a la forma como los trabajadores pretenden conseguir el triunfo en sus luchas reivindicativas; esto deriva, obviamente, de las diferentes concepciones que se presentan en el seno de las organizaciones laborales y de las circunstancias que en un momento dado priven en determinado país. La unanimidad de opiniones no es, a final de cuentas, sino producto de la falta de libertades y de la represión gubernamental que suprime a los movimientos opositores; tal es el caso de los regímenes fascistas que se han sucedido en el mundo a partir de la década de los veintes, llegados al poder mediante golpes de fuerza, si bien a menudo con el apoyo de un cierto sector del pueblo, principalmente las clases medias despolitizadas, carentes de un proyecto y una visión a mediano o largo plazo.
En el caso de México podemos distinguir por lo menos tres corrientes dentro del movimiento obrero, a saber, la anarquista, representada principalmente por la Casa del Obrero Mundial y la Confederación General de Trabajadores; la oficialista, que sigue los planteamientos sustentados por los diversos gobiernos revolucionarios y cuyos representantes han sido la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) y la Confederación de Trabajadores de México (CTM) y, finalmente, la comunista, que se ha expresado fundamentalmente a través del propio Partido Comunista, a falta de una organización obrera de larga vida: la Federación Comunista del Proletariado Nacional no llega a consolidarse y la Confederación Sindical Unitaria de México trabaja en condiciones difíciles. Las tres tendencias -dejamos de lado las organizaciones católicas por su postura conformista-, constituyen un momento importante en la historia de las luchas sociales en México y cada una a su manera ha llevado a cabo acciones que no nos es permitido ignorar si tratamos de dar una idea global, aunque no imparcial, del movimiento obrero en nuestro país.
Tratándose en este libro de la vida de una militante comunista, Benita Galeana, debemos traer a la memoria la participación que esa organización tuvo en una época tan difícil en la historia de México como es la época de Calles, con una CROM predominante, o el sexenio cardenista: la fundación del Comité Nacional de Defensa Proletaria a instancias del PC conjuntamente con el Sindicato Mexicano de Electricistas y la Confederación General de Obreros y Campesinos de México (CGOCM) lombardista; el CNDP había sido formado como una respuesta a las amenazas callistas contra el gobierno de Lázaro Cárdenas y fue una organización en la cual se logró una participación casi total de las agrupaciones laborales existentes; su colaboración en la fundación de la CTM, haciendo caso omiso de las tendencias que se oponían a ello; su participación, al lado de las fuerzas cardenistas en los trabajos para la constitución de un Frente Popular y, finalmente, sus esfuerzos por conservar la unidad del movimiento obrero tal como había sido obtenida en el congreso de febrero de 1936, esfuerzos que lo llevaron a adoptar el lema: "Unidad a toda costa". La actuación posterior del PC es diferente porque dentro de sus filas se producen desviaciones y rupturas, desembocando en políticas sectarias o cometiendo errores de dirección que lo debilitan.
Benita Galeana Lacunza nació el 10 de septiembre de 1904 en San Jerónimo de Juárez, estado de Guerrero; estaría cumpliendo, pues, 100 años de vida, aun cuando ella misma fijaba su fecha de nacimiento en 1907, dato que también recoge Humberto Musacchio[1] y ella ratifica en el curso de la entrevista.
De origen campesino, queda huérfana de madre desde muy niña; abandonó la casa paterna por causas que ella explica en el curso de la entrevista sin entrar en detalles, pero que no concuerdan totalmente con lo que biógrafos posteriores puntualizan en el sentido de que se trató de acosos sexuales por parte de su cuñado. Después de una estancia feliz en Acapulco, emigró a la ciudad de México cuando apenas llegaba a la adolescencia. En la capital de la República ejerció varios oficios, de sirvienta a trabajadora de un centro nocturno, en el que sin embargo evita salir con hombres.[2] Sin preparación alguna, sólo movida por el entusiasmo juvenil y motivada por un incidente policiaco, entra a militar en las filas del Partido Comunista, que fue sostén y testigo de sus proezas; actuando más por intuición que por conocimientos adopta los puntos de vista de su partido y lucha para imponerlos; se declara partidaria de las mejores causas populares y no para mientes en combatir, desde las trincheras del movimiento comunista, por hacerlas triunfar. Su actividad al lado de mujeres intelectuales, artistas y activistas a favor del voto femenino la sitúan como pionera en esta lucha en el marco del Frente Único Pro Derechos de la Mujer, fundado en 1935. Dotada de aptitudes oratorias y un gran carisma, tomó parte en desfiles, mítines y huelgas promovidas o apoyadas por su partido que ocasionaban con toda frecuencia la intervención policíaca; se dice que ingresó unas 58 veces a la cárcel. Intervino, asimismo, en el impulso a la organización y fundación de sindicatos.
Su narración constituye un aporte para el mejor conocimiento de las vicisitudes de las luchas obreras en México, para conocer nuestra historia, así como la del Partido Comunista desde un ángulo diferente. Las opiniones de Benita Galeana suelen ser altamente desfavorables a los gobiernos revolucionarios de la época en la que tuvo mayor actividad, el de Calles en primer término cuando el partido se hallaba proscrito, de la misma manera que las de los militantes de la Casa del Obrero Mundial que hemos entrevistado[3] lo son para Madero y Carranza, o las de los cromistas para el general Cárdenas,[4] con quien ella coincide en puntos determinantes.
Es conveniente advertir que nosotros hemos respetado absolutamente los términos de la entrevista; en este caso particular, hemos seguido la recomendación que Benita nos hizo en el sentido de no modificar sus expresiones, de transcribir textualmente sus palabras, lo cual imprime a su testimonio un sello de autenticidad. Por ello es que en ocasiones –sólo algunas- se encuentran frases poco adecuadas al sentido general de la exposición; téngase en cuenta que a lo largo de una conversación -más que entrevistar a Benita Galeana, conversamos con ella-, la lógica o la coherencia a veces se ausentan sin que los participantes se percaten: es sólo al leerse la trascripción que se repara en ello.
El encuentro se realizó en el marco del programa de historia oral del Centro de Estudios Históricos del Movimiento Obrero el 12 de mayo de 1976 en la casa de Benita Galeana; la publicación del trabajo se suspendió debido a que el gobierno de José López Portillo hizo desaparecer a esa institución en el curso de una de las crisis recurrentes que ha sufrido nuestro país. Hoy se sale a la luz el texto como un homenaje a su memoria.
Benita Galeana falleció el 17 de abril de 1995.
ENTREVISTA A BENITA GALEANA.
Primeros Recuerdos
JB.- Doña Benita ¿Podría decirme cuándo nació, dónde nació?
BG.- La fecha de mi nacimiento... Bueno, nací en San Jerónimo, Guerrero en 1907.
JB.- ¿Cómo era su vida en su pueblo?
BG.- Es decir, nosotros los Galeana éramos muy ricos pero hubo un momento en que no sé qué pasó y quedamos sin nada.
JB.- ¿Cuándo fue eso?
BG.- Pues yo supongo que cuando yo tendría unos tres años ya mi padre estaba pobre, porque son los que recuerdo.
JB.- ¿Fue por allá a principios de siglo?
BG.- Sí, por el 8 ó 9 ó 10, por ay así...
JB.- ¿Y qué era lo que tenían sus padres?
BG.- Bueno, pues yo supongo que eran herencias que ya habían ellos adquirido; además eran los dueños de todo el pueblo.
JB.- Tierras era lo que tenían.
BG.- Sí, tierras; eran ellos los dueños del pueblo, que era chico. No se pagaba por ellas; decía cualquier gente:
- Yo me quiero poner en cualquier lado.
- Pues ábranse paso adonde quieran.
No había la cosa de que cobro, ni nada. Yo nunca oí que cobraran porque una gente hiciera su casita. Y como era muy chico.... han de haber sido unas 500 gentes en esa época. Unas mil pues, para no errarle.
JB.- ¿Y por qué cree que su papá perdió todo?
BG.- Porque él no era ambicioso, y le decían otras gentes:
- Fíjate que por ahí va Fulano con su ganado.
- Hombre, que lo agarre.
- Pero, hombre se lleva las vaquillas.
- Deja hombre, yo no voy a ir a pelear. ¿Y quién es?
- Pues es Fulano.
- Bueno, pues que se las lleve.
Es lo que yo oía, así que se llevaban el ganado, y él no se preocupaba por nada. Esa cosa, ¿verdad? El no era metalizado. Creyó que nunca se le acabarían. Oía yo esas cosas así y ya más grandecita pues ya vi que mi padre no tenía nada, y nada, no había nada en la casa. Entonces...
JB.-Tuvo qué trabajar...
BG.- No, él no sabía trabajar. Todo se lo hacían los peones y él se la pasaba sentado en una piedra grandota que teníamos allí en la casa, -una piedra que quién sabe cómo llegó-, y allí se sentaba él, seguramente a pensar algo, o no sé. Y ya nomás pues ahí la familia le dábamos de comer. El no sabía trabajar; no sabía ni agarrar una hacha. Él era del campo. Por ejemplo, dirigir los quesos, porque esa era su ilusión; ver las canoas de leche que sacaba y las cortaba para los quesos. El era su vida eso, el rancho, pero se lo hacían. El queso sí, él lo hacía. No quería que nadie se lo hiciera, ni que le tocaran las canoas. Todo muy limpio, pero él hacía todas esas cosas. Después ya vino la borrachera y ya nada. Ya todo se perdió. Entonces había que luchar; ya nos habíamos quedado con los hermanos chicos; como cinco ya, los otros ya estaban grandes, ya cada uno empezó a agarrar su vida. Y yo quedaba de niña más grandecita en la casa. Bueno, pues me cargué más responsabilidad muy niña…
JB- Y allá, ¿en qué trabajó?

