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cuando los intelectuales se fascinaron con echeverría
Cuando los intelectuales se fascinaron con Echeverría
Judith Amador Tello y Armando Ponce
Engañados o seducidos por el poder, intelectuales de los años setenta cedieron a la tentación de acortar la famosa “distancia con el príncipe”, que como norma siguen muchos pensadores, y dieron su respaldo al presidente Luis Echeverría
Metidos en un avión, que el escritor Gabriel Zaid bautizó entonces como “de redilas”, varios de ellos acompañaron al titular del Poder Ejecutivo en una gira por Sudamérica y asumieron en la frase “Echeverría o el fascismo” su adhesión al régimen
“Engañados no”, dice convencido el historiador Lorenzo Meyer, quien recuerda que recibió invitación para ese viaje y la rechazó, pero “según dicen, fue vergonzosa la situación”
En el marco de las comparecencias recientes del expresidente ante la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado por las matanzas de Tlatelolco y del Jueves de Corpus Christi, además de Meyer, hablan en entrevistas con Proceso sobre la relación entre los intelectuales y Echeverría, los escritores Elena Poniatowska, Juan Bañuelos y Marco Antonio Campos, el investigador social Isidro Cisneros y Pablo Gómez, representante del PRD ante el Instituto Federal Electoral (IFE)
Mientras Cisneros plantea que así como se está llamando a cuentas a Echeverría, llegó el momento de juzgar a aquellos intelectuales que lo respaldaron, Gómez plantea que las actitudes de éstos no influyeron en el curso del movimiento estudiantil ni democrático del país Pero en lo que coinciden todos es en que un intelectual no debe jamás abandonar su crítica frente al poder
Espaldarazos y puñaladas
Aún sin esclarecerse la masacre del 2 de octubre de 1968 y recién llegado a la Presidencia, Echeverría recibió el apoyo acuñado en la frase “Echeverría o el fascismo”, cuya autoría se ha atribuido lo mismo al escritor Carlos Fuentes, quien se desempeñó como embajador de México en Francia, que al historiador y periodista Fernando Benítez
En entrevista con Proceso (807) en abril de 1992, Benítez respondió ante la pregunta de si había sido de Fuentes:
“Fue una expresión exacta y debo haberla repetido yo en alguna ocasión En ese momento la situación de México era muy grave y podía haber caído en un fascismo del que nos salvó Echeverría Su única medida represiva y fascista fue el golpe en Excélsior Ahí se enfrentaron los poderes de la prensa y del Ejecutivo, pero fue un único caso”
Siete años antes había también declarado en este semanario, cuando se le preguntó directamente si era suya la frase:
“En el Excélsior de Scherer se publicó una frase desde Tokio: ‘Echeverría o el fachismo’ Fui muy criticado Pero en realidad, desde los sangrientos acontecimientos de Tlatelolco —en los que el Ejército tuvo una actuación decisiva para terminar con el conflicto y masacrar a los jóvenes— corríamos el peligro de que el Ejército ocupara el poder con la complacencia, naturalmente, de los Estados Unidos”
En un artículo titulado “Seducidos, llamados y quemados”, Jorge Ibargüengoitia se preguntaba si, por estar cerca del gobierno, los intelectuales eran escuchados, y sentenció (Proceso, 633):
“A mí más bien me parece que está desprestigiando a algunos de ellos Cuando Benítez dijo que para los intelectuales de izquierda no había más alternativa que entre Echeverría y el fascismo, le dio a Echeverría el espaldarazo, muy cierto, pero él se dio a sí mismo una puñalada”
El mismo fundador de los suplementos culturales de Novedades, Siempre!, Unomásuno y La Jornada admitió después que “a los presidentes sólo puede juzgárseles por los resultados de su gestión, cuando concluyen su mandato”, y recordó que él, Fuentes y Víctor Flores Olea habían sido acusados de haber dado la espalda a la matanza de Tlatelolco
Fuentes, quien en un diálogo con el periodista James R Fortson (publicado en 1973 en el libro Perspectivas mexicanas desde París), calificó como “un gesto que sin duda le honra” el que Gustavo Díaz Ordaz se hubiese imputado toda la responsabilidad por la matanza del 68, y tras comparar a Echeverría con Francisco I Madero y Lázaro Cárdenas, respondió a quienes criticaban su respaldo a Echeverría:
“No acabamos de digerir nuestros traumas () Creo que en primer lugar el responsable único fue el presidente de la República de México En segundo lugar, que en Tlatelolco intervino el Ejército por órdenes de la Presidencia y de la Defensa, no de Gobernación Y en tercer lugar, que aunque Echeverría hubiese sido 100% responsable del 68, no podemos hacer una política a base de la noción cristiana del pecado original y convertirnos en estatuas de sal mirando siempre hacia atrás”
Casi tres décadas después, Fuentes explicó a este semanario (1167) que no sólo él, sino otros escritores, como Benítez y Octavio Paz, habían creído en la llamada apertura democrática prometida por Echeverría, pero insistió en considerar que existía realmente el temor de que el poder hubiera sido tomado por los militares
Lo cierto es que no todos los intelectuales fueron seducidos por el poder Gabriel Zaid, quien guardó distancia, escribió en septiembre de 1972 (número 12 de la revista Plural, dirigida por Paz) una “Carta a Carlos Fuentes”, en la que le cuestionaba su amistad con Echeverría, no obstante la represión estudiantil del 10 de junio del año anterior:
“Si eres amigo de Echeverría, ¿por qué no le ayudas privadamente con el mayor servicio que nadie le puede hacer: convencerlo de que Corpus no es un pelo en la sopa de la apertura, sino la prueba pública de si cree que podemos democratizarnos, o si cree, como don Porfirio, que todavía no estamos preparados?”
Zaid se pronunció por la total independencia de los intelectuales del poder Y Fuentes, 27 años más tarde, le dio la razón (Proceso, 1167):
“A la larga, él tuvo la razón, en el sentido de que estaba proponiendo que el intelectual siempre debe ser independiente del poder y no darle un apoyo”
En un texto titulado “Los intelectuales y el Estado: la engañosa fascinación del poder”, publicado en esta revista en febrero de 1996, el historiador Enrique Krauze coincidió con Zaid en que “la mejor relación entre los intelectuales y el Estado es la separación de sus poderes”, y lamentó que quienes se integraron al régimen echeverrista, creyendo “cambiar las cosas desde adentro”, sacrificaron consciente o inconscientemente “lo más preciado: la vocación crítica y la libertad intelectual”
En sus “Personales memorias del sexenio” (Proceso, 5), el escritor Ricardo Garibay narró su experiencia al respecto Desde noviembre de 1968, recordó, se propuso estar lo más cerca posible del poder para incidir “en bien de la nación” en las decisiones, y reconoció:
“Nunca fui informado de nada importante, nunca se me consultó para nada () Me equivoqué () Me pasé de ingenuo Comprobé a mi costa que la inteligencia no debe ni puede estar con el poder, sino enfrente del poder y contra el poder, para beneficio de ambos”
Fascinación por el poder
¿Se dejaron engañar o seducir? Responde Meyer:
“Engañar no, podemos quitar ese concepto, no hay engaño ¿Seducción? Pues yo supongo, porque el poder siempre ha ejercido esa fascinación El intelectual considera que —al menos— conoce parte del mundo de las grandes fuerzas que le dan sentido a la política, al proceso social, a la economía, a la cultura, cree conocerlas o al menos vislumbrarlas y, sin embargo, no