Arnoldo-Chuchos, caminos que se bifurcan
Jenaro Villamil Rodríguez / Medios, política y diversidad sexual
jenarovi@gmail.com
Una de las primeras decisiones adoptadas por Jesús Ortega Martínez cuando finalmente llegó a la presidencia nacional del PRD, en noviembre de 2008, fue cortar la pensión para los consejeros eméritos del partido. Una de esas pensiones era para Arnoldo Martínez Verdugo, exsecretario general del Partido Comunista Mexicano, excandidato presidencial en 1982 por el Partido Socialista Unificado de México (PSUM) y, paradójicamente, uno de los personajes claves en la fundación del partido que ahora dirige la corriente política conocida como Los Chuchos.
Martínez Verdugo, a sus 84 años entonces, no tenía otro ingreso. Vivía modestamente en la delegación Tlalpan. Relegado por sus propios excolegas del Partido Comunista al interior del PRD, ahora recibía un golpe de mando de su viejo adversario: Jesús Ortega, a quien él alguna vez consideró como parte de los "socialistas del presidente", en alusión a la condición de partido paraestatal del Partido Socialista de los Trabajadores (PST), en la década de los 80.
La pensión a Martínez Verdugo sólo se restableció unos meses antes de su fallecimiento, cuando Jesús Zambrano, integrante también de la corriente Nueva Izquierda, llegó a la presidencia nacional del PRD. A petición del actual senador Alejandro Encinas la dirección perredista trató de enmendar ese error.
"Le retiraron su apoyo mensual. Me parecía una canallada porque si alguien fue el verdadero impulsor del PRD fue el propio Martínez Verdugo", rememoró Alejandro Encinas, contendiente de Jesús Ortega en las polémicas y fraudulentas elecciones internas de 2008.
La eliminación de la pensión a Martínez Verdugo y a otros consejeros eméritos no sólo era una demostración de menosprecio. Minimizó el papel que jugó el excandidato presidencial de 1982 en la fundación del propio partido. Sin su venia, el Partido Mexicano Socialista (PMS) no hubiera accedido a ceder el registro al PRD, que provenía del Partido Comunista Mexicano (PCM).
Porfirio Muñoz Ledo, impulsor de la Corriente Democrática del PRI y expresidente nacional del PRD, confirmó a Proceso que Martínez Verdugo jugó un papel fundamental para que el naciente Partido de la Revolución Democrática, en 1989, heredara el registro legal del PCM, el mismo que dio origen al PSUM, en 1981, y al PMS, en 1987.
En casa del entonces secretario general del PMS, Gilberto Rincón Gallardo, se reunieron varios integrantes de la dirección de este partido, incluyendo a Jorge Alcocer, Heberto Castillo y el propio Martínez Verdugo. Rincón Gallardo propuso la idea de cederle el registro del PMS y varios de los presentes miraron a Martínez Verdugo, considerado en ese entonces como el principal líder político sobreviviente del comunismo mexicano. Martínez Verdugo apoyó esta posibilidad.
Muñoz Ledo recordó también que Martínez Verdugo sugirió que el nombre del nuevo partido fuera "de la revolución democrática" porque "era un concepto que ellos ya traían desde la fundación del PSUM".
Martínez Verdugo "ya había avizorado una eventual fractura del sistema político hegemónico que podría conducir al surgimiento de una corriente democrática y tal vez a su desprendimiento, desde antes de 1988", afirmó Muñoz Ledo.
De hecho, el primer representante del naciente PRD ante el Instituto Federal Electoral fue Martínez Verdugo, en 1989. Su suplente, un político que promovió la ruptura del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y se había acercado al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. Se trataba de Jesús Ortega Martínez. El fundador de Nueva Izquierda al poco tiempo sustituyó a Martínez Verdugo en el IFE.
Los "socialistas del presidente"
El desencuentro entre Martínez Verdugo, secretario general del PCM de 1963 hasta 1981, y la corriente ahora conocida como Los Chuchos, está en el origen de las tensiones actuales del PRD.
Formaron parte de las dos caras de la izquierda partidista: el PCM y otros grupos que representaban a la corriente independiente del poder político del PRI y la del PST, que junto con el PARM y el PPS eran considerados una "izquierda paraestatal", creada al final del sexenio de Luis Echeverría y que obtuvo el registro también en 1979, tras la reforma política impulsada por Jesús Reyes Heroles.