BG- Bueno, pues el trabajo de mi niñez era muy duro, porque en aquella época, pues, había llegado la Revolución y entonces mi pueblo era un pueblo muy chico en donde de por sí había mucha hambre; me encargué de la casa, de vender, de todo; hacía la lucha pa' llevarle de comer a mis hermanos. Y tenía una responsabilidad, un sentido de llevar a mi casa; entonces a trabajar, desde a las tres, o a la hora que había qué entregar; por ejemplo el pan, cosas de esas, había que trabajarlo Benita.
JB.- ¿Pero usted tenía una tiendita o lo repartía...?
BG.- No, salía uno a venderlo en la cabeza ahí con esas cosas. Y el pan, pues había qué venderlo en la plaza, en las casas, según era la vida; sí, en la casa o en la plaza, donde fuera. Ora por ejemplo, panza raspada, iba y la vendía de casa en casa con aquellos solazos que hasta se veía que parpadeaba. Pero, bueno, se impone uno a todas esas cosas.
Y, bueno, ya viene la Revolución, y en la pobreza más dura el hambre, mucho más; yo me recuerdo que vienen los maderistas, que vienen los zapatistas, y entre los zapatistas tenía yo un hermano que se llamaba Rafael, y de seguro a él sí le gustaba la causa de los zapatistas, porque recuerdo que llegó con unos retratos grandes y le dijo mi hermana: "¿No sabes que te van a meter a la cárcel? A todos nos van a meter a la cárcel por traer los retratos". Eso, como yo me paraba a las tres de la mañana, oí que ellos discutieron a esa hora. Había que esconder los retratos y todo eso para que no se supiera de mi hermano... y se desaparecía. Él, pues andaba con los zapatistas. Luego regresaba otra vez con propaganda de Zapata y llegaba a la casa y mi hermana pues se la escondía, porque tenía ella que ir a la cárcel y nos quedábamos solos; y yo supongo que nomás ese hermano y yo nos interesó la cosa de la lucha, porque mis otros hermanos, no. Ellos en el campo; a ellos no les interesaba ni la tierra ni nada.
JB.- ¿Su hermano le contaba algo sobre Zapata?
BG.- A mi no. Yo oía sobre Zapata. Y yo recuerdo que eran unos óvalos,[5] así, porque yo los vi; pero no tenía el bigote tan grande Zapata, como ahora, que se lo ponen así. Y ha de haber sido muy jovencito seguramente, porque no tenía el bigote grandote. Allí fue cuando yo conocí a Zapata, pero pues así nada más, de momento.
JB.- Pero usted no llegó a verlo...
BG.- Personalmente, no
JB.- ¿Usted todavía estaba allá en San Jerónimo?
BG.- Cuando la revolución se fue otro hermano; ése sí se fue, pero no supe a qué partido; este, Luis, se fue a la Revolución, pero yo no recuerdo a qué partido se iría, porque además allí en el local teníamos a Silvestre Mariscal, al Ciruelo, Silvestre Ciruelo, Julián Radilla, que eran los valientes, que eran los que peleaban, eran surgidos de allí del pueblo y los conocíamos. Mariscal era de Atoyac, el Ciruelo del Arenal y Julián Blanco, me parece... para no errarle, no supe de dónde era, pero era de la región; y el otro Julián Radilla era de de allí de mi pueblo. Entonces el pueblo pues estaba a favor de todas estas gentes. Pero cuando entraba Zapata, pues había que recibir a Zapata; y que entraban los radillistas, recibir a Julián Radilla; que entraban los zapatistas, bueno, pues a esconderse todo mundo, ¡ya no hallaba uno para donde dar!
JB.- ¿Y estos cuatro a qué partido pertenecían, con quién estaban?
BG.- Pos eso es lo que yo no recuerdo. Los partidos aquellos con los que se enfrentaban, eso sí no se. Ora verá. Ciruelo, yo creo que Ciruelo andaba con Zapata, porque cuando entraban y gritaban, gritan así: "Ahí viene el Ciruelo. ¡Vivan los zapatistas!" Entonces supongo que sí era de Zapata, porque primero se anunciaba; y otras veces pues ya no lo oía yo, y a correr porque era de entrar a todas las casas. Aunque, pos ora verá, ¿quiénes podrían ser los contrarios?, ¿pues quiénes serían con los que pelearon? Nomás para no errarle pues no sabía; pero ya le digo, viene Zapata, viene hasta aquí.Los ricos pues tenían sus casas de adobe, porque no había ladrillo, y por ejemplo, a mi tía nunca la saqueaban. Era la rica, mi tía Antonia quedó todavía con dinero y a esa casa no la tocaban. Ahí los que alcanzaban a esconderse se escondían ahí, porque no pisaban la casa, y si no, a cerrar la puerta, y quedarse afuera quien se quedara; solamente que alcanzaran a correr y a defenderse, y se defendían. Otros pues tenían sus escondites, que hacían en huecos, y en fin. El que se salvó, se salvó.
JB.- ¿Y por qué no tocaban la casa de su tía?
BG.- Era muy querida, los Galeana ahí. Entonces a ella la querían mucho, los Galeana eran queridos, respetados en esa época, porque el pueblo no tenía que sentirse de la cacique, se puede decir; no era una cacique, era una gente... era médica, curaba. Entonces, pues era muy respetada, la quería el pueblo, todo el mundo la quería, y no la tocaban.
Hubo una anécdota, que quién sabe, esa yo no la vi. Ella traía siempre pistola, en ese tiempo de la Revolución, y hubo un grupo que les decían los "verdes". "Pues que no se toca la casa de la señora Galeana". No sé, ¿quién andaría con los "verdes"? Era Novoa, me parece. Entonces el general de los verdes dijo que él iba a entrar a esa casa. Eso yo lo oí después entre la gente que hablaba. Entonces le mandó un propio diciéndole que quería que le hiciera un banquete, un banquete para tantas gentes, quién sabe qué; y le mandó a decir mi tía sí, que sí lo recibía, pero les dijo que su gente no entrara, que entrará él solamente, le dijo: "Su gente no entra", y eso fue una plática y entró y -pues es muy prosaico-, encontró en la mesa puras bacinicas y sus dos pistolas; y doña Antonia hizo banquete, pero no hizo comida, nada más puso en la mesa puras bacinicas. Así es que yo lo oía, no se si sería cierto o mentira. Porque ella tenía la casa esa, enorme, grande, y pues a todos los tenía armados, a la gente que tenía adentro, pues ella sabría qué tanta gente traería ese Novoa, (me parece que era Novoa, que decían Novoa "viene con los verdes").Entonces entraron los verdes y ya mi tía dijo: "Su gente no entra", y ya tenía ella armada a toda la gente, pa' que hubiera el combate. Ya no sé en que quedaron. Yo sé que eso fue una anécdota que el pueblo la contaba, que doña Antonia, que mando a poner eso a los verdes. Era muy bonito, y más se admiró la gente, más la querían al ver esas cosas que ella tenía, que su casa no fuera atropellada nada más porque entraran a su casa, había qué respetarla.
JB.- ¿De dónde venían los verdes? ¿De qué partido eran? ¿Quiénes eran los verdes?
BG.- No sé, no supe. Probablemente serían, pues del gobierno, a la mejor, pues ha de haber tenido también organizaciones, que los verdes y todo eso. Hasta ahí hay las anécdotas de esos momentos ya de mi niñez.
Ora después, pues ya viene la Revolución, en donde pues pronto se acabó; no fue ni tan pronto porque luego que “ay vienen los maderistas” y otro grupo de los que entraban, villeguistas, los villeguistas que entraron. Bueno, todo eso yo no se qué cosa sería, a qué pertenecían, o qué, no, nunca supe. Estaba muy chica, pos sí, nací en 7.
JB.- Tendría 3 años o 5...
BG.- Por ay así, pero esas cosas se le quedan a uno muy grabadas; en la niñez, la mente está muy avispada, como dicen en mi pueblo, y de allí saca el pueblo cosas muy hermosas y tanto se platican y hablan, y hasta que la hacen cierta, llega el momento en que es cierto, de que se posesiona la gente de que sí fue cierto:
- Yo lo vi.
- Pero, mujer, ¿y cómo lo viste?
- Pues, bueno, no lo vi yo, pero casi lo vi.
Y una cosa muy bonita que cuentan en el pueblo, cuentos por ejemplo, muy bonitos que me contaron en aquella época. Había una cuentista; a las 7 de la noche, ya estamos todos los niños listos para oír los cuentos preciosos. Allá tengo uno, "Clara", todavía no lo tengo hecho, lo voy a tener que hacer.
JB. ¿Y se va a publicar ahora?
BG.- Sí, narraciones, puros cuentos y cosas así, cosas que sí existieron, verídicas. Por ejemplo, Clara y su hermana son unas parientas mías. Eso es verídico, y otra cosa, María La Voz, que Juan de la Cabada hizo una película sobre María La Voz, porque yo le conté esto como en 1927 o 28, por ay así, le conté a Juan de la Cabada, le conté varios cuentos; uno "La Lagartera" que fue adonde él triunfó con ese cuento que hizo. Luego, el de "María La Voz", que también es verídico, también de la Revolución, y lo publicó en Paseo de Mentiras y luego lo hizo película, bueno, no él propiamente. Por cierto muy fea, realmente la deformó. Y ya de ahí él se va haciendo el cuento, hace sus cuentos, y a mí no me vino la idea por hacer un libro, ni porque él había escrito a mi lado; lo que hizo pos lo contaba yo y él lo escribía.
JB.- ¿No los escribía usted?
BG.- No, pos yo ni siquiera sabía leer y en esa época que yo le contaba a Juan de la Cabada, nada podía leer. Pero ya cuando hice yo mi libro, no lo hice con el fin de que fuera un libro, sino que le quedara al Partido Comunista alguna cosa de la mujer, mis recuerdos de luchadora, que quedara a la juventud, que quedara al pueblo ¿no? una cosa hecha.
Rumbo a la acción
JB.- ¿Usted cuándo salió de su pueblo?
BG.- Yo tendría doce años exactamente
JB.- ¿Y por qué se fue?
BG.- Bueno, me andaban queriendo casar con un señor viejo en mi casa; pues ahora entiendo yo las cosas de que ya la gente pobre, pues casa a la hija con un hombre rico. Y hubo una pelea muy bonita entre mi familia a machetazos y bueno, esas cosas, que son usadas en los pueblos. Me querían casar con el señor este. Entonces, pues yo le dije a una amiga que le escribiera a una hermana mía que me iban a casar con el viejo. Y por fin llega mi hermana, y que se arma la tremolina. De doce años, he de haber tenido doce, y a la pelea; pues por fin salí yo de mi pueblo, ganó mi hermana Guadalupe que estaba de mi parte, y los cuchillos se empezaron a tirar; nos salimos en un caballo, ya tenía mi hermana los caballos para echarnos a correr para evitar las heridas y todo eso que estuviera en los ánimos... Pero pues ganamos las dos y salimos a esa hora de San Jerónimo a Acapulco; ya eran las once o doce de la noche, por ai'. Así fue que me salvé de que me casaran con el viejito.
JB.- ¿Y luego qué hizo usted cuando salió de allí?
BG.- Bueno, me quedé viviendo con mi hermana allí en Acapulco; luego mi hermana se viene a México y a mí me deja con una pariente que era esposa de un diputado; ya llegué, y ahí fue donde llegué a tener un roce más o menos social. Ya llegué con mis parientes y ahí en la casa yo ya era una señorita, había criadas y todo, ya no tenía yo qué hacer. Ahí descansé, allí viví desahogada. Pero vienen los pleitos con mi prima por la cosa de quién era bonita y quién no era bonita y esas tonterías que se crían dentro de un hogar; aunque sean hermanas hay esas cosas. Ya de ahí, peleo otra vez con mi prima chica, casi de la misma edad, peleamos y que me voy de la casa a seguir. Ya de ahí tuve el fracaso con mi marido que me dejó una hija. "Pues ábrete camino a ver como tú puedas", y empecé a abrirme paso.
JB.- ¿Cuál fue su primer trabajo ya después de niña? Si, ya un poquito más grandecita, cuando se vino de Acapulco.
BG.- Pues yo seguía vendiendo. No había trabajo más que vender en el pueblo lo que el pueblo necesitaba. No había en aquella época en qué trabajar, así. No había con qué pagarse la mano de obra.
JB.- ¿Y en Acapulco también?
BG.- No. Al fin tengo una hija y "corre, Benita". Llegué a México, después de tanto rodar en la vida; llegué a México y me aclimaté en México, y a ver cómo me las arreglaba. Pues llego a México y aquí me tiene. Entré al Partido Comunista.
JB.- ¿Pero cuando llegó a México no empezó a trabajar en algo?
BG.- Pues, ¿en qué se trabajaba? No sabía yo en qué trabajar, si no sabía leer.
JB.- ¿Y entonces cómo fue que se le ocurrió entrar al Partido Comunista?
BG.- Pues yo ya me había encontrado con un chofer aquí que fue mi amante.[6] Entonces él era ya comunista, ya cuando yo lo conocía ya era comunista. Pero no era cosa que dijera; yo por pura casualidad me enteré que era él comunista, porque se salía a las reuniones. Pero además, ¿yo qué sabía de reuniones ni de nada? Entonces él se salía y ahí me dejaba en la casa. Pero lo agarran preso. Ahí fue donde yo entro al Partido Comunista.
JB.- ¿Cuándo fue eso?
BG.- Puede haber sido, ora verá, como 29, entre 28 y 30.
JB.- Ya no estaba Calles en el poder...
BG.- Sí, era la época de Calles. No era Obregón, verdad? Matan a Obregón y se queda Calles.
JB.- Se quedó Calles detrás del telón porque estaba Portes Gil, luego Ortiz Rubio...
BG.- No, Ortiz Rubio viene después. Sí, estaba Portes Gil, pero luego era Calles. Después entró Calles y yo no sé si salió Portes Gil y entró Calles...
JB.- Salió Calles y entró Portes Gil; luego salió Portes Gil y entró Ortiz Rubio; salió Ortiz Rubio y entró Abelardo Rodríguez; salió Abelardo Rodríguez y entró Lázaro Cárdenas. Entonces esto fue aproximadamente en tiempos de Portes Gil.
BG.- Portes Gil, Calles y Abelardo Rodríguez, entre eso yo entré. Porque fui perseguida por Abelardo Rodríguez, por Portes Gil y Calles. Esos tres. Pero antes era de cuatro años la cosa presidencial. Bueno, pues ya a mi compañero lo cogieron preso, y pues no amaneció en la casa. Yo no sabía si estaba preso o no estaba, él no amaneció en la casa. Yo no sabía que estaba en la cárcel hasta que el Partido me va a ver y ya fue cuando me enteré que un Partido Comunista, y que tenía que hablar yo y que había que ir a defender, y que todas estas cosas. Pues ahí voy... Ya entré al Partido. Entonces, pos que había qué hablar para la protesta de mi marido; claro que me enseñaron a decir qué era lo que iba a decir. Por la Viga estaba esa... no sé si era una fábrica lo que había allí. Porque ellos antes de que yo entrara, visitaban las fábricas, o se hacía mitin en cada fábrica, frente a una fábrica, se hacían los mítines. Entonces ya me aconsejaron que fuera, me fueron diciendo todo lo que tenía que hablar: "Pues bueno, le voy a entrar" No se qué dije o no dije, pero yo me paré y hablé, y entonces, si quedé bien, quién sabe, o no quedé bien, yo no sé, yo hablé. Ya no me soltó el Partido Comunista. Ya llego al Partido Comunista, ya entro después que sale mi compañero. Tuve muchas dificultades para que él saliera, tuve muchas luchas para que él saliera y ya me quedé dentro.
JB.-¿Por qué lo habían aprehendido?
BG.- Por comunista.
JB.- ¿Pero lo habían cogido en un mitin o en alguna otra actividad?
BG.- Creo que pegando propaganda lo agarraron. Y ya entonces pues ya llego yo al Partido Comunista al fin, y pues oyendo y: "Tú habla, tú habla. Vas a hablar sobre esto, y vas a hablar", y pues ahí va Benita. Y realmente si hubiera tenido yo algo que hubiera yo estudiado, pues hubiera hecho algo, porque era miembro de fila.
Le digo que era yo chamaca, a pesar de que yo ya tenía una hija, pero me sentía niña. Nunca he madurado, hasta ahora, creo que todavía no he madurado.
JB.- Todavía no cumplía usted 22 años.
BG.- Pues en el 26, yo le calculo que he de haber tenido unos 15; en el 26, 27 28...
JB.- Si usted nació en el 7, tenía 20 años.
BG.- Veinte años ¿verdad? Sí, seguramente.
JB.- Entonces era la época en la que andaba en el Partido Comunista. 26, 27; de 19 a 20 años.
BG.- Sí, entré por ay así al Partido. Entonces, pues no maduraba como señora, igual que los chamacos. Yo nunca sentí que era una señora; no, yo me sentía como los chamacos y listo, entre ellos (José) Revueltas. Y era un grupo grande de muchachos que se agrupaban alrededor, alrededor y se fue creciendo, pues caían a la cárcel, pues caían conmigo, pues caían, bueno, pues caíamos. Y a llorar las madres porque tenían presos a los hijos. De ahí surgieron (Enrique) Ramírez y Ramírez, Revueltas, muchos que ya por la edad dejan de estar en el Partido por circunstancias; se casaban, pues ya las responsabilidades y todo eso mucha gente; otros pues ya se fueron al gobierno, se olvidaron del Partido y en fin, toda esta gente, hechuras de un Partido, porque se educaron dentro del Partido. Esa educación que tenían, que tenían que leer y dale y dale y dale, y se hicieron gentes, y ahora pues tenemos mucha gente que fueron hechuras del Partido y bueno, a buscar lana.
Recuerdo en la época de Calles, el aumento, la carestía de la vida, que habían subido los frijoles a seis centavos; era mucho pagar seis centavos. Luego la leche y todas esas cosas. La carestía de la vida ha sido, no ha podido bajar para atrás; al contrario se va haciendo hacia arriba. Entonces desde allí a las fábricas a decirles. Y llegábamos con los soldados, nos arremetían. Había una lucha muy fuerte dentro del Partido Comunista, sus miembros no teníamos miedo. No había por qué correr. El que era comunista tenía que ser comunista con todas sus consecuencias: a morir, o a salir herido, a salir todo. Esa era cosa del comunista que no podía decir: "Yo no voy", no porque los compañeros dirigentes nos dijeran: "Tienen que ir ustedes". Nosotros mismos éramos célula y nosotros nos imponíamos: si moríamos o no; quiénes morían o quiénes no; los que no quisieran pues que se salieran y se quedaran los que eran dizque valientes, eran los que iban. No había cobardes, porque había un grupito de que "sí, yo voy, yo voy, y yo voy", entonces los otros aunque tuvieran miedo iban, pero no porque se le exigiera a uno. Nosotros nos hacíamos responsables de los actos. Después, esto se llevaba al Comité Central, pero después que habíamos hecho nosotros lo que quisiéramos, ya se mandaba al comité.
JB.- O sea que había una gran autonomía para los miembros.
BG.- Exactamente.
JB.- Todos organizados en células y cada célula tenía una cierta tarea.
BG.- Una forma de trabajar, aunque después había un congreso adonde nos reuníamos, pero yo no sabía qué era lo que iba a hacer cierta célula ni esta, ni la otra; cada una actuaba de acuerdo con el momento en que se estaba viviendo. Sus demandas las hacía, las hacíamos fuera del comité central. El comité central se enteraba ya cuando las cosas estaban ya en marcha. Ya no había más remedio que organizar para la defensa de las células que ya estaban en peligro. Organizábamos mitins,[7] organizábamos manifestaciones. Y si no, pues los dirigentes, por ejemplo, Revueltas era el dirigente de mi célula.
Por ejemplo, orita llegábamos a ir, hoy nos toca junta de células. Muy bien; habíamos tenido algún encuentro con la policía, bueno o malo eso lo llevábamos. Yo exponía lo que yo había hecho, mi trabajo que yo había desarrollado, cada uno. Además los trabajos se criticaban; el trabajo de cada compañero, bueno o malo, se criticaba con todas sus consecuencias. Y si se decía: "No tuvo fallas el compañero", bueno, se le daba un voto de confianza; pero los que teníamos fallas, teníamos que ser criticados, y duramente.
JB.- ¿Sin imponerles sanción?
BG.- Si yo tenía la culpa por alguna cosa, si yo aventaba a la gente, a mí se me criticaba duramente. Que yo no hubiera hecho eso, no hubieran caído compañeros a la cárcel si yo no me aviento, y como siempre me aventaba pos siempre tenía críticas; pero casi siempre salía bien, bien librada, porque había quienes: "no, si no hubiera sido por Benita no se hubiera llevado a cabo esto" y "si no hubiera sido por ella pues como quiera nos hubieran hecho algo por acá". Entonces a mí me salvaban siempre de cualquier cosa, que realmente nunca hice una cosa de más. Es decir, algunas veces sí me criticaban duramente; pero no podía ser de otra manera; yo ya era así, era exaltada, veía las cosas que había qué hacer, había qué hacerlas porque no se podía esperar una orden del Partido. Y aunque lo tuviéramos ahí, teníamos que actuar para poder salvar alguna situación. Solamente así era como podía andar uno en las barricadas, era muy bonito por cierto; dejan muchos recuerdos las luchas más duras en donde no tiene uno qué comer ni en donde dormir. Eso lo fortalece a uno para luchar contra las injusticias.
JB.- ¿Entonces las células del Partido ya no funcionaron?
BG.- Sí, hasta la fecha siguen funcionando. Nunca se dejó de trabajar en células, jamás. Yo pertenecía a mi célula e iba yo a informar lo que pasaba. Y cada uno dentro de fábricas, lo que fuera, si estábamos en una misma célula, allí: "En mi fábrica pasó esto, y tenemos preparado esto, vamos a hacer esto". Yo llegaba: "Yo tengo mi plan, es éste y éste, si lo apoyan para que me den ayuda, para llevar a Correos mis proposiciones". Entonces cada uno teníamos que llevar nuestros planes de lucha a las células, para que las células discutieran, y eso se pasaba al comité central.
JB.- ¿Cuántas personas había en cada célula?
BG.- Bueno, ya la célula de nosotros era grande, pero cuando se organizaba, hasta de cinco podía ya ser una célula. De diez ya era una célula bastante buena.
JB.- Y entonces ¿cómo era el trabajo de las células en las fábricas? Sí, porque sus miembros no trabajaban ahí, no eran empleados o trabajadores de las fábricas, sino que llegaban de fuera.
BG.- No, de todos los centros de trabajo.
JB.- Por eso, pero la célula llegaba a la fábrica y empezaba a funcionar dentro de la fábrica, pero sin ser trabajadores de ahí dentro.
BG.- No, tenían que ser trabajadores.
JB.- ¿Tenían que ser trabajadores? Y entonces, sí usted no trabajaba ¿cómo llegaba ahí?
BG.- Debían ser trabajadores dentro de una fábrica. Yo no fui a la fábrica. Pero en cada fábrica había uno que venía a informar. Tenían que ser trabajadores, porque entonces no se podía entrar a trabajar.
JB.- Queríamos preguntarle acerca de la forma de trabajo con los obreros. Ya nos había hablado algo de cómo llegaban a las fábricas a trabajar con los obreros, cómo se creaban las células...
BG.- Las células de fábrica, con dos, con tres ya era una célula. Ellos se encargaban de hacerla más grande o más chiquita, desbaratarla o no, o crecer. Nunca se desbarató una célula dentro; teníamos "El Anfora" que era fuerte, los tranviarios, los chóferes, los desocupados, era una fuerza fuerte la de los desocupados, los teníamos organizados, la gente sin trabajo.
JB.- ¿En qué forma participaban?
BG.- Participábamos pidiendo trabajo para ellos, demandas inmediatas: fríjol, comida; los inviernos que se acercaban. Esas demandas que claro, no podía el Partido dar a todos, ¡si eran muchos desocupados! Los que podían acomodar los acomodaban, y si no las demandas del invierno que se acercaba, para esta gente que no tenía qué comer, que no tenía nada. Entonces se pedían demandas de fríjol, de arroz, de todo eso para el invierno, que lo pudieran pasar con cobijas. Y sí se lograba, se lograba por obra. Ellos, el trabajo era lo que les interesaba; alguno que otro, pues en las fábricas se acomodaban; las células de fábrica se encargaban de acuerdo con una orden que se diera y si había cómo meter a un compañero o dos o varios a una fábrica o a trabajar en algún lugar. Pero más no se podía hacer con los desocupados.



JB.- ¿Y cuántos sindicatos cree usted que dominaba el Partido Comunista en aquella época?

BG.- A ver si me acuerdo. Tenía el Frente Unido de Chóferes, Tranviarios, el Frente Unido de Chóferes del Volante, ése era muy fuerte, muy fuerte; Ebanisterías, Zapateros, Soldados, Agentes de la Policía; había generales también.



JB.- ¿Dentro del Partido Comunista? ¿Se acuerda de alguno?

BG.- Ah, bueno, pues, no le puedo dar el nombre. Sí, sí hay, vive todavía. Entonces, los generales tenían sus células, los soldados sus células; cada organismo dentro del Partido se iba a células. Ya cuando entré yo a trabajar a Correos, ya llevamos la rutina de la célula. ¿A trabajar en qué forma? Se trabajaba para hacerle ver a la gente que el fascismo se nos venía encima, que había que estar luchando. Se abandonaban los otros problemas que cada organización tenía para atender solamente la cosa fascista que se venía encima. Porque ya estábamos adentro, ya casi. Ya los chamacos traían la suástica en las chamarras. Bueno, tuvimos encuentros con "Los Dorados", porque ya estaban organizados como fascistas.

Ahora los tranviarios también, con los tranviarios era muy fuerte la cosa de los tranviarios, desempeñaron un papel importante los tranviarios. ¡Ah! si me acordara yo de tantas organizaciones.



BG.- ¿Y qué hicieron los tranviarios?

BG.- Pues también hacían sus huelgas, tenían sus demandas; bueno, eran miembros del Partido casi todos los tranviarios. Así que nomás dese cuenta, en aquella época eran los que hacían todo el recorrido de México; entonces eran muchos tranviarios. Camiones casi no había, uno que otro camión, y eso nomás el "Niño Perdido", desde esa época es ese camioncito "Niño Perdido”, de la Penitenciaría que me llevaban a veces en él, y sí, luego me acuerdo...



JB.- Los cargos...

BG.- Ahí sí. Los cargos eran muy respetados para los dirigentes del Partido. Entonces los que tenían cargos pues iban y venían, y el Partido los cuidaba mucho, cuidaba mucho a los que tenían cargos, y nosotros no podíamos dejarlos, sabíamos quiénes eran los que tenían cargo dentro del Partido, y si por alguna cosa los agarraban, nosotros sabíamos cómo los rescatábamos, pero los entregábamos al Partido. Todos sabíamos que el que tuviera cargo no podía caer a la cárcel. Entonces era una especie de mística que teníamos, realmente era una mística para todos los miembros del Partido; era una cosa que nomás para ir a las "pegas", teníamos que pagar así, porque encima la policía y como fuera tenían que amanecer las paredes pintadas para hacer cualquier demanda, o si había presos se pedía la libertad para los presos, o demandas que se necesitaban hacer.



JB.- ¿Cómo eran los seminarios o las conferencias que les daban a ustedes de adoctrinamiento, digamos, de divulgación del marxismo, de las doctrinas? ¿Quiénes daban esas conferencias?

BG.- Pues se nombraba a un compañero que fuera más capaz y tenía que llevar sus apuntes para que, de acuerdo con lo que en el Partido se daba, esas mismas conferencias se desarrollaran dentro del local donde se nos iba a dar las conferencias; se nombraba siempre a un compañero que fuera a dar una conferencia, pero en las conferencias, sí, un compañero salía, de acuerdo con todas las células. Se nos giraban estas instrucciones para ver si estábamos de acuerdo para que saliera el compañero a dar la conferencia; por ejemplo, mi célula estaba de acuerdo con que ese compañero diera la conferencia, diciendo "estamos de acuerdo", y así de todas las células, es decir, de abajo hacia arriba se actuaba antes. Ora en los congresos, en esos sí, llegan los dirigentes, el secretario general, lo siguen los demás, entonces sí, otro tipo de actuar del Partido. Entonces por ahí, de ahí es que el Partido se fortalecía, porque nosotros dábamos muchos acuerdos, las células.



JB.- Y luego, ¿en qué forma trabajaron con los campesinos? Porque con los obreros ya nos contó usted cómo formaban las células, pero, ¿y los campesinos que era una cosa más difícil porque estaban diseminados en el campo?

BG.- Nos metíamos al campo, íbamos al campo.



JB.- ¿Y que reacción tenían los campesinos?

BG.- Bueno, pues es como todo al principio. El Partido Comunista es un partido que "les va a quitar las tierras"; el Partido Comunista es " el que les quita todo y los deja en la calle", y a tener uno luchas con los mismos campesinos. Que lográbamos uno, pues qué bueno, ya hicimos uno, un miembro; ya se quedó trabajando dentro de eso, y esos mismos salían a otros ejidos. Así era, pero mientras, había que enviar de aquí de México grupos; unos para Chiapas, otros a Sonora, otros...; entonces se regaba la gente para andar haciendo contactos con los campesinos. Así era como se trabajaba. Por ejemplo, a mi me tocaba mi estado; eran doce pesos de camión los que pagaba y dos pesos para irme más pa' allá y otro peso pa' acá e irme a pie y así se caminaba. ¿Pero ahora? ¿Cómo hace el Partido para mandar a un miembro a un lugar si tiene que dar una cantidad fuerte de dinero para sostener ese compañero que anda?



JB.- ¿Y en el interior de la República, en dónde estaba fuerte el Partido en aquella época?

BG.- Bueno, pues no le podría decir. Mire. Teníamos Chiapas; Campeche era uno de los más fuertes; para acá, Sonora, Sinaloa, los que yo me acuerdo; es decir, en toda la República había la cosa. Otra vez había que pelear con los sinarquistas y preparar de todas maneras; el Partido en aquella época no descansaba, porque teníamos fascistas dentro del país, o los tenemos, más bien dicho, todavía. Pero teníamos a los sinarquistas, que también estaban cogiendo, o cogieron más fuerza; hubo un momento en que los sinarquistas cogieron más fuerza que el Partido Comunista. Se debilitaba el Partido porque, claro, éramos perseguidos, y el sinarquismo no era perseguido, ni ahorita.



JB.- ¿Y de dónde saca ahora el Partido sus fondos?

BG.- Ahora sí no sé. No sé nada sobre eso.



JB.- ¿Usted cree que recibe oro de Moscú?

BG.- Mire, los rusos no riegan su dinero. Eso téngalo por seguro. Viendo cuando ya toma fuerza Lenin para empezar las luchas duras allá en la Unión Soviética, menos podía dar ni un centavo. Por ejemplo, ayudar a Cuba, muy distinto. Pero como el gringo que "ay te va dinero" y a comprar gente, el ruso no hace eso, no te da un centavo, no tira su dinero porque es dinero del pueblo y no lo puede sacar. Adonde haya Partido Comunista, que se formen por su propio esfuerzo.



Al principio, no le puedo decir cómo se formó el Partido; sin embargo, por algunas cosas que he leído, algo por ahí de Mario Gill, era cuando Herón Proal en Veracruz, los Carrillo Puerto en Yucatán, los Escuderos en Acapulco, todos estos estaban luchando fuertemente dentro de sus estados. Entonces de ahí surge el Partido Comunista.



Así que con estas luchas de los compañeros nuestros aquí, se forma el Partido Comunista, de acuerdo con el triunfo de las fuerzas, ¿cómo se llaman? las fuerzas rojas, bueno, el partido bolchevique. De ahí nace el Partido Comunista en México, pero sin dirección; porque ora yo vi el mapa, ora que estuve en la Unión Soviética, vi el mapa de los lugares que mandaban de aquí, que mandaban ayuda a la Unión Soviética, no sé cómo. Entonces México está en lo último, y eso con un botoncito rojo, fue muy poquita la ayuda que mandó de los trabajadores a la Unión Soviética. De toda la República, de todo donde había comunistas, porque Marx, ustedes saben que los libros de Marx fueron los que fueron uniendo al pueblo[8]. Marx fue el que triunfa en todos los lugares por sus libros, con su literatura. Entonces leyendo en todos estos libros de Marx, así pienso yo que se formó el Partido Comunista, porque le digo, en la colita del mapa de todos los que ayudaron, México era solamente un botoncito rojo y uno verde, de la ayuda tan pequeña que recibió de México. ¿Qué ayuda sería? No sé en qué consistió la ayuda, pero tuvo ayuda de México para su lucha contra el zarismo.



JB.- ¿Y a qué otro país socialista fue? ¿Cuándo fue a la URSS?

BG.- En 72, hace poquito.



JB.- Y antes no había salido?

BG.- No.



JB.- ¿Y a qué otro país fue?

BG.- Bueno, algunos países socialistas pero dentro de la Unión Soviética: Stalingrado, Leningrado... a Kiev no fui...JB.- ¿Y qué actitud tomó la base cuando se asiló a Trotsky?

BG.- Bueno, no se podía hacer nada porque el asilo se lo dio Cárdenas. Dentro de la base nuestra había troskistas; dentro de nuestro Partido había mucho trotskista. Se desenmascaraba algún trotskista e iba para afuera pero los que no se descubrían quedaban adentro. Entonces hubo un Partido Trotskista y el Comunista, como lo hay hasta ahorita. Y lo mismo puede hablar el trotskista en cualquier periódico, en cualquiera cosa de ésas, propaganda, habla igual que el Partido y cualquiera se puede desorientar. Sí estaba desorientada yo adentro, peleando por que no se sacaran a los muchachos, porque ¿qué era el trotskismo? Si hablaban igual que el Partido. Yo no podía saber cómo era, qué era el trotskista y que cosa era el comunista, porque hablan igual que los del Partido. Hasta después tuvo su partido Trotsky, y hubo el Partido Trotskista y el Partido Comunista.



JB.- ¿Quiere decir que se dividió el Partido?

BG.- Pues no.



JB.- ¿Se creó otro?

BG.- Se creó uno, entre los estudiantes hicieron un Partido, pues yo he alcanzado a oír, pero yo no sé francamente si es cierto, pero he oído por ai, que Revueltas -ahora que murió, ahora sería menos para mí hablar cosas de él-, pero que andaba con los trotskistas; pero son dichos de la gente. Y así, la cosa trotskista pues no afectó mucho al Partido; la estancia de Trotsky, bueno, pues lo tenían ahí guardado. Se hizo su Partido Trotskista y hasta ahí. Todavía existe, creo, parece que está fuerte el trotskismo, que ha agarrado fuerza.



JB.- ¿Y usted qué pensaba de Stalin?

GB.- Ah, no, pos la cosa de Stalin hasta ahorita no puedo dejar de creer en él, porque a mí me tocó la cosa staliniana. Era un gran estadista, un gran hombre; ahora, cuando gana la guerra pues más. Hasta ahí puedo decir de Stalin, que fue un gran hombre, estando lejos de alla ¿no? Allá me toco ir a su tumba. Ya lo tienen allá donde están todos los héroes, allí en el Kremlin, por ahí está en el Kremlin. Vino la división cuando a Stalin lo discriminaron, entonces también vino la división.



JB.- ... en el PC de aquí...

BG.- Sí, el de aquí se dividió; unos con Stalin..., y los otros que seguían allá, stalinistas y leninistas. Así que sí hubo una división, quienes queríamos mucho a Stalin: "No, yo tengo a mi Stalin y tengo a Lenin, y qué caray!" Los dos lucharon por una vida mejor para los trabajadores de las repúblicas. Entonces allá ellos, si mató o no haya matado, hasta yo puedo, un día de esos que tenga yo un enemigo que realmente le vaya a hacer daño al Partido, pos me lo echo, ¡pos pa' qué lo espero! ¡Eso que ni qué!



JB.- ¿Usted tuvo algunos cargos de mayor importancia en el Partido?

BG.-No. Lo más que tuve de importancia eran las finanzas, solamente las finanzas.



JB.- ¿De todo el Partido?

BG.- Sí, de los miembros del Partido, tuve las finanzas.



JB.- ¿Y cómo eran las finanzas? Es decir, ¿de dónde obtenía dinero el PC?

BG.- Nosotros pagábamos las cuotas.



JB.- Todo el mundo pagaba sus cuotas. ¿Cuánto pagaban?

BG.- Sería un peso, cincuenta centavos.



JB.- ¿Cada cuánto tiempo?

BG.- Cada mes; había que tener las finanzas. Entonces ése fue el cargo que tuve dentro del Partido. Lo demás a mí nunca me gustaba; nunca quise estar adentro de ningún puesto sino ser siempre de base. Nada me gustaba, a mí me gustaba pelear: "No puede entrar Fulana porque tiene un cargo".

Sí tuve otro cargo. Me parece que Revueltas salió, era el jefe de nuestra célula y lo mandaron fuera a él, y entonces me quede yo de responsable, mientras él regresaba a la célula. Y así salía uno y había un responsable que se quedaba en la célula. Antes se me confiaban muchas cosas ¿verdad?



JB.- ¿Cómo por ejemplo qué?

BG.- Bueno, dirigir fábricas, poner la bandera, organizar las huelgas; esas cosas y otras me dio el Partido, me las confiaban, porque seguro sabían que yo lo tenía qué hacer.



JB.- ¿En qué huelga participó? ¿En alguna importante?

BG.- Sí, mire. Participé en la huelga más importante que fue la de los camioneros de Tacuba. Fue una huelga muy, muy importante, porque se organizaron todos, todos los chóferes.

JB.- ¿En qué año fue la huelga de camioneros?

BG.- ¿La huelga de camioneros? Orita le digo, en 34 ó 33 fue la huelga de camioneros.



JB.- ¿Cuales son algunas luchas especiales en las que haya participado? ¿Con qué motivo? ¿Una huelga o una manifestación? ¿Cuáles recuerda usted?

BG.- Bueno, sobre todo cuando se iban a poner las banderas, a mí se me encargaba ese trabajo.



JB.- ¿Las banderas de huelga?

BG.- Sí, las banderas de huelga. Una que otra vez tuve una en donde tuve tanto pánico... Eran los ebanistas, se tenían que ir a la huelga de brazos caídos, dentro de su fábrica; entonces había que poner la bandera porque ya el patrón ya había mandado a traer policías para vigilar que no se pusiera la bandera. Entonces tenía que haber compañeros dentro de la fábrica; ese trabajo no se me olvida porque tenía yo un pánico terrible, tantos compañeros adentro de la fábrica para hacer la huelga de brazos caídos; los de afuera para luchar con la policía, con el patrón, en fin, todo eso. A mí me tocó en una pieza. "Tú te tienes que ir a tal lado", a la dirección que me dieron. Ahí tienen que llegar los compañeros: conté noventa compañeros hombres, yo nomás de mujer. Fue ahí que me entró el pánico este de la delicadeza de la mujer, que pudiera algún compañero exaltarse de ver a una mujer ahí adentro. Entonces en ese medio me cogió mucho, mucho pánico. Y pues yo les platicaba así; yo tenía esta idea en la cabeza que algún compañero pudiera hacer algún escándalo ahí por estar yo sola; pero en realidad no, yo los veía a todos que estaban calmados. Entonces teníamos que salir a las cuatro de la mañana a la huelga, a poner la bandera. Eran noventa compañeros y yo sola adentro; y ya no podía pensar más que en esa cosa, a qué horas sería yo atacada por alguno de ellos, al fin y al cabo son trabajadores y sin tener la cosa política...; era primera vez que se estaban ellos organizando. Pues ya eran como las doce, una de la mañana cuando oí que un compañero de ellos dijo: "oh, hay que hacer guardia, nombrar una guardia". Ya allá ellos se pusieron de acuerdo. "Tú, tú y tú, y la compañera Benita se acuesta en una mesa y tú, y tú y tú te haces responsable". En eso fue cuando yo reaccioné y me di cuenta que yo estaba dentro de gentes responsables, que no eran bestias ni nada de eso; pero mientras, tuve mucho susto. "Entonces, compañera, se acuesta", me tendieron mi cobija, pero pos de todas maneras no iba a dormir, porque las guardias estaban hechas para mí; yo en una mesa y ellos haciendo las guardias para que yo durmiera un poquito, porque nos esperábamos una lucha muy dura. Ya como a las tres y media de la mañana, me senté:



Compañeros, ¿listos?

- Sí, ya estamos listos, compañeros.

Por el Carmen fue todo, y de ahí a pie todos hasta llegar por Pino. Yo adelante, con noventa hombres; regar los hombres para ver dónde estaba la policía. Pero nos tocó suerte porque llegamos a las cinco de la mañana y la policía creyó que ya no íbamos a llegar. Pues llegamos a la cinco de la mañana y pusimos la bandera; ahí se nombran las comisiones, quiénes van a enfrentarse con la policía pues, porque tenía que llegar. Efectivamente a las siete de la mañana llega la policía a querer quitar la bandera y desbaratarla, pero no. Yo me puse en la puerta que tenía la bandera y les empecé a hablar: "Compañeros, el pan de sus hijos, el de los compañeros que están adentro, ¡Camaradas!..." Yo ya estaba desesperada porque ya nos había rodeado la policía, pero llegó el refuerzo del Partido ya entradas las ocho de la mañana. Claro que nos agarraron a algunos, a algunos nos agarraron, y entre esos pues a mí también; era la que más tenía conocimientos de base, y todas esas cosas. Entonces la policía: "Agarrando a Benita, desbaratan la causa". Pero me agarran a mí, y en eso entró Revueltas, entró Delio Badillo como refuerzo. Ya nosotros caímos presos, como unos ocho o diez, pero se triunfó con esa huelga.



JB.- ¿En qué negociación era?

BG.- Era una ebanistería. Ahí en las calles del Carmen, ahí nos reunimos y caminamos desde el Carmen a pie, atravesar la Alameda hasta llegar a Pino, que allá nos tocaba poner la bandera, y ponerme al frente de los trabajadores. De todas maneras, las barricadas era lo que a mí me gustaba:
- que vaya allá,
- no, a mí no me pongan para nada en otro lado, si yo estoy feliz aquí.
Esa era mi vocación, estar ahí adentro. Nosotros decíamos así:
- A ti te gusta andar en la barricada.
- A ti te gusta porque ahí te agarras con la policía, a ti te gusta para exhibirte.
Y bueno, esas cosas... Pero casi a la mayoría de los trabajadores nos gustaba andar allá. "Allá póngales puestos a otros, a nosotros no nos dejen".
Hay una cosa de Revueltas que no la digo en mi libro; el 16 de septiembre hicimos una manifestación y ahí tenía Bocker[9] ondeando la bandera fascista. Ellos eran fascistas, estaban por Hitler. Entonces ondeaba una bandera fascista, pero enorme, allá arriba de su edificio; pero había que bajarla y había que tirarla, y a ver ¿cómo? Y se le ocurrió a Revueltas hacer escalerita. Y unos, pesados, y otros, pues que no (querían). Yo era muy ligerita, delgadita, a ver si me atrevía a llegarle, porque fíjese: el asta era grande, luego la bandera, pues también pesada para mí, pero tenía que llevarme la bandera, yo no sé cómo. El hecho es de que logré llegar a las marquesinas de la casa Bocker y pues ay me subí y ¡a bajar la bandera!; pues la desamarré y cayó. No la cogí porque estaba muy pesada y hasta me mataba. La desamarré y ta, ta, ta... y cayó; hicieron otra escalera de gente y bajaron aquello. Pero yo estando arriba, y éstos quemando la bandera y yo arriba, no había quien me bajara, ni cómo. Pero ahora la bajada, era lo más difícil. Porque por más que gritaba, pues ¿quién me hacía caso! Y pues yo allá arriba llorando, ya de que me iban a dejar allá arriba... Yo ahí ya tenía miedo de que me dejaran allá arriba. No, pues después se acordaron, -no recuerdo quién-, bueno, entre los muchachos se acordaron de que yo les gritaba. Alguien gritó: "Allá está Benita arriba". Ora para bajarme, pos más difícil, porque para la subida yo me agarré de la marquesina; se me iba enterrando en esto de aquí el hierro de la marquesina, se me enterraba, y sentía que el hígado se me había pegado, y ya la respiración me faltaba, ¡pues así me brinqué la marquesina! Pues ya fueron a traer un camionzote de esos grandototes, y ya por una cuerda me bajaron. Pero ¡uh! la fiesta en quemar la bandera.
JB.- Se perdió usted la fiesta...
BG.- Sí, me la perdí. Y habría sí, que volver otra vez por cosas que me recuerdo de esas.
JB.- ¿Y durante Calles, cómo fue la vida del Partido? ¿Se desarrolló libremente con Calles?
BG.- Con Calles, no, libremente no. Éramos perseguidos con Calles. Las persecuciones de aquella época se consideraban tan duras, tan fuertes; pero el Partido Comunista tenía guardias de asalto, que éramos los de base, en donde podíamos pelear. Además estábamos bien entrenados para la policía, a pelear con la policía. El que caía, bueno, caía porque le tocaba, pero nosotros estábamos bien entrenados para un momento dado.

Pero no vamos a comparar ahora lo que tenemos; lo que tenía Calles era cosa blanca. La policía era blanca; todavía tenía decencia. Tenían que actuar, porque tenían que actuar. Pero dentro de esa actuación, nosotros entendemos que la policía era noble todavía. Ah, bueno, nos matábamos, nos agarrábamos, y ellos tenían que cumplir; pero en realidad, no los comparamos con la fuerza que tiene ahora, entrenada para asesinar; puro asesino, pura gente sin corazón. Y entonces asesinan y cometen errores. Entonces no; se puede decir que la persecución era fuerte en ese momento, pero no lo vamos a comparar con lo de ahora; teníamos una policía mejor. A mi ya me conocían; yo muchas veces caí: "Bueno, adónde la agarraron?" "Pues con los estudiantes" Los estudiantes eran respetados. Los agarraban presos, pero en cuanto Calles se daba cuenta que eran estudiantes, fíjese, vamos a partir de ahí, ¿verdad que era muy distinto el tipo de ahora? "¿Son estudiantes? Van para afuera los estudiantes". Y entre esos iba yo, que no sabía yo ni leer ni nada. Yo era estudiante, me agarraban con los estudiantes. Entonces había un respeto enorme para el estudiantado, aunque el estudiante saliera a la calle. ¿Cómo vamos a entender a partir de ese momento la cosa de Calles, siendo un feroz para aquellos momentos? Pero tantos estudiantes están presos, tantos estudiantes iban a la calle. No quedaba uno preso: tenía respeto por el estudiantado. Ahora no. Ahora parejitos niños, mujeres y estudiantes, con toda la crueldad los agarran. Entonces se los llevaban en el camión...



JB.- ¿La policía no tenía sus carros? ¿O por qué la llevaban en el camión?

BG.- Eran otros; eran las julias, destapadas, no como ahora las hay, pero ¡cuándo! Saltaba, me les brincaba y a veces se hacían tarugos, por eso digo, eran de tipo más humanitario, tenían más humanidad. Y dizque yo iba allá, los compañeros los iban entreteniendo para que yo pues en una parada de esas, ¡vámonos!

- ¿Y Benita?

- Pos se nos fue, ni la vimos siquiera.

Se hacían guajes. Además era poca la policía, no como ahora, y ellos se hacían: "Pos que se vaya Benita", hasta les pedía esquina, les pedíamos la esquina, y les hacíamos bromas a la policía de eso, y me parecía que no eran sanguinarios.



JB.- A lo mejor ya eran amigos de ustedes...

BG.- Bueno, teníamos policías dentro del Partido, claro, claro. A la mejor todavía hay.



JB.- Pero los policías dentro del Partido, eran militantes, ¿verdad? no espías.

BG.- Pudiera haber uno que otro, para eso ni duda que no habría, sí había. Y lo mismo había en la policía.



JB.- ¿Usted se acuerda de la Confederación Sindical Unitaria de México del Partido Comunista? ¿Cuándo se fundó?

BG.- La Unitaria, como en 28 se ha de haber formado...



JB.- En 29...

BG.- Como en 29.



JB.- ¿Y quiénes eran sus miembros? ¿Usted se acuerda quiénes la fundaron, quiénes eran los líderes de la Confederación?

BG.- Entre ellos participaban los chóferes, pero los líderes pues eran miembros del Partido Comunista, los de la Confederación Unitaria.



JB.- ¿No había un líder muy especial, muy conocido?

BG.- Pues sería, acordarme sobre eso, sería pues...



La era dorada de Cárdenas



Esa fue la realidad; luego vino Cárdenas. No, ya con la cosa de Cárdenas, la cosa se le da más holgura, se le da rienda suelta al proletariado, que estaba organizando.



JB.- ¿Pero el Partido Comunista había tachado el plan sexenal de Cárdenas de fascista?

BG.- No, no era fascista. En la Unión Soviética se había dado por primer vez el plan quinquenal. Entonces Cárdenas cogió como muestra aquello para llevarlo a cabo aquí. Pero claro que todavía no se sabía que Cárdenas era un Cárdenas como lo fue. Entonces, pues había choques entre lo que Cárdenas decía y lo que el Partido Comunista le hacía ver que no, que era una cosa que no se llevaría a cabo. Todavía no se creía en Cárdenas, más bien dicho, en esa época cuando él comenzó el poder, el Plan Sexenal aquí en México, no sabíamos si realmente Cárdenas era una gente, pues no de izquierda, pero al menos que era bastante liberal. Después ya seguramente él cogió ya la línea de izquierda a su manera. Esa es la cosa.



JB.- ¿Y por qué después el Partido Comunista apoyó a Cárdenas?

BG.- Bueno, ya se apoya a Cárdenas porque ya Cárdenas empieza a dar color. La salida de Calles, esa fue una alegría para el Partido, porque se creía que Calles iba a manejar a Cárdenas. Pero ya cuando lo saca de aquí de México, entonces ya hacen las paces con Cárdenas y aprueban todos sus planes y el Partido Comunista también, ayudar pues a la política de Cárdenas. Esa era la situación.



Cárdenas empezó a darle todo al pueblo. ¿Esto?, "Ay, está", ¿Esto? "Ay esta", todo le dio. Entonces, ¿qué decían los comunistas?: "Bueno, pos ya, ya, tenemos todo, nos dan todo", es decir no interesó al pueblo a que hiciera una lucha, como se debería de haber seguido, como la línea que llevaba. Desbarató con todo dar. Es mi modo de pensar.



JB.- Entonces trabajaban ustedes algo con la CGOCM de Lombardo... ¿o no?

BG.- Pues mire qué había: Lombardo tuvo una actitud en aquella época, que el Partido y Lombardo se estiraban y se encogían. Había un violín, o ¿cómo se llama? un acordeón, de que al ratito ya se peleaba con Lombardo y al rato pos ya otra vez le dábamos fuerza a Lombardo, y ya íbamos a apoyar a Lombardo, y al rato pos que no. No, pero al principio Lombardo tenía, cómo se dice, grupos de asalto, había grupos de asalto en las fábricas, así que cuando llegaban los comunistas a hacer un mitin había que apedrearlos.



JB.- ¿A los lombardistas?

BG.- No, a los comunistas.



JB.- Ah, de parte de Lombardo...

BG.- De parte de Lombardo apedrear a los comunistas. Y se armaban unas trifulcas, unas pedradizas, y a correr, y bueno...; pero los comunistas siempre estábamos ahí, a pesar de las pedradas y todo eso. Después vino unas pláticas con Lombardo y se acabó la cosa de las pedrizas, ya no nos preocupaba de ir a la fábrica, porque el foco de nosotros eran las fábricas; llegar a hablarles a los obreros, explicarles la situación.



JB.- ¿Por qué se pelearon con Lombardo?

BG.- Bueno, ya ésas eran cosas de dirigentes. Ya los pleitos no había...; en esa época era (Dionisio) Encina el Secretario General y yo no sé si había complejos de parte de Encina ante Lombardo. El hecho es de que ellos se llevaban y el hecho es de que se volvían a pelear. Siempre estaban peleando, siempre había distanciamiento entre ellos, entre Lombardo y el Partido y finalmente ya Lombardo ya hace su Partido pues que ahora es el PPS.



JB.- Bueno, pero eso fue ya bastante después. En aquella época fundaron la Confederación General de Obreros y Campesinos de México, la CGOCM; y luego llegaron el Partido Comunista y los electricistas al Comité Nacional de Defensa Proletaria. Entonces ¿ahí fue donde se acercaron el PC y Lombardo?

BG.- Lombardo Toledano también entraba en acomodarse él en componendas con los dirigentes del Partido; llegaba Lombardo y "que vamos a hacer esto". Bueno, pues se le daba fuerza a Lombardo Toledano, y pues ellos se entendían, los dirigentes. Y ahí íbamos nosotros dentro de todo eso. Por ejemplo, pues yo veía que iba minando el Partido Comunista, que se iba minando entre tanto que se pelea con Lombardo. Al rato, ya no, ya volvemos otra vez con Lombardo y ahora sí, también otra minada.



JB.- ¿Cómo fue que Lombardo y los comunistas finalmente lograron algún acercamiento?

BG.- Bueno, ya era la cosa de dirigentes. Ya hubo la cosa de dirigentes, de dirigencia.



JB.- ¿Sabe de quién no nos ha hablado? De Morones. ¿Usted se acuerda de algo de Morones?



BG.- Si, fíjese que él fue el primero que tuvo, que hizo su sindicato, la CROM; pero había dentro gentes nuestras incrustadas ahí con Morones, con la CROM y también con ellos peleamos, y también pedía fuerzas la CROM, pedía fuerzas para defender que no llegaran los comunistas a hacer mítines. Y Morones lo mismo estaba al servicio del gobierno; Morones vivió siempre al servicio del gobierno, así fue su actuación de él, tenía su sindicato fuerte, tenía un sindicato fuerte, y a pelear:



- Pos que ora nos vamos a ir a la fábrica donde hay puros moronistas.

- ¡Cuídense!, porque también tenía sus guardias de asalto, pero lográbamos hacer algunas cosas dentro de la organización de Morones.

Morones vino perdiendo fuerza allá en una época, cuando ya agarró fuerza Lombardo. Incluso la CROM se fundó con los Escuderos de Acapulco, acá con Carrillo Puerto, Herón Proal en Veracruz; ellos fueron los que fundaron esa organización, la CROM. Después la CROM ya dejó de ser revolucionaria, ya después, pues ya hubo el cambio según el color que se iba dando, pero se iba acabando.
JB.- Y con la Confederación General de Trabajadores ¿cómo eran las relaciones del Partido?
BG.- La CGT, de veras, se me olvidaba; estaba la CGT que también estaba fuerte; pero ya casi se me han olvidado, ¡tantas cosas, tantos años, cuarenta años!
JB.- ¿Usted conoció a José C. Valadés?
BG.- No, por nombre casi no los conocíamos. Yo era la única: "Benita, Benita", pero así por nombres teníamos prohibido hablarnos por el nombre que teníamos.
BG.- Hubo el acercamiento. El Partido tuvo una debilidad en 1936 que se iba a nombrar ya secretario general de todas las organizaciones de todas las centrales. En ése, se había nombrado a Miguel Velasco para dirigente de esa organización.[10] De ahí ya todos los dirigentes del Partido Comunista, pues que sí había qué apoyar a la izquierda, o fuera al Partido Comunista, porque era muy fuerte el Partido Comunista. Pero total, hubo un momento en que Miguel Velasco flaqueó y entregó a Lombardo. De ahí la situación que tiene la C.T.M. Ahí fue donde se le dio el nombre de la C.T.M. en ese fracaso de los compañeros. Ahí fue un fracaso que tuvieron.
JB.- El pleito con Fidel Velázquez...
BG.- Ahí fue adonde Lombardo le hace entrega a Fidel Velázquez...
JB. De la Secretaría de Organización. Y Fidel Velásquez ¿qué era, qué hacía?
BG.- Bueno, pues no se qué cosa sería Fidel.
JB.- Pero ¿qué se decía de Fidel en aquella época?
BG.- Pues no. Salió como salen las gentes. Fidel era gente de Lombardo.
JB.- ¿Y usted no se acuerda de "los Cinco Lobitos?"
BG.- ¿Los cinco qué?
JB.- Los cinco lobitos, los de Lombardo, que eran: Fidel Velázquez, Fernando Amilpa, Luis Quintero, Jesús Yurén y Sánchez Madariaga.
BG.- Sí, cómo no.
JB.- ¿Pero qué reputación tenían ellos entre la base?
BG.- Ellos eran ya dirigentes de determinadas organizaciones, esta gente. Entonces toda esa gente se va con Lombardo y ya Lombardo les empezó a dar sus lugares a cada uno y la pelea. Entra ya la cosa de la pelea por las organizaciones y a ser lo que es ahora Fidel Velázquez, que ya lleva sus 35 años.
JB.- ¿Cuántos efectivos tenía el Partido en aquella época?
BG.- ¡Uf, pos fijese!, ¿efectivos? Precisamente lo estuve leyendo ayer, pero entre tanto papel que ando moviendo para acá, pues sería mucho pensar en efectivos, no podría. Pero sí era un movimiento muy fuerte el Partido Comunista.
El Partido tenía mucha fuerza en esa época. Decían:
- ¿A qué horas toman el poder?
- ¡Pos si ya estamos!
Y oía yo:
- Que el poder, que el poder.
- ¡Pos si ya estamos, pos si ya la gente está lista para tomar el poder!
Según nosotros los jóvenes, queríamos llegar ya al poder; estábamos todos enojados porque el poder ya lo teníamos, se puede decir. Yo no sé por qué no, por lo menos hacer el intento, así como lo hizo Castro; intentar, porque realmente tuvimos una época en donde todo México estaba con nosotros, nosotros estuvimos en condiciones de haber tomado el poder, intentarlo, vamos a suponer, intentarlo, ¿verdad? el poder, porque era un movimiento bastante grande, donde teníamos todo: gente por dondequiera, había para hacer un intento de llegar al poder.
JB.- Es decir, con Cárdenas...
BG.- No, antes; antes de Cárdenas.
JB.- Entonces durante el Maximato al principio de los años 30s, es cuando usted cree que estuvo más fuerte el Partido Comunista.
BG - Sí, entre el 28, 29, 30.
JB.-¿Cómo fue este encuentro con los "Dorados"? Es muy famoso; a finales del 35 creo ¿no?.
BG.- Ya estaba Cárdenas, ya estaba Cárdenas.
JB.- ¿Cómo fue ese encuentro?
BG.- Nicolás Rodríguez [11] era el jefe que organizó las hordas fascistas, dándoles nombre a todas. De ahí salieron "Las Camisas Doradas", las "rojas", "las cafés"; las cafés me parece que eran de San Luis Potosí; "Los Dorados" era la que manejaba Nicolás Rodríguez, ¿y cuál otra? Ya no recuerdo, pero había algunas otras más que eran organizaciones dependientes de la célula que era la que llevaba Nicolás Rodríguez; a cada una le dio su nombre para los encuentros, para pelear con distinta bandera. Entonces nos organizamos nosotros sin armas y sin nada para hacerle frente a Nicolás Rodríguez con su columna que traía; ellos salieron por San Luis Potosí... ¿Cómo se llama esta calle que está aquí, de la calle de Puebla a salir a Bucareli? Se empezaron a ver los anuncios de la columna de Nicolás Rodríguez. No recuerdo si era entre semana en donde no se podían organizar las fuerzas, pero al fin pudimos organizar fuerzas dispersas, porque no sabíamos por dónde iba a salir Nicolás, si cogía todo Bucareli, o qué calle iba a coger después. Entonces éramos poquitos aquí, poquitos allá, y otros poquitos más allá, para saber por qué calle iba a entrar, si por 5 de Mayo, por Madero, no sabíamos por dónde iba a entrar la columna de Nicolás Rodríguez. Eso lo puedo decir yo: de Bucareli vi muy grandes columnas, y ¡a correr! a ir a avisar a los otros por dónde venía, y así corríamos todos para decirles a las organizaciones por dónde iba a entrar, y no sabíamos si se iban a dispersar, si iban a entrar en columna o iban a envolvernos.



Entonces los comunistas no estábamos en un puro lugar, como ellos que venían organizados; estábamos dispersos por distintos lugares, por eso era que no nos podíamos organizar en un momento dado, porque estábamos dispersos viendo por qué calle iba a entrar, y de aquí a que corría uno y corría el otro a avisarles: "¡Van a entrar por aquí!", para hacerle frente en el Zócalo, o frente a dónde, no llevábamos una línea a decir adónde nos podíamos organizar para hacerle frente a esa columna. Como ve, estábamos desorganizados, se puede decir, prácticamente.
Cuando no se encontró ya la columna fue que corrimos al Zócalo, y en el Zócalo ya, allá venía la columna, pero me parece que entró por Madero, por Madero entró. Entonces de aquí a que corríamos de Bucareli, o de allá, o de acá, para llegar al Zócalo, para organizarnos nosotros, cansados ya, corriendo, todo el día sin comer, sin desayunar y sin nada, para hacerles frente; les hicimos frente, ahí fue a donde hicimos frente. Porque llevaban mujeres abanderadas, bien organizadas: cuchillos aquí, armas, fusiles y puñales allí, y su garrafón de pulque, ése sí, ¿verdad? Y bien armados y decididos, pues a guerrear. ¿Y quién les impedía? Creo que Cárdenas ni estaba aquí, porque Luis Rodríguez[12] salió al balcón. Entonces no sé si estaría Cárdenas aquí. Bueno, si llevarían órdenes o llevarían permiso de hacer, yo no sé. El hecho es de que había que desbaratar esa columna fascista a como diera lugar, para que el pueblo viera el peligro que era un fascismo. Y fue su derrota del fascismo, aún ya organizados, ya en México organizados, fue su derrota porque se tuvo empuje, mucha fuerza; a nosotros nos mataron como unos ocho, ocho compañeros.
JB.- ¿Y ustedes con qué pelearon?
BG.- Pues no llevábamos nada. Yo llevaba cal y una pistola, pero esa pistola me la dio... no me recuerdo, ¿quién me la dio? Estaba yo en el Frente Único del Volante cuidando yo sola; pero no me acuerdo quién me dio la pistola "Te quedas aquí y mandas a los compañeros para allá". Porque llegó un compañero, que lo mataron por cierto, con cal, aventándola, ¿cómo se las íbamos a aventar?, yo no sé. Ya cuando había la cosa enfrente, había que echarla, iba a llegarle a los ojos, pos cómo no. Había que llevar armas con qué pelear. El Partido nunca nos da armas, jamás. Allá el que la lleve de su propio gusto, ése corre de su cuenta. Pero si nos matan, nos matan inocentemente, sin tener con qué defendernos. Nunca da armas, "defiéndete como puedas. Y si caes, pos caes, y si no, nada" Nunca jamás nos han dado armas así, bueno, es decir, por el Partido, nunca nos dice: "lleven ustedes armas", nunca se nos armó a nosotros.
Ahí en el Zócalo fue cuando los que llevaban pistola la usaron; yo llevaba la mía, un compañero me dijo: "Bueno, y yo cargo pistola"; entonces se la di la pistola, pero yo no me acordaba que guardaba una pistola aquí, porque era tanta la angustia que se tenía por tanto muerto que iba a haber. Yo le di la pistola y no supe a quién. Allí en el Zócalo estaban los guardias; las mujeres desarmaron a algunos soldados, pero pos nos agarraron ya palanqueando; pos nos agarran, nos quitan los rifles; pero no nos meten a la cárcel, nos sueltan. Ellos no creían que las mujeres íbamos a quitarles las armas. Pero al fin pues nos quitan y vuelven con sus armas y nos dejan luchando.
Las abanderadas... yo por más que le corría, ¡chihuahua! a agarrar a las abanderadas, por atrás de los caballos, porque yo, pues tenía agilidad de brincarle al caballo, pero entraron ellos con unos caballos, y todos muy buenos caballos que llevaban. Mucha mujer abanderada, mucha mujer abanderada que iba. Pero entraron los chóferes del "Volante" como tanques. Como tanques usaron los coches, y ahí fue adonde se derrotó al fascismo.
Y no quedó ya nada. Sólo quedan los sinarquistas, y luego el PAN que todavía existe, pues socavados, sí, pero ya tendrán todavía la cosa fascista; algunos pos ya estarán cambiando, pero no cambian ellos, tienen la misma línea, ya menos, pero todavía el PAN es sinarquista, y los sinarquistas estaban muy fuertes, muy fuertes, sobre todo en Querétaro. Ahí era la mata del sinarquismo. Entonces, el clero los ayudaba. Pero ahí fue la muerte del fascismo; pues nosotros a la pelea. Tuvieron más; a Nicolás Rodríguez, se le metió un verduguillo de un compañero.
JB.- Pero no murió ahí Nicolás Rodríguez...
BG.- No, fue lueguito. Y muriendo el jefe, pues... Eso no está bien, porque a nosotros los comunistas, agarran al jefe, y se sigue adelante, ¿quién?, como sea, pero se tiene que poner inmediatamente alguien que sustituya al dirigente. No se muere, sigue adelante. En otra organización, ésta, hiriendo a Nicolás Rodríguez, se acabó la cosa. Y de ahí se va a la frontera, y me parece que en la frontera murió Nicolás Rodríguez.[13] Sí, salió herido ahí, un compañero le metió el verduguillo, no había más para desbaratar la matanza que se avecinaba de los campesinos que estaban ya en el Zócalo, porque había campesinos en el Zócalo.
JB.- El 20 de noviembre...
BG.- El 20 de noviembre. Entonces los campesinos, sin armas y sin nada, pues éstos entraron así, y nos querían cercar, envolver; pero alguien tira un "cuete" y era la orden de entrada del Frente Único del Volante, y ¡ándale! Y ahí fue donde se perdió mucha sangre, se acabó la pelea, pero ya era nochecita.
JB.- ¿Pero que otras organizaciones aparte de los chóferes apoyaron esa lucha?
BG.- Había muchas organizaciones.
JB.- ¿Cuáles?
BG.- Aparte de los chóferes, los tranviarios, que eran muy fuertes; por ejemplo, organizaciones chicas, pos muchas organizaciones que necesitaría yo tener aquí; pero fueron poquitas, poquitas, las gentes que supieran pues, pocos los que logramos saber qué era lo que iba a suceder. ¡Que si nos hubiéramos organizado nosotros antes, tan bien como ellos, hubieran visto lo que hubiera sucedido! Pero no se organizó con tiempo el encuentro con Nicolás Rodríguez. Nomás "ahí vienen" y se amanecieron los "Volantes" y ya para las ocho de la mañana ya Nicolás estaba arriba de sus caballos. Entró despacio, como a la una o dos de la tarde entró al Zócalo. Como éstas, ahorita se acabó la pelea.
JB.- ¿Y la C.G.O.C.M. de Lombardo no participó?
BG. No recuerdo, no recuerdo si participó; no creo que Lombardo haya participado, que haya mandado gente. Fueron los puros comunistas, fueron los que hicimos frente ahí en esa lucha. Luego nos volvimos a agarrar otra vez con Los "Camisas Verdes" ahí en la Alameda, y tuvimos otro encuentro ahí, pero ahí sí nos organizamos, pues se apoderaron de la Alameda, sí, se apoderaron. Y les caímos así y a desarmarlos, pos ya ellos no estaban bien organizados, desde un punto de vista para combatir así con lógica. Ellos nomás iban a disparar y a matar.
Teníamos entonces también una organización que se llamaba "El Socorro Rojo" que se dedicaba sólo a atender a los enfermos y a la gente menesterosa; se recogía ropa, se hacían bodegas para nosotros mismos, nos daba ropa la gente. Teníamos pues ropa para ayudar a los compañeros que no tenían ropa, y algo de alimento; en fin, era una organización fuera del Partido, pero del Partido, que era la que ayudaba a los presos, para sacarlos, para mandarles alimento, atender exclusivamente la cosa menesterosa; "El Socorro Rojo", una cosa muy buena que había. Entonces en la Alameda, ahí fue donde nos cayeron "los Dorados", en San Jerónimo no recuerdo que número, nos agarraron con las puertas abiertas, se metieron y a herir con esas cosas. Pues nosotros estamos acostumbrados a pelear, entonces ellos pues con sus palos, pero pues uno sin armas, sólo con la maña, bueno pues entrábamos a la pelea. Y ahí hubo heridos, pero adentro del salón. Lo mismo en Santo Domingo: nos agarraron "Los Dorados", antes de Nicolás Rodríguez; pero hicieron unos engranes así, unas cosas que caminan, ¿cómo se llaman? con picos; en Santo Domingo, ahí se corrió mucha sangre también con esos engranes que llevaban ellos en unos palos así, con picos que daban vueltas, ¿cómo se llaman? Sí, eran engranes.
JB.- Han de ser mazas, como unas bolas que tienen picos, como una especie de púas, para pegar.
BG.- Para pegar con eso. Ahí en Santo Domingo nos cayeron ahí. Se iba a legalizar el Partido ya. ¿Sería con Cárdenas? Sí, era con Cárdenas; ya había dado Cárdenas la orden de legalizar el Partido. Ya nos organizamos todos, pero sin pensar que "Los Dorados" nos iban a caer. Y nos envolvieron y a golpear, sin poderse uno ni defender ni nada. Nomás golpe y golpe, comenzaron a golpear, pues. Pero pues sí tuvimos nosotros muchos heridos, pero también la pelea fue bonita porque muchos compañeros les quitaron a muchos dorados, les quitaron los estos palos con engranes que llevaban.[14]
JB.- En aquella época de la lucha contra "Los Dorados", ¿usted recuerda acerca de la CROM, si tuvo alguna ayuda para ustedes?
BG.- No, la CROM no. No, la CROM nunca; se salían los compañeros y venían al Partido Comunista, de la CROM; pero que la CROM enfocara filas, o así alguna defensa de la CROM, no. Nunca, tuvo eso; era gobiernista y listo. Antes no había sindicatos blancos, pero ya se perfilaban; fue cuando se fueron haciendo ya sindicatos blancos... Se les salían trabajadores porque hasta ahora lo hay, y sale uno o dos que estén en una fábrica, se salen al Partido Comunista.
JB.- ¿A ustedes no les dieron ninguna explicación, por ejemplo, cuando el Partido Comunista entregó sus sindicatos a la C.T.M.?
BG.-Bueno, no había explicación más que dar; como le digo, vino la desbandada cuando Cárdenas, entonces cada uno se acomodó en su lugar, y olvidó, olvidó a los sindicatos. Ya, pues teníamos que comer, ya no estábamos duro y duro con el sindicato. Entonces la CTM: "Venga pues, para acá" y pa' pronto. "Ingresen aquí, ingresen" y la gente tuvo que ingresar. Ora no puede un trabajador decir: "Pues voy a luchar". ¿Cuál es la causa por la que el trabajador no puede luchar? Muy sencillo: porque ya no encuentra trabajo en ningún otro lado; entonces está cargando al burro todavía. A los 30 años ya no le dan trabajo. Ora las famosas cosas de hacerles examen y vuelta y vuelta, y un trabajador entra a un trabajo y ya no se sale.
Pero ahí fue adonde explota la gente, las chambas y chambistas, y dos y tres chambas y cuatro chambas y fue chamba, ¿verdad?
JB.- ¿Hasta para los del Partido Comunista?
BG.- Hasta para los del Partido Comunista, sí, pues no había trabajo para los comunistas. Una gente del Partido Comunista tenía bola negra, no se le daba trabajo. Entonces estas gentes, aunque fueran comunistas tenían necesidad de tener trabajo, porque el hambre pues, en un momento dice: "Tú tienes que buscar trabajo". Entonces hubo trabajo para los comunistas.
JB.-- ¿Y usted cree que debido a eso perdió un poco de combatividad el Partido?
BG.- Así es, sí, perdió, pues se alejó de la gente. Cada quien en su trabajo, y por aquí, por allá, y perdió bastante influencia sobre la gente, ya no era la misma cosa. Cárdenas empezó a florecer y ya fue una vida mejor para la gente del Partido, para el proletariado que se moría de hambre. Hasta yo me las pasaba; todos, todos... Teníamos que ayudar nosotros al Partido Comunista para que tuviera dinero para poder hacer todas las propagandas y todos los grupos nuestros teníamos que ayudar a eso. Entonces el hambre para el Partido Comunista era tremenda. Llega Cárdenas adonde no le importó que fueran comunistas, se les daba trabajo. Y en esa época no había quien entrara a trabajar a ningún lado, ni aún en una fábrica. "Son comunistas", y como nosotros no nos callábamos, luego, luego.
Esa fue la realidad; luego vino Cárdenas. No, ya con la cosa de Cárdenas, la cosa se le da más holgura, se le da rienda suelta al proletariado, que se estaba organizando y pues ya se acaba la cosa del Partido; es decir, no desaparece, pero ya cada uno se sintió ¿no?, yo sí. Con Cárdenas, entré a trabajar, en 37. Ahí entré yo a trabajar; hasta yo me acomodé al Correo, entré a trabajar al Correo. Me siento a ver leer, sentadita todo el día, cruzada de brazos.
Yo llegué al Correo haciendo chuzas también, y vamos, y organicé; soy fundadora del Sindicato de Correos.
JB.- ¿Cómo se fundó el Sindicato de Correos?
BG.- Con puros comunistas. Sí, se fundó porque ya entraron a telégrafos, entramos muchas gentes al Correo, mucha gente al telégrafo, mucha gente para todos lados; entonces, pues los comunistas hicimos el Sindicato de los Correos. Y se perdió gente también cuando se fusionó Correos con Telégrafos; entonces los comunistas perdimos también bastante gente en esa fusión que se hizo
JB.- ¿Por qué?
BG.- Porque pues a unos ya los empezaron a hacer jefes; bueno ya era el momento en que se pensara en las hambres que se habían pasado en aquellos momentos. Hasta yo ya pensaba, -yo he de haber tenido mis 32 años-, ya no era cosa de... La fuerza del Partido se había dispersado por todos lados. Ya cada uno, ya no era la cosa de estar agrupados para una lucha, como era el fascismo que se veía, que aunque uno se fuera a morir o de hambre o de lo que fuera, la cosa era defender a México de que el fascismo no llegara. Para nosotros era la tarea más grande que teníamos: el fascismo sobre todo, lo demás no importaba. Que no entre el fascismo, hacer frente, tener las organizaciones decididas para hacerle frente al fascismo cuando llegara. No se si sabrán ustedes la cosa de Almazán: era un fascista. Y, ¿quién puede negar que Almazán no ganó? El fascismo ya estaba en México, era una cosa que ya por donde quiera "Heil, Hitler, Heil Hitler", eran muchas gentes, sin organización seguramente, pero en Correos a mí me saludaban "Heil, Hitler" determinadas compañeras en determinados departamentos. Cuando yo entraba a trabajar, todos, pero al mismo tiempo, me provocaban para hacer yo alguna cosa y echarme fuera del correo; parece que ya los tenían aconsejados, seguramente había un plan para sacarme a mí de Correos. Porque yo organizaba y le seguía diciendo a los compañeros que había que hacerle frente al fascismo. Entonces "Heil, Hitler, Heil Hitler" y entraba yo, y no hacía caso.
JB.- ¿Era todavía en la época de Cárdenas?
BG.- Fue ya Ávila Camacho, ¿Verdad?
JB.- Bueno, porque en la época de Cárdenas fue muy importante la lucha contra el fascismo; se habló de hacer el Frente Popular ¿se acuerda? ¿Y por qué razón no se llegó a hacer el Frente Popular finalmente?
BG.- Pues no me acuerdo por qué no se hizo el Frente Popular. Hubo el Frente Popular, pero en pequeña escala. Siempre se organizó en pequeña escala. Es decir, por ejemplo, está, vamos a ver, la Liga Anti-imperialista, que venía a redondearse con el Frente Popular, y otras organizaciones, muchas organizaciones con distintos nombres para ya organizar la cosa popular. Vienen ya otras cosas y se empiezan a desmoronar solos, y ya no se llevó a cabo nada. Lástima.
Se acerca la Segunda Guerra Mundial y entonces nos fortalecimos porque por dondequiera se luchaba hablando sobre Hitler, sobre todo eso. Entonces el pueblo de México se preparó para hacer frente a una invasión ya en México. Porque en la Baja California ya ahí estaban los japoneses haciendo bases, porque ellos habían hecho causa común con Hitler, al principio como Estados Unidos, como todos estos; y ahí ya había bases, en esta "María Auxiliadora", también ahí estaban haciendo bases ya fascistas. Teníamos la parte de aquí en Texas, por esa parte de ahí todavía teníamos todo eso, ya casi había bases, por todos esos lados ya las bases estaban listas. Hitler no quiso; seguramente dijo: "Para irme para la América, eso ya es fácil" y hubiera sido fácil si no se va a Ukrania; ahí fue adonde a Hitler le falló, entrando a Ukrania. Entonces abandona la América y dice: "Pos ya para la América, para que voy, si yo ya tengo..." Tenía a Garrido Canabal en Tabasco; Gonzalo N. Santos en San Luis Potosí; ¿a quién otro tenía? Almazán se movía por todos lados, entregados ya al fascismo, era una cosa así. Y ¿cuál era el otro? Estaban entregando todo eso al fascismo. Ahí le falló a Hitler, si hubiera venido primero a México, México fuera fascista. Y se regresa para allá, uh, pos, pos, se atontó.
JB.- Claro que arriesgábamos una invasión norteamericana.
BG.- Porque antes todavía, la intervención americana (en la guerra), no la hubiera habido si Hitler no empieza a dominar todo: París, Francia, a bombardear y a tomar posesiones. Cuando Estados Unidos se da cuenta que él iba a ser una de las víctimas del fascismo, fue cuando se compuso. No hubiera habido invasión americana si Hitler no hubiera cometido tantos errores. Errores, quiero decir, de haber ido incendiando; si hubiera subyugado a los pueblos sin hacer asesinatos tan terribles como los que se hicieron, Estados Unidos sí se hubiera aliado con él para apegar a la América Latina y apoderarse de ella junto con Hitler.
JB.- Entonces, aprovechando todo eso, el Partido Comunista se fortaleció.
BG.- Se fortaleció. Se fortalece el Partido Comunista y México era ya, un momento, estaba en un momento que se hubiera tomado el poder. Bueno, vamos a suponer: hubiera sido una utopía pensar que se iba a tomar el poder. Pero, ¡ah!, estaba también éste que murió, Ezequiel Padilla, entregado al fascismo.
JB.- ¿Y Calles?
BG. ¿Y Calles? Bueno, pues Calles en un momento era fascista él también. Calles y Estados Unidos, ustedes saben qué era un Calles en México. Entonces el fascismo era inminente que hubiera llegado a México. Pero pos le pegan allá, y una vez pegándole allá, en ese momento ya vienen las elecciones, que fueron las de Cárdenas.
Vino la cosa de Avila Camacho, pues que casi se le entregó la presidencia. Porque en esa época el partido estaba todavía muy fuerte, cuando a Avila Camacho se le entrega la presidencia. Entre Lombardo, Encina, ¿quién era otro? Nosotros teníamos candidato, era el general Mújica, que era de izquierda; y hasta se había lanzado ya la propaganda alrededor de Mújica y entramos y que se lanzaba Rojo Gómez como presidente, pero Mújica ya tenía mucha fuerza. De momento nos vamos a una asamblea y nos damos cuenta con que ya Mújica ya no iba a ser. Y otra vez que ya tampoco Rojo Gómez. Bueno, nos quedamos pensando: ¿Bueno, el Partido dice que ninguno de éstos. Bueno, vamos a esperar". Y se espera el momento decisivo cuando sale la convocatoria diciendo que Avila Camacho iba a ser el presidente.
JB.- Dicen que Avila Camacho ayudó al sinarquismo e incluso le dio una colonia en Baja California. ¿Usted se acuerda de eso?
BG.- Ahí está en el libro de Mario Gill, ahí está.
JB.-Ahí lo leí, pero no sé si usted se acuerde de más detalles.
BG.- Mi marido fue a hacer un reportaje sobre, a ver cómo estaba la colonia, cómo la estaban desarrollando. Iban a colonizar a María Auxiliadora, en donde no era posible vivir porque ya estando Abascal allá, en la colonia, hubo un cambio de gobierno en donde lo dejaron solo. Ya no recibía alimentos; no recibía cosas, el agua que era lo que más les preocupaba, porque no había agua; estaba muy desierto aquello. Cuando se acabó la colonia, Abascal se regresa a vender, se regresa Abascal y muchos se quisieron quedar en la colonia, y dicen que hay gente, que hay gente, que han logrado hacer algo en esa colonia. Y a Abascal lo dejan solo. Llegó mi marido ya cuando se estaba desertando la gente. Abascal incluso todavía estaba allí apoyando a la gente, pero pos creo es lejos para ir a traer alimentos y el agua y todo eso les empezó a fallar. Después me dijo mi marido que ya había agua, que habían logrado los campesinos, bueno, que habían quedado gentes y que en una fecha, no hace muchos años me dijo que la María Auxiliar va para arriba. Así que fechas sí no le puedo dar.
JB.- Y luego, Avila Camacho entregó a Alemán, ¿no?
BG.- Sí. Ahí fue adonde empezó el Partido a fallar. Estábamos muchos descontentos, sobre todo la base, la base que qué caray, pos la base era la que luchaba más y esperando siempre del Partido. Llegado pues el momento éste en donde se le entrega a Alemán, amanece una convocatoria: ¡Apoyo a Alemán! Alemán siendo gobernador en Veracruz, había hecho muchos asesinatos, según se decía, por medio de los hombres que tenía, por ejemplo a los Armenta, en Acayucan; eran una especie de guardia blanca que tenía Alemán. Entonces ésos tenían dominados a todos los campesinos. Y ahí, los campesinos, ah, pues ya van al Partido Comunista, cuando tenía toda esa presión de los Armenta allá en Acayucan. Entonces los campesinos pues se vinieron con el Partido Comunista, donde debían de luchar, debíamos de luchar por evitar eso. Y en una manifestación que se hizo se le gritó, la base descontenta: "¡No queremos a Alemán! ¡No queremos a Alemán por esto y esto y esto!". Se le señalaban todos los asesinatos que se cometían, pues tenía quién los hiciera. Pero amanece la convocatoria, ya diciendo que era Alemán. De allí vino que el Partido perdió fuerza.[15]
JB.- ¿Cuándo entró Dionisio Encina al Partido?
BG.- ¿En qué fecha entraría Dionisio al Partido? No recuerdo, no me acuerdo de la fecha.
Los Personajes
JB.- Para continuar lo que estábamos conversando la otra vez, quisiéramos que nos hablara un poquito de José Revueltas, de cómo lo conoció...
BG.- Revueltas era un chamaco que yo lo recluté; tendría Revueltas como unos 15 años aunque ahora dicen que murió de 62 años, me parece. Yo recluté a Revueltas por ay entre los 26, 27 y 28, entre los 28, 29 y 30, por ay reclutamos a Revueltas. Se reclutó porque yo no fui una dirigente, tenía arrastre entre las masas, nunca tuve la cosa de dirigente, o de que la gente me seguía a mí, no fui personalista nunca, tuve una cosa propia mía que no me acomodé como dirigente o ser algo. Me gustaba andar entre el pueblo, pero las responsabilidades eran aparte. Entonces Revueltas era chamaco, ha de haber tenido sus trece, catorce años, por ay así. En los mitins se pegó, y ya se fue con nosotros, y supo la casa mía, y ya hicimos el grupito de chamacos.
JB.- Y de su personalidad. ¿Cuándo usted lo conoció, cómo era Revueltas? Su manera de ser...
BG.- Bueno, pues era un muchacho bastante centrado que sí quería la revolución, quería, pues todo lo que queríamos todos los revolucionarios: el poder. De cuándo lo conocí, ya le dije...
JB.- Sí, que era un niño de quince años, nos dijo, un muchachito de quince años. ¿Pero cómo era su personalidad?
BG.- En aquella época, vamos a hablar de aquella época, yo ya lo dejo a Revueltas, ya se queda con su propia vida hecha, según él.
JB.- José Revueltas fue a las Islas Marías. ¿Cuándo? ¿Por qué?
BG.- José Revueltas fue a las Islas Marías estando Mújica en el poder. Orita está mi amiga que sabe en qué fecha se fue su marido también. Yo también iba a ir a las Islas Marías en esa época...
JB.- ¿Por el 29?
BG.- En 28, sí, en 28 nos agarraron, ¿adónde nos agarraron a todos? Ibamos a las Islas Marías. Iba Gómez Lorenzo, Revueltas, de estos nomás me acuerdo. ¿Quiénes más? Un grupo de tres hermanos Ibarra. Y de mujeres que íbamos a ir era Margarita Gutiérrez, yo, una rusa y otras compañeras, ya no me acuerdo los nombres.
JB.- ¿Dónde los agarraron?
BG.- ¿Adónde nos agarraron a todos esa vez? Nos agarraron y nos mandaron a Tlaltelolco; ahí estuvimos en Tlaltelolco. Déjeme ver, voy a recordar tantito,... Pues sí, no me acuerdo, en dónde nos agarraron, tres mujeres se fueron; a mí no me llevaron porque yo estaba muy delicada... hicimos huelga de hambre, y entonces, ¿por qué fue que nos agarraron a todos? Antes de Cárdenas, sí, antes de Cárdenas, porque ya había llegado Mújica, aquí llegó Mújica que fue el que dio la orden de que salieran los presos de las Islas Marías. Ah, pues Mújica estaba de jefe allá en las Islas Marías. Era el director de las Islas Marías, y él fue el que ordenó que salieran todos los comunistas, pero no recuerdo la fecha, ni por qué, no me acuerdo. Ya el tiempo... Además, era una alegría para nosotros hacer lo que hacíamos y las fechas pues nunca interesaron. Yo fui una de las que no interesó, y a nadie, a nadie. Caíamos, y bueno ya caíamos; que ganamos, pues bueno que ganamos. Las fechas eran cosas que no nos interesaban.
Entonces para mí, pues, desde el momento en que él empieza a vacilar sobre su vida revolucionaria, entonces yo me alejo de Revueltas.
JB.- ¿Por qué a vacilar?
BG.- Bueno, ya no tiene él la idea revolucionaria como empezó, hasta que fue a las Islas Marías; de las Islas Marías todavía estuvo él bien dentro del Partido. Ya después él se hace un escritor y empieza, no digo a traicionar, pero ya coge él otro camino, un camino propio, suyo, de estar dentro de la cosa intelectual, escribiendo sus libros, tomando, y abandona la lucha revolucionaria. Cuando en el 68, pues sus declaraciones de él no eran bastante halagadoras para el momento. El todo decía: "Yo". No sé si ustedes han leído sobre toda su prisión: "Yo hice esto, yo estuve aquí, yo fui allá y yo", todo se lo adjudicaba él, a pesar de que pos podía en ese momento hacerle daño a todo el movimiento o a todos los presos que estaban allá adentro.
Bueno, sale ya de la prisión y vuelve otra vez a su vida que él había creado ya, una vida propia para él y ya. Se retiró del movimiento revolucionario y actuaba solamente de acuerdo con su modo de pensar y el grupo que lo rodeaba. Entonces pierde él realmente la cosa revolucionaria, como muchos tantos; pero yo no puedo decir que Revueltas traicionó al movimiento; se alejó, hizo su propia vida. El Revueltas que conocimos, cuando éramos jóvenes, que teníamos la esperanza en él de que fuera un gran hombre, un gran líder, se pierde. Empieza a tomar, empezaría a tomar él en 1939, 40, ya casi a raíz de la Segunda Guerra Mundial ya empezó él a tomar, completamente se entrega al vicio. Reacciona, vuelve a escribir y vuelve al vicio. Eso fue lo que yo pienso que lo echó a perder a Revueltas. Ora, en tiempos pasados en que él era un revolucionario, realmente fue un revolucionario José Revueltas, pero dejaría el movimiento, ya de luchar, todavía entre los 39 años; en 1939 todavía él actuaba como un revolucionario.
Viví una vida bonita. Y Revueltas la vivió también, pero ya que se hizo hombre, cogió otro camino, se desvió, más bien dicho, ya tuvo su desviación. El vino lo fastidió a él; tomaba muchísimo.
JB.- Igual que su hermano Silvestre.
BG.- Igual. Lo que no podía yo entender, porque en esa época, ¡cuidado con el vino! Una gente que tomaba... pues de ahí él salió también, ha de haber salido porque tomaba, entonces lo tuvieron que sacar, por alguna indiscreción que pudiera tener. Y el que tomaba no podía ser miembro de un Partido Comunista. No era la cosa de puritano ni nada de eso, sino tener la responsabilidad de un pueblo que se está luchando por él. Entonces en los bailes nos las poníamos, pero era un baile. Y ya de ahí, el que quería tomaba, y el que no, pos tampoco. Porque no podía:
- ¿Viste a Fulano?
- No, ése no puede ser miembro de un Partido Comunista!
Por no oír uno esas cosas, no tomaba uno. Algunos compañeros, sí, pero se tomaba y listo, no había borracheras, casi no se concebían los compañeros tomados. También había ese cuidado.
JB.- ¿Y usted conoció a Valentín Campa?
BG.- Claro.
JB.- ¿Cómo era?
BG.- Desde que yo entré al Partido, Campa ya era miembro del Partido Comunista; Laborde era el Secretario General. Entonces viene el cambio de Laborde y Campa tenía el cargo de... Subsecretario ha de haber sido, ya que estaba siempre con Laborde. Así que el tiempo que tiene todavía Campa de lucha en el Partido, ese tiempo tengo yo de conocer a Campa. Campa era un hombre bastante centrado, muy inteligente; daba los acuerdos, a conocer acuerdos. Laborde le confiaba para que estuviera en algún lugar que tenía que estar Campa; muy querido, por cierto, de todos, porque a todos nos trataba bien; nos daba una dirección, qué era lo que debíamos de hacer en los momentos críticos que se presentaran, porque pos se tenían que presentar aunque uno no los buscara o no los provocara. ¿Y qué le podría decir yo de su inteligencia? Yo quiero mucho a Campa, porque alrededor de ellos, de Campa y Laborde, ahí es donde surgí yo, con su dirección de ellos. Pueden ser mis maestros, se puede decir, porque yo atendía mucho a lo que ellos decían, a lo que ellos hablaban de todo. Entonces, hasta ahorita yo quiero mucho a Campa y él también me estima.
JB.- ¿Y de Mario Gill qué nos cuenta?
BG. Ora sí, esto sí se me olvidó por completo, lo de Mario Gill. Fue un trancazo para mí realmente. Entonces viene Mario Gill.
Yo no conocía a Mario Gill, que ahora era mi esposo. Lo habían comisionado para que entrevistara a Consuelo Uranga, a Cuca García y a mí. Pura coincidencia que yo tenía que ir al Partido y ni él me conocía a mí, ni yo a él; a través solamente de los periódicos me conocía, y de protestas que él hacía en Tampico, porque él en Tampico era donde radicaba y de aquí le mandaban las protestas para que en Tampico las llevara a cabo. Así que por eso él me conocía, pero personalmente no me conocía Mario Gill. Entonces llegué yo al Partido y le dije:
- Compañero ¿quién está aquí en el Partido?
- Pues nada más yo -dice-. No hay nadie.
- Bueno -le digo- yo vengo a buscar a Consuelo Uranga; le dice que yo necesito verla, que Benita la vino a buscar.
Entonces él salta:
- ¿Usted es Benita Galeana?
- Sí, yo soy Benita Galeana
- Hombre, ya me evitó la cosa de irla a buscar, porque yo tengo aquí una entrevista que le voy a hacer a usted.
- No compañero. A mi ya me han retratado mucho los periódicos. No quiero ya que nadie me entreviste. Estoy haciendo un libro; estoy entretenida haciendo un libro.
- ¿Usted esta haciendo un libro?
- Sí.
Desde ese momento él se olvida de las otras entrevistas y se va conmigo a ver el original que yo había hecho. Lo leyó con mucho trabajo, pero al fin lo tradujo, con mi escritura que le faltan letras casi a todo; con “mamá”, nomás ponía "ama". Ora sí ya siquiera ya puedo un poquín, ya puedo. Pos total él sacó en limpio el libro y se dio a la tarea de publicarlo.
JB.- ¿Cuál fue ese libro?
BG.- Benita. Se publicó en 1939 o 40, me parece. Y tuvo mucho éxito. Se agotó la edición. Pero después ya no tuve ganas. Me decían:
- Vamos publicando de nuevo el libro.
- No, yo ya no, no lo publico ya; dizque se quede eso muerto; ya el que lo leyó, lo leyó.
Y él antes de morir me dijo:
- Yo quiero hacer Benita otra vez.
- No, ya no te estés molestando en hacer tantos libros. Total ni te dejan nada. Yo aquí me la paso a veces con hambre mientras tú escribes... Y otra vez Benita".
Pos no logró convencerme de que yo diera la autorización para que se publicara Benita. Después de muerto él, me recordé que él tenía mucho interés en que se publicara Benita, y fui con "Extemporáneos" y se lo llevé luego, a ver si lo publicaba, y salió un libro de eso que yo no creía que era libro, que ay se iba a hacer un libro y ya se me quedó la cosa grabada de que yo tengo que hacer esas narraciones que yo voy haciendo, pero ya no encajarían los cuentos. Aunque hay muchos cuentos, por ejemplo, no cuentos, sino cosas que yo quisiera, pero para hacer otro libro político. Entonces ya no está él, para que él me pasara eso en limpio, y le diera forma. Me está costando mucho trabajo éste, pero ya lo tengo casi. A la niña, una niña que yo estoy criando, le enseñaron máquina, y ella me está pasando en limpio nada más, sin correcciones ni nada. Además no sé yo qué se corrige ni que nada. Así con ella, pero ya siquiera se encuentran las líneas claras. Entonces, pues para hacer otra cosa política, necesitaba, por ejemplo, volver otra vez a recordar. Y cuando vienen los muchachos:
- Te acuerdas de esto?
- Ah, qué quisiera yo tener todos esos recuerdos.
Pero ellos, los viejos amigos, compañeros, me recuerdan. "¿Te acuerdas que hiciste esto?"
JB.- ¿Cómo era su vida de militante? El militaba en el Partido.
BG.- Mario Gill... pues para una esposa es difícil estar hablando sobre su marido. ¿Qué se podía decir de él?
Solamente que fue un gran comunista, un hombre que me comprendió, un hombre que me dio libertad, que nunca peleábamos; aunque yo no amaneciera en la casa, él sabía que si yo no venía a la casa era por alguna cosa importante, y si pasaban tres días y yo no regresaba a la casa, era más importante. Cuando yo regresaba a la casa, ni me preguntaba porque habíamos hecho un pacto de no preguntarnos. Sabíamos que íbamos a tal lado: "Sí, me toca ir a tal lado". De ahí yo no me podía ir a las cosas groseras estas, porque yo tenía una libertad, porque era revolucionaria y mi esposo era un hombre revolucionario, y no había por qué hacer estas cosas feas que hacen las mujeres. Entonces tuve un compañero, un gran compañero.
JB.- ¿Cuánto tiempo duraron casados?
BG.- Treinta y siete años, 37 años duré. Y para hablar de Mario Gill se necesitaba otra gente. Yo puras alabanzas puedo decir de él.
JB.- ¿Cántos libros escribió Mario Gill?
BG.- Tiene Primeros Sinarquistas, Nuestros Buenos Vecinos, así grandes; El Valle del Fuerte, ¿cuál otro? Como nueve, diez, pero en folletines. En folleto tiene Hiroshima vía Cuba; un folletito que se llama Los Escuderos; también otro que se llama Episodios Mexicanos, que está agotado; Los Ferrocarrileros o el otro, La Década Bárbara, así grandes, ah!, La Huelga de Nueva Rosita, como diez.
JB.- ¿Y él vivía principalmente de escribir?
BG.- ¡Ay, no! ¡No vive nadie! A no ser que Blanco Moheno, Márquez, estos escritores; su literatura de él era pura revolucionaria. El trabajaba artículos donde le encomendaban, un artículo ahí, otro allá, otro acá, y de planta con Marcué Pardiñas en Política, ahí trabajó; y luego artículos que alguien le encargaba; también con Cosío Villegas, ahí estuvo trabajando con él, era investigador de Villegas, el que hacía las investigaciones.
JB.- ¿En El Colegio de México?
BG.- Andaba investigando cosas de Cosío Villegas. Estuvo trabajando mucho tiempo con él. Le encomendaba alta literatura, de ese tipo escribía Cosío; entonces ahí también trabajaba. Y cuando se le acababa por comunista, tampoco trabajaba, porque era comunista, y la que trabajaba era yo, de lo que fuera, pero había que ayudar al compañero. Así que la vida de Mario Gill fue la más dura. Porque los dos nos entendíamos, los dos sabíamos que no debíamos de agarrar un trabajo indecoroso, por ningún motivo. Entonces nos entendíamos muy bien los caracteres. El era miembro de un Partido Comunista, y yo miembro de un Partido Comunista al que debíamos respetar; hubo un respeto mutuo. Si no había trabajo, si se le agotaban los trabajos: "Te fletas, Benita, aunque sea a vender cualquier cosa". Cuando él no tenía nada de trabajo fue cuando, con las hambres que pasábamos, él se ponía a escribir. Ahí distraía su hambre, escribiendo, escribiendo sus libros. Mientras no tenía trabajo, él hacía sus libros. El tiempo decía hasta cuándo, allá de vez en cuando: "Pues que ya, ahora sí, Mario Gill, te damos trabajo para que escribas artículos". Bueno, magnífico. Pero también fue víctima de la vida burguesa. Yo no tanto.
JB.- Murió de...
BG.- Sí. Yo en la Unión Soviética anduve muy atormentada porque mi esposo ya andaba malo del cáncer, así que para mí el viaje fue muy doloroso; no lo concebía sabiendo que llegando aquí a México se me moría él; no pude gozar de ese viaje. Mi tormento no me lo podía permitir que yo viviera, conviviera el momento de un paseo que fue lo último que iba a tener de él, que ya la vida se le iba cortando a él.
Ahora, la prisión; a un trabajador lo agarran preso, lo desgracian adentro de una prisión si tiene hijos. Porque no entran a la prisión otras organizaciones más que el Partido Comunista. Otras organizaciones las dejan desfilar magníficamente, y así, al Partido Comunista no lo dejan, sencillamente no lo dejan desfilar, sabe el Partido Comunista que van a ser heridos sus miembros. ¿Qué objeto tiene que les hieran? El gobierno tiene a los halcones, exclusivamente para ir a golpear y a asesinar al que se le ponga enfrente. Yo creo que son del gobierno porque pos, ¿qué otra cosa puede ser? La CIA, pos la CIA y el gobierno saben muy bien, porque si quieren limpiar a México de la CIA, es fácil, agarrar gringos. "No me entran gringos aquí", no entran gringos aquí"; pero los tiene adentro. ¿Qué gente no puede pensar que el gobierno mismo permite semejantes cosas? Ahora la CIA, la CIA, y la CIA. Así que...
Y simplemente yo, ora que estaba Díaz Ordaz viene el 68; por el 68, yo trabajaba en el Seguro Social, y tenía una hija que se me casó, y la empujaba. Pero esta niña, aunque nos oyera a mi marido y a mí, ella no le tomaba atención a lo que nosotros platicábamos. Yo la empujé en 68: "entra a la pelea"; pos cuando me fueron a avisar en el trabajo: "Oye, tu hija..." ¡y no me puedo salir! ¿Por qué? Porque no me podía salir de mi trabajo. Y allá me eché a morir, pensando en mi hija, en que si me la habrían matado allí. Era en el Zócalo; por fin convencí a la directora ¿Y a qué iba si no había camiones? Habían paralizado todo y apagado las luces. Ni veía uno por dónde, pos me tuve que regresar a mi trabajo. Viene la cosa de Tlaltelolco, pos estoy trabajando ¿qué gente puede abandonar el trabajo? que pos eso de salirse sin permiso, tampoco. Ya lo supe yo en la noche. Y allá andaba la hija, porque se había ido pues, con los estudiantes. Como dicen: "Duele más el pellejo que la camisa", pos yo estaba angustiadísima; más cuando ella no sabía pelear, más cuando ella no sabía ni a qué iba con los estudiantes, pero bueno, no sabía ni a qué. Pos yo la empujé a que fuera. No le pasó nada; si no, yo estuviera cargando esa situación... sabiendo que la niña no sabía pelear y la empujé a que fuera con los estudiantes. Y si la hubiera yo visto decidida y que
- Sí, mamá, yo voy para allá.
- Bueno éntrale, pero ya es tu decisión.
Pero no, empuja tú a la criatura que no sabía nada, pues, estaba criándose como una muchachita con todas sus comodidades. Pues no me podía salir del trabajo, estaba atada, sin poderme ir a ver qué pasaba a Tlaltelolco, pos no me pude mover.
Y después viene la cosa que había que hacerle valla a Díaz Ordaz un 1º de septiembre, acabando de pasar lo de Tlaltelolco, y dan un día a los trabajadores inconscientes, pos un día por otro, por el día que se les hace valla a cualquiera gente de estas, pos la gente va, por tener un día de descanso y con esta razón u otra. Entonces pos que sí, todos firmaron.
- Y fíjate, Veneno -me pusieron "La Veneno" ahí en mi trabajo- ay, Veneno, ¿tu qué vas a hacer?
- Pues no sé qué cosa voy a hacer.
- Ya te toca firmar.
- Ah, pues no creas, no pienso ni nada. No se qué cosa voy a hacer, estoy trabada.
- Pos vas a ir a firmar.
Bueno, que llego; la directora: "Va usted a firmar. Aquí no hay quién sabe qué, y todos a firmar". Le digo: "Pos lo peor del caso es que yo no voy a firmar", y eso estando ya por jubilarme. "Que yo no voy a firmar, porque no voy a firmar por el asesino de estudiantes, de trabajadores, de niños", quién sabe qué, un discursito que le hice. "Así es que no firmo. Voy a firmar mi declaración diciendo que no voy por esto y esto y esto, porque no merece este asesino que yo, Benita Galeana, vaya". Y todos: "¡Veneno, no lo hagas!" ¡Y lo hice a días de jubilarme! Claro que ya cuando llegué aquí, ¡a esperar las consecuencias! Pero les puse ejemplo que ni me cesaron y que no debía uno de hacer esas cosas, acabando de poner de luto a la ciudad. No era posible. Pues la gente va a hacer valla por el día, o porque antes se descontaba quién sabe cuánto al que no fuera a hacer valla. Después ya agarraron que un día de descanso, y eso le gusta a la gente. Un día de descanso por otro que va a hacer valla...
JB.- ¿Y al que no va, no le hacen nada?
BG.- No, ahora no les hacen nada, ya no hacen nada, nomás el día del descanso. Antes sí había eso, pero ahora ya no; el que no va, entra a su trabajo, ésa es la cosa. Yo no fui, entré a mi trabajo yo solita, pero esperando que se leyera lo que yo había mandado, y que ya llegara mi cese. Todo ese tiempo estuve esperando; ya cuando pasó un mes, me dije: "No, pos ya se olvidó. Ya no me cesaron". Y se lo dije a todos los trabajadores ahí juntos. "Esa declaración sé que me va a costar mi trabajo", pero yo solamente sabía cómo estaba por dentro. Y la jubilación esa... Ora dígame, uno que no tiene conciencia no hace nada por temor a que le quiten el trabajo. Y los tienen bien agarrados, está bien agarrada la gente ahí; el que agarra un trabajo ahorita pues no puede ser comunista, aunque tenga muchas ganas. Dos o tres muchachos ahí:
- ¿Y cómo le haces tu Veneno?
- Pos mira, yo en las noches si puedo ir, voy y se discute tantas horas.
- ¿Y luego pa' regresarte?
- Bueno, pos yo todavía me doy mis mañas pa' regresarme.
Y así, unas dos o tres gentes salieron al Partido, del Seguro, de mi dependencia. Pero no se puede ir de aprendizaje, ésa es una; la otra, un trabajador no se puede trasladar. Tiene que traer sus treinta pesos, la mitad de su salario mínimo para trasladarse a su casa. Gastarse los treinta o los veinte pesos, y eso si no vive lejos. Ora dígame, los que viven en Iztapalapa si van a tener cien pesos para pagarle al chofer para venir a engrosar filas comunistas. No se puede. Esa es mi teoría, ahora lo estoy viendo. Toda la gente que no tiene trabajo y que no tiene nada que perder, bueno, pues engruesa, ¿a qué viene, qué esta haciendo? Si no tiene otra cosa, pues engruesarse a las filas del Partido Comunista, que es su única defensa. Eso pienso yo, pero eso es una cosa personal que ahora después he venido viendo, la situación del trabajador.
Quién sabe si les platiqué que a mi hija la agarraron presa.
JB.- No, ¿en 68?
BG.- No, no, ella era niñita, tendría nueve o diez años. Pues sí, hay que entregar a mi casa, adonde vivía yo. Ellos, su mira era saber los domicilios, los locales, porque no los sabían. Había un cuidado sobre el personal del Partido Comunista, un cuidado, que no como quiera se daban, nos dábamos los domicilios, ¿verdad? Porque no sabíamos, porque en todo hay traidores, hay entreguistas, eso no vamos a pensar en que no. Entonces éramos muy cuidadosos con los locales de los compañeros. Pero me agarran a mí y entonces había que agarrar a mi hija, y la detienen; una cosa muy chusca que le pasa a ella. Entonces la agarran, pero como ella andaba entrenada conmigo, y estaba oyendo siempre y hablamos sobre eso de las traiciones, de quién podía traicionar, quiénes eran. Había veces que estábamos sesionando y de repente caía la policía: es que había alguien que había denunciado. Entonces la agarran a ella y le dan juguetes y le compran muñecas, le dan una bolsita así con dinero, su muñeca, sus dulces:
- Ahora sí nos dices dónde.
- ¿Sí? pos yo no vendo a mi mamá…;
Ha de haber tenido como ocho años.
Ustedes están comprándome, con este dinero se compran cosas, y mi mamá no es cosa. Y esta muñeca que me regalaron -bueno, dicho por la policía que le interrogaban a mi hija- y esta muñeca es para que yo juegue, y también es para que yo entregue a mi mamá. Y los dulces no me los voy a comer, porque es para entregar a mi mamá. Nosotros vivimos en la Alameda; ahí dormimos, ahí comemos, y ahí caminamos y no tenemos casa.
De ahí no sacaron a mi hija. Pues ya fue cuando pedí yo que me la trajeran, porque me avisaron que habían detenido a mi hija. Entonces ya me la llevan y me dice:
- ¿Verdad mamá que esto no se regresa?
- Claro que no, no se regresa. ¿Quién te lo dio?
- Un Frías jefe de la Policía, me dijo.
- No, no se va a regresar.
Les dije yo que me trajeran al que le había comprado las muñecas a mi hija y el que le había dado para que me entregara. Y sí lo trajeron.
- Este señor, mamá, me dio dinero; otro me dio la muñeca y otro me trajo. Y a todos les dije yo que vivíamos en la Alameda, y como yo no te entregué, ni sé adónde vivimos, ¿verdad mamá?
- No, hija, no sabemos adónde vivimos.
- Esto se me queda a mí, porque ellos me lo ofrecieron, ellos me lo dieron. Es mío.
- Es tuyo, mi hija, tú te lo ganaste.
Han de haber sido unos veinte pesos, unos veinticinco, pero en moneda, su muñeca y sus dulces, así que ni a ella la pudieron comprar. Una niña débil que no actúa, que no sabe, que siempre estaba conmigo y siempre a los mítines, siempre pa' todos lados, la niña tenía esas ideas, de que no se debía de traicionar a una gente por ningún dinero. Luego en algunas huelgas ¿qué no le podría decir? se me han olvidado, a mí me quisieron comprar, ¡qué me compraban!, y ella oía eso, que me ofrecían dinero para que yo vendiera la huelga. Entonces la niña oía que no se debía de recibir ni un centavo a ninguno porque eran los enemigos del pueblo. Y ella pues estaba muy entrenada.
- No regreso.
- No regresas nada, hija, tú te lo ganaste a pura fuerza.
Así que me dejaron a mi hija; después ya me dijeron que la niña salía, que si yo quería, que saliera. "Claro, que ella se vaya a la Alameda, allá a su casa". Ora pa' cuidarnos, ella, al tiempo que la dan libre, van compañeros por ella, pos ya saben cómo cuidarse de que no los fueran siguiendo; ya casi conocía quiénes eran agentes, se conocían el tipo de agentes; se hacían paradas en tal lado, hasta que llegaba uno a su casa, ya despistando. Así que estas luchas para mí fueron por lo que viví una vida bonita.
JB.- ¿Hubo muchas expulsiones del Partido?
BG.- ¡Cómo no! No sé si conoce, no, no ha de conocer a Salgado, Andrés Salgado.
JB.- Pues no lo recuerdo.
BG.- Ora tiene un sindicato por ahí por el Carmen; Olivo Solís, a ése me tocó expulsarlo a mí de la célula. Salió expulsado; no sé qué cargos le hice, y más bien pos ya lo traíamos de encargo, y ya él se estaba desviando, entonces había que sacar a Olivo de ahí. Salió Olivo; luego sale Salgado como en 39, Salgado sale del Partido, y también se entrega. Y claro, como digo, al calor del Partido quedó mucha gente preparada para llevar un sindicato, tener uno un sindicato. Olivo tiene uno, Ramírez tiene lo suyo, Fulano lo suyo, todos tienen; pero se formaron al calor del Partido. Ahí se educaron, ahí fue educada la gente. Entonces, si tuvieron fallas, van pa' fuera, así se le reconociera durante el tiempo que fue trabajador, pero ya con sus errores no puede estar una gente dentro del Partido Comunista, con errores.
Como verá usted, el Partido Comunista tuvo un momento muy hermoso, para que hubiera hecho una organización tan fuerte, que le hizo frente al PRM como era antes; hubiera desorganizado al PRM, pero no sé los dirigentes qué fue lo que pensaron, pues dejaron esa organización ¿cómo se llamaba esa organización?... Lo que era el PRM, ora es Partido Revolucionario Institucional. Ahora es el que nombra a sus presidentes "Ahí les mando este presidente y porque ahí va", y a ver, ¿quién le hace frente? ¿Campa? Yo di doscientos pesos para el ánfora, y así pasan las ánforas, para recoger para su campaña. Ora Campa no iba a ser un presidente, no llegará a presidente, desde luego, no iba a llegar. Pero sí le dice a la gente: "¿Y por qué anda el candidato gastando dinero del pueblo? ¿Por qué?"
Hoy fui a comprar queso a Aurrerá, ¡Hombre! ¡El 4% en el queso y en la crema! ¡No, señor! "Llévese usted esto", le digo:"¡No!" Pues cómo, ¿el queso de lujo? El jamón, todas las carnes frías entran con el 4%. Y la campaña de este señor, ¿quién la está subvencionando? En cada entidad que va, una explotación para el pueblo, exprime al gobernador, y ¡ándale pues, vamos! y ahí va la gente. Entonces el Partido Institucional dice: "Este es tu presidente. Aquí no hay más".
Orita me he alejado un poquito del Partido porque ya no salgo, porque ya no veo, porque los camiones se me pasan, porque no tengo modo de trasladarme a la hora que yo quiero, que no se me haga de noche, que esta cerradita es peligrosa[16] para una niña que yo tengo en la escuela que luego a veces se vienen mariguanos a fumar aquí, a echarse cosas. Me ven a mi hija a media noche, a las ocho y pico o nueve que llega de la escuela. Dígame usted, en este lugarcito, ¿qué le puede suceder a mi criatura? Es por lo que yo no ando orita en las filas del Partido, por cuidar a mi muchachita y por esta otra cosa, de que ya cumplí mis setenta años. Entonces no tengo la misma agilidad; he perdido años, pues pierde uno mucho en estas cuatro paredes. No hay otra cosa. Ora hubiera modo de luego que llega uno, agarra su coche, su camión, bueno. Además tiene que traer uno cincuenta pesos, o lo menos treinta pesos para agarrarse al carro o algo. Y orita un trabajador no puede desprenderse de esa cantidad porque ya no lo puede hacer uno que trabaja con el salario mínimo para andar p'allá y para acá. Por ejemplo, aquí en la Universidad, que yo he andado en algunos lugares, cuando es temprano. Entonces, ahí estoy dos horas parada esperando un camión a las tres de la tarde, para llegar con tiempo a las cinco ahí a Coyoacán. Mire pues, qué trampa es para nosotros, la gente menesterosa, que no tenemos para coger y agarrar un coche. Y que estuviera el coche, ¡vámonos! para ayudar a la campaña a Campa. Es una cosa que no puede.
Siempre que me acuerdo, viví una vida muy bonita. Tuve una vida muy hermosa porque, sobre todo cuando no se tiene qué comer, en la mañana, y el estómago ya no pide, ya se acostumbró! Y unos fríos, ni con qué taparse uno, ni abrigo ni nada. Le daban un abriguito, "mira nomás", ya llegaba con su abrigo.
Es mucho decir de que yo y yo, pero a mí nadie me señala para nada. Yo fui una comunista honesta, real, responsable ante el pueblo, porque yo fui una líder que arrastraba mucha gente; yo era líder donde se producía, por ejemplo:
- Hay que ir a hablar a tal lado.
- ¡Benita!, Benita!
Entonces yo tenía madera para conquistarme a aquella gente. Era la líder para el momento en que se me encomendaba un trabajo. Acabando con mi trabajo ya no era la líder; nunca tuve tampoco el pensar de que "yo ya soy una líder, por dondequiera me aplauden, adondequiera me llaman y me busca la gente". ¿Quién puede decir de mí nada, absolutamente nada? Yo fui honesta dentro de mi partido y lo sigo siendo, puedo seguir siendo porque tengo inyectado eso; ¡se me grabaron tanto esas luchas tan duras que teníamos!; cuando no era con uno, era con otro, y cuando no era con la policía, con los sinarquistas, con los Dorados, dondequiera las organizaciones apoyadas por el gobierno, por el clero, todos esos nos perseguían a nosotros, siguen persiguiendo al Partido. Son gentes puestas por el Gobierno para en un dado caso agarrarnos con los sinarquistas, como ahora están los Halcones, como ahora están los Boinas Rojas, como ahora están, así era. Así que nosotros los comunistas nos teníamos qué defender no tan sólo de la policía, sino de las organizaciones puestas por el gobierno; todavía las hay, no se pueden acabar.
Pues, es todo lo que sé; “ai” son cosas que llevan ustedes incompletas realmente. Pero que no quepa duda: ¡Yo fui una comunista honesta, real, responsable ante el pueblo!
[1] Humberto Musacchio, Diccionario enciclopédico de México, Andrés León editor, 1995.
[2] La Jornada, 11 de septiembre de 2004.
[3] Jorge Basurto, Vivencias femeninas de la Revolución, INHERM, Premio Salvador Azuela 1993.
[4] Jorge Basurto, Cárdenas y el poder sindical, Era, 1983.
[5] ¿fotografías?
[6] Manuel Rodríguez. (La Jornada, 11 de septiembre de 2004)
[7] Meetings. El plural "mítines" es de uso posterior.
[8] "Ustedes" porque se dirige a José Estévez, auxiliar en la entrevista, y a quien la realiza.
[9] Ferretería alemana confiscada por el gobierno durante la Segunda Guerra Mundial y devuelta a sus propietarios por Miguel Alemán mediante, según se dice, una "gratificación" de un millón de pesos.
[10] Miguel Angel Velasco había sido propuesto como candidato a la Secretaría de Organización y Propaganda de la C.T.M.; su triunfo fue cuestionado por el grupo de Fidel Velázquez quien lo ocupó con el apoyo de Lombardo.
[11] Jefe de la organización fascista Acción Revolucionaria Mexicanista, contraria al gobierno de Lázaro
Cárdenas, contra el que pretendió levantarse en armas. El enfrentamiento al que se refiere tuvo lugar el 20 de noviembre de 1935.
[12] Secretario particular del presidente.
[13] Se refugió en Mission, Texas y murió en 1940 en El Paso.
[14] En octubre de 1940, los Dorados, casi en extinción, asaltaron las oficinas del Partido Comunista.
[15] Manuel Avila Camacho dijo después al PC:"Nos equivocamos, ¿verdad?" (Entrevista con Dionisio Encina.)
[16] Se refiere a la calle donde vive.