El duro encontronazo se dio a raíz del fraude electoral de 1986 en Chihuahua. El PST y su entonces dirigente histórico Rafael Aguilar Talamantes, defendió la tesis del "fraude patriótico", esgrimida por el PRI para justificar la derrota de los "conservadores" del PAN. Desde la tribuna de San Lázaro, Martínez Verdugo criticó a esos integrantes del PST como "los socialistas del presidente". Entre ellos estaban Graco Ramírez y Jesús Ortega.
Desde su condición de secretario general del PCM e impulsor de la unidad de los grupos de izquierda independiente, Martínez Verdugo fue un interlocutor fundamental y directo de Jesús Reyes Heroles, entonces secretario de Gobernación en el sexenio de López Portillo, en esa primera reforma política que dio origen a la Ley de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales. Esta reforma es considerada por distintos especialistas como "el parteaguas" que permitió la apertura electoral del viejo régimen priísta y aceleró la creación de nuevos partidos políticos.
La reforma política aceleró la creación del Partido Socialista Unificado de México en 1981. Un año después, Martínez Verdugo fue el candidato presidencial del naciente partido y le reconocieron poco más de 820 mil votos (el 3.48 por ciento) en 1982.
Para las elecciones legislativas de 1985, el PSUM tuvo 12 diputados federales coordinados por Arnoldo Martínez Verdugo, frente a igual número de diputados federales del PST, coordinados entonces por Rafael Aguilar Talamantes. Los otros partidos considerados "paraestatales" también tenían una bancada significativa: el PPS y el PARM, 11 legisladores cada uno; mientras que el PRT y el PMT, los dos nuevos partidos independientes de izquierda, tenían seis cada uno.
En aquella bancada coordinada por Martínez Verdugo estuvieron Demetrio Vallejo, histórico líder de los ferrocarrileros que se había separado de Heberto Castillo en el PMT, Ramón Danzós Palomino, Leopoldo de Gyves, Arturo Whaley, Jorge Alcocer, Eduardo Montes, Gerardo Unzueta, Rodolfo Sánchez Rebolledo, Pablo Pascual y Eraclio Zepeda.
La primera prueba de unidad para el bloque de legisladores de izquierda independiente con la oposición del PAN (con 38 diputados federales) fueron las elecciones estatales de Chihuahua. El fraude de 1986 logró, por primera vez, la alianza entre diputados del PSUM, PMT y PRT con los panistas. Integraron el Movimiento Nacional Democrático para protestar contra el fraude. Ahí participaron Pablo Emilio Madero, del PAN, Arnoldo Martínez Verdugo, del PSUM, Heberto Castillo, del PMT, Luis Sánchez Aguilar, del PSD, y la excandidata presidencial del PRT y dirigente de las madres de los desaparecidos, Rosario Ibarra de Piedra.
El Movimiento Nacional Democrático acordó convocar a un foro nacional de protesta contra el fraude en agosto de 1986, y sostuvieron encuentros en Ciudad Juárez con los panistas de Chihuahua que encabezaron una huelga de hambre: Luis H. Álvarez, Francisco Villarreal y Víctor Manuel Oropeza (ver Proceso, No. 511).
Durante su intervención en San Lázaro, Martínez Verdugo argumentó así la alianza contra el fraude en 1986:
"Tengo la convicción de que esta convergencia es algo que debemos desarrollar con la máxima amplitud, en defensa del voto, contra el fraude electoral, contra un sistema electoral que ofende la dignidad del pueblo. En torno de esta tarea, esta coincidencia es de aquellas que pueden impulsar realmente el cambio que nuestro país necesita".
"Vivimos una democracia fraudulenta, falsa", sentenció. Y propuso que frente a la política del fraude electoral, "opongamos una solución social. Un pacto social nuevo, en el terreno más elemental de la democracia: el respeto al voto" (Ibid).
No fue ésta la única actitud de menosprecio que vivió Martínez Verdugo, pero sí la más dura. Tampoco era la primera vez que Jesús Ortega Martínez minimizaba el papel de la figura considerada ahora como el "principal visionario" de la unidad de las izquierdas.
Hacia la creación del PRD
El fraude de 1986 en Chihuahua y la víspera de la elección presidencial de 1988 aceleraron la creación de un nuevo partido de las izquierdas independientes. Arnoldo Martínez Verdugo, desde el PSUM, y Heberto Castillo, dirigente del PMT, impulsaron junto con otros grupos que quedaron al margen del proceso unificador de 1981 la fundación del Partido Mexicano Socialista, en 1987.
A él se sumaron también el Movimiento Revolucionario Popular, el Partido Patriótico Revolucionario, la Unidad de Izquierda Comunista y una fracción del PST que se separó de Aguilar Talamantes.
El propio Jesús Ortega justificó así su separación de Aguilar Talamantes y su integración al naciente PMS:
"Hay que recordar que nosotros rompimos con él cuando nos dimos cuenta que estaba en una actitud oportunista, y al servicio de intereses que no eran del partido, y partimos la mitad al PST, para formar el PMS. Eso fue importante".
El PMS tuvo una vida breve. Tras una intensa elección interna, Heberto Castillo ganó la candidatura presidencial para 1988, pero ya la escisión de la Corriente Democratizadora del PRI y la fundación del Frente Democrático Nacional (FDN) en torno a la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, obligó a la nueva organización de izquierda a tomar una definición.
Martínez Verdugo, junto con otros dirigentes históricos, fueron definitivos para convencer a Heberto Castillo que declinara su candidatura a favor de Cárdenas. El PMS fue el último partido en sumarse a Cárdenas y el primero en impulsar la fundación del PRD.
El FDN "es una creación muy importante, pero ya no responde a las exigencias del movimiento contra la consumación del fraude y la democratización del país", declaró entonces Martínez Verdugo.
Convencido de que había que diluir el FDN, Martínez Verdugo propuso la creación de un nuevo partido. De lo contrario, sería muy difícil establecer candidaturas comunes. "El PRI se aprovechó de nuestra dispersión", sentenció Martínez Verdugo en septiembre de 1988, recién confirmado el fraude electoral (ver Proceso No. 620).
A 25 años de distancia y durante el festejo de sus 88 años de vida, la revista Zurda, dirigida por Alejandro Encinas, le dedicó un número especial a Arnoldo Martínez Verdugo que anticipó las reflexiones surgidas a raíz de su fallecimiento, el 24 de mayo pasado.
Encinas remató así su reflexión sobre el legado de Martínez Verdugo:
"El último dirigente del Partido Comunista Mexicano asumió que era indispensable dialogar con las demás fuerzas políticas, pero inalterablemente asumiendo una postura sólida y digna, donde los principios y la autonomía no están a negociación.
"En tiempos en los que se pretende reinstaurar la premisa de que todo lo que no gire en la órbita presidencial es subversivo, la izquierda enfrenta el dilema de cómo relacionarse con el régimen, evitando el fantasma de la división que le persigue como una maldición".
Arnoldo y el gran viraje
Enrique Semo / Proceso
esemo602@hotmail.com
En los años que siguieron a la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética (1989-1991) casi todos los partidos comunistas del mundo se disolvieron o quedaron reducidos a la marginalidad. En algunos pequeños países siguieron en el poder y el Partido Comunista Chino sigue gobernando al país más
poblado de la tierra, en una fuga meteórica hacia el capitalismo y un futuro desconocido.
Pero el Partido Comunista Mexicano fue una excepción. Decidió disolverse en 1981, casi una década antes de los sucesos aquí citados, para constituirse en un nuevo partido junto a otros de izquierda radical: PMT, PPM, PSR y MAUS, los cuales hicieron públicos los propósitos de unidad orgánica el 15 de agosto. El PCM, único partido que había conseguido ya su registro, lo puso a disposición de los otros y el XX Congreso del PCM acuerda la fusión en una sesión especial el 5
de noviembre. El 6 de noviembre en la madrugada Valentín Campa firmaba el acta de desaparición del PCM y la creación del Partido Socialista Unificado de México, en el cual finalmente el PMT no participó y la organización política Movimiento de Acción Popular, se sumó.
La disolución del Partido Comunista Mexicano no obedeció a las mismas causas que la desaparición de los otros partidos comunistas. Fue fruto fundamentalmente de procesos mexicanos y por eso podemos decir que su ruptura con 62 años de historia de defensa a contracorriente de su existencia debe ser analizada en forma diferente a la de otros partidos en el mundo y tuvo consecuencias inesperadas para toda la izquierda mexicana. Ganada la legalidad, el PCM comprendió que sólo en la unidad con otras fuerzas podía crear un partido revolucionario de izquierda digno del país.
El viernes 24 de mayo de 2013 murió a los 88 años Amoldo Martínez Verdugo, quien fue secretario general del PCM desde 1963 hasta su desaparición, y artífice principal de la unidad con otros partidos de izquierda. En muchos sentidos su figura queda identificada inseparablemente con la izquierda actual, fruto de un gran movimiento unitario, venido a menos, que en la actualidad ha cumplido ya su ciclo histórico.
A raíz de un homenaje reciente y de su muerte, mucho se ha escrito sobre él y poco sobre el partido que dirigía. La decisión de la disolución del PCM en 1981fue unánime desde la dirección hasta el último militante y eso es mucho decir para un partido que en su última etapa estuvo libre de caudillos o caciques. Arnoldo Martínez Verdugo fue el primero entre iguales en la Comisión Ejecutiva y el Comité Central, que después de largas discusiones habían llegado a esa conclusión. El acto unitario fue una decisión de un partido que conocía la democracia interna como nunca antes en su pasado.
En el PCM, en 1981, había discusiones sobre muchos problemas y diría yo incluso una fuerte lucha interna, pero nunca sobre la necesidad de crear un partido de izquierda con la participación de personas de diferentes ideologías, cultura política y grados de militancia.
Pero, ¿cómo era Arnoldo? El personaje debe ser objeto de un libro que haga honor a la complejidad de su personalidad intelectual; a la modestia bordeando en la timidez de su carácter (por ejemplo: en el libro de Historia del comunismo en México, dirigido por él, es uno de los pocos dirigentes que no aparecen en el índice onomástico); a la honestidad existencial, común a muchos otros comunistas, pero difícil de entender desde el mirador de la clase política de nuestro tiempo, donde la ley que reina es "el que no transa, no avanza".
La honestidad política de Arnoldo Martínez Verdugo daba por entendido que la causa está por encima del individuo, que las negociaciones con organizaciones de orientación diferente no podían ser materia de intereses personales, sino pura y exclusivamente los intereses del partido. Su honestidad personal y política hoy prácticamente ha desaparecido en nuestro país.
Yo pondría a los defectos de simulación, codicia material, afán de poder a toda costa y ambición de notoriedad y fama, como ajenos, extraños, opuestos a la personalidad de Arnoldo Martínez Verdugo. No era un serafín, ni estoy dejando correr mi imaginación, y no acostumbro la adulación de los vivos ni de los muertos.
Arnoldo era un hombre complejo, modesto y profundamente honesto. También era ligeramente tartamudo, falto de humor y demasiado sensible a las majaderías.
Lo conocí a principios de 1962 en el local del Partido Comunista, en la calle de Tabasco. Yo tenía 31 años y él entre 37 y 38. Andaba yo gestionando mi ingreso al partido junto con mi amigo lván García Solís y estaba muy preocupado porque la respuesta tardaba.
Después del encuentro con Amoldo se desvanecieron las dudas y reticencias y entré de lleno a la organización. Muy rápidamente se trabó, a iniciativa suya, una amistad que al principio me honraba y me costaba entender. Pero al poco tiempo la razón de su dedicación al trato conmigo quedó aclarada. En un viaje en mi automóvil a la imprenta de nuestro partido, a cargo del inefable Prócoro, para revisar pruebas de la revista Nueva Época, a cuya redacción fui integrado en 1962, desde su primer número.
–Lo principal en la reconstrucción del partido –me dijo– es formar un grupo dirigente que sea a la vez fiel (al partido, no al dirigente), capaz, experimentado y sobre todo inteligente –mientras aspiraba profundamente, como lo acostumbraba, su cigarrillo– ¡y a veces pienso que sería más fácil comenzar la tarea totalmente de nuevo, desde cero!
Durante una década o más Arnoldo se abocó a la construcción del grupo dirigente. Y esto exigía el trato personal con un grupo más o menos selecto, a quienes iba formando en la práctica y en la teoría para las tareas de dirección. Las atenciones, la constante preocupación por el individuo, su situación y la de sus familias, especialmente los que estaban presos, retratan al hombre que nunca esperó ni quiso ser un mandarín arbitrario.
El año en que ingresé al partido fue precedido por una serie de sucesos nacionales e internacionales que permitieron a los comunistas mexicanos dar un fuerte giro en su orientación y actividad política. Primero en la esencia del ser comunista, el informe secreto de Nikita Jruschov en la sesión cerrada del XX Congreso del PC de la Unión Soviética en 1956, iniciaba el proceso de desestalinización de todos los partidos comunistas, aun cuando cada uno lo fue integrando en forma diferente y a ritmo distinto. Al informe no siguió un debate ni una votación y sólo se difundió lentamente y a través de diferentes canales. Pero
la pretensión de los círculos anticomunistas de que sólo estaba dirigido a una élite es totalmente falsa y absurda. Encina, el secretario general del PCM que asistió a la sesión, informó sobre ella pero desconozco su contenido. Pronto se publicó íntegro en varios periódicos estadunidenses así corno en Le Monde y L' Unitá.
Algunos compañeros de la dirección del PCM conocían extractos del documento que comienza así: "Después de la muerte de Stalin, el Comité Central del partido (PCUS), comenzó a estudiar la forma de explicar... el hecho de que... es ajeno al espíritu del marxisrno-leninismo, elevar a una persona hasta transformarla en superhombre, dotado de características sobrenaturales... de un conocimiento inagotable... de una visión extraordinaria... y también, de un comportamiento infalible".
Arnoldo conoció muy pronto el documento y me lo comentó en términos claramente positivos, sobre todo en lo que significaba para la organización interna del PCM, en el cual había existido el culto a la personalidad (o como decía él, de la persona) del secretario general anterior Dionisio Encina y en el pasado, el culto
a Stalin había causado desastres al partido.
Segundo, el triunfo de la Revolución cubana en 1959, que entusiasmó a toda América Latina probando que la revolución socialista era posible a 90 millas de la costa estadunidense y que sus formas de lucha y resultados, no coincidían con los manuales marxistas elaborados en Moscú y planteaban en forma totalmente nueva los problemas de la revolución en el continente.
Tercero, las grandes luchas sindicales de maestros, ferrocarrileros, minero-metalúrgicos, petroleros, telegrafistas y otros sindicatos menores que entre 1956 y 1959 sacudieron a todo México, por su carácter simultáneo de demandas económicas y sobre todo políticas. La estructura corporativa del PRI se cimbró en sus profundidades. Sobre todo porque además rápidamente siguieron indicios de movimientos de los campesinos sin tierra, estudiantes y después de profesionistas e intelectuales.
Arnoldo era un hombre sorprendentemente abierto a los cambios, a las nuevas situaciones, sobre todo para el medio dogmático del comunismo latinoamericano. Captó rápidamente el enorme sentido innovador de esos sucesos y la necesidad de reformar el PCM. En las largas pláticas en su casa y los cafés en donde acostumbrábamos reunirnos por lo menos una vez a la semana, comentaba creativamente los nuevos problemas y la relación que debían tener en la teoría marxista, en el programa y la práctica del PCM.
–No podernos quedarnos al margen de los cambios monumentales que se están produciendo –decía–. Se está dando un viraje a nivel continental y nacional y hay que aprovecharlo.
La dirección del PCM, conducida por Dionisio Encina, había mantenido una política muy oportunista hacia los gobiernos del PRI, que desentonaban con la nueva época: "Aprobar los actos positivos de los gobiernos priístas y reprobar los negativos, continuar la Revolución mexicana y pugnar porque la clase obrera se coloque a su cabeza". Pero fue en su política sindical en la que cometió las mayores incongruencias de un partido que aspiraba a dirigir a la clase obrera. Además frenaba toda medida democratizadora. Desde 1956 buscó que los nuevos dirigentes de los movimientos sindicales mantuvieran una política conciliadora hacia los líderes charros y el gobierno, frenando así a las bases. A eso se opuso el Comité del DF y muchos otros compañeros. Defendieron la tesis de que para luchar por sus reivindicaciones en las condiciones de México, los trabajadores tenían que pasar por encima de los líderes charros y llamaron a todos los miembros del partido a sumarse activamente a esos movimientos.
Así comenzó una lucha interna que duro ¡tres años y que acabó por corregir drásticamente la orientación y la práctica del partido y llevar a su cabeza una nueva dirección. Se decidió eliminar el puesto de secretario general para fortalecer el principio de la dirección colectiva. Pese a que el partido, por tomar parte en los movimientos sindicales insurgentes, tenía a muchos de sus dirigentes en la cárcel, se inició una lucha interna cuyo propósito era dar un viraje en toda la concepción de la relación con los gobiernos del PRI y el movimiento sindical, y la democracia interna. Y lo logró parcialmente. Fue en ese proceso que surgió lentamente como figura dirigente principal Amoldo Martínez Verdugo.
Yo había recibido una formación marxista más amplia desde muy temprano y comenzado a militar activamente en la izquierda, a través del MRM junto a Othón Salazar desde 1956. Al mismo tiempo formé el Círculo de Estudios Ricardo Flores Magón, donde convergieron por un lado varios intelectuales marxistas como José Revueltas, Eli de Gortari, Enrique González Rojo, y por el otro militantes destacados del MRM. El encuentro resultó explosivo.
Mientras los intelectuales enseñaban haciendo proselitismo, los maestros jóvenes del MRM leían marxismo y se acercaban al movimiento comunista, del cual sus padres se habían alejado debido a las posiciones oportunistas, subordinadas al nacionalismo revolucionario de la dirección del PCM hacia el movimiento sindical.
De ahí Iván García y yo fuimos a dar al Frente Obrero de Juan Ortega Arenas. Enterados de la lucha interna del PCM y esperando que se produjera el cambio, apenas triunfaron las posiciones renovadoras pedimos, hacia el año 1962, nuestro ingreso.
El PCM a principios de los sesenta vivía en un ambiente de represión aguda y constante. Aparte de las tareas políticas en el movimiento y la elaboración de los principios de una nueva orientación, debía tomar medidas constantes de seguridad. Arnoldo era vigilado y hostigado asiduamente. Aquí podemos hablar de otra de sus cualidades: Una valentía firme, tranquila, casi fría, ajena a toda paranoia o histeria. Más tarde me contó que durante largos periodos se veía obligado a dormir fuera de su casa en diversos hoteles, cambiando de lugar cada noche. Quizá su condición de dirigente principal lo salvó de largas prisiones. El costo internacional de tener a la figura principal del Partido Comunista en la cárcel frenó los excesos del gobierno mexicano.
Mi primer encuentro con las medidas de seguridad en un periodo de represión directa fue la asistencia al XlV Congreso al que fui invitado. Esta reunión se realizó a fines de 1963 en una casa especialmente alquilada. Los participantes fueron entrando en un coche privado, uno por uno para no alertar a la policía con una agitación excesiva. A mi me tocó entrar un día antes del comienzo del congreso. Todas las comidas se realizaban en la casa y estaban a cargo de las hermanas Bórquez. En la noche no se permitía prender luces y dormíamos todos en el piso, en silencio. Las actividades se realizaban cuidando de no alzar la voz.
Fue en ese congreso donde se eligió el nuevo presídium integrado por Amoldo Martínez Verdugo, J. Encarnación Pérez, Manuel Terrazas, Gerardo Unzueta, Alejo Méndez, J. Encarnación Castro, Fernando Granados Cortés, Lino Medina, Antonio Morín y Juan de los Reyes. Cuando salió de la cárcel se agregó Valentín Campa.
Han pasado más de 30 años de la desaparición del PCM. El comunismo que llevó a millones de hombres y mujeres a comprometerse activamente con la política y la lucha contra el capitalismo y el fascismo durante más de 80 años en todo el mundo ha dejado de existir para siempre. Pero la cuestión comunista, la utopía de un mundo socialista no ha muerto y sigue siendo tan actual como antes, porque el capitalismo de hoy no ha resuelto nada y propone un mundo peor que el que había en nuestro tiempo. Entonces me pregunto en una conversación imaginaria con Arnoldo, ¿qué es una derrota en la historia de los pueblos y qué tan definitiva es la que sufrimos? Una cosa puedo decir, con gran alegría. He hablado con excomunistas de muchos países y especialmente en México.
Recuerdo la muy larga conversación que tuve con Volodia Teitelboim antes de su muerte. La inmensa mayoría considera que sus años de militancia comunista, a pesar de todos los sacrificios, fueron los mejores de su vida.
A todos sus familiares, algunos de los cuales no conozco, a Martha Recasens, a Alba su hija que conocí desde niña y a Armando, su hermano, mi sentir mas hondo. Se fue un hombre digno, vertical, que hizo mucho por los trabajadores de México y –¿por qué no?– de América Latina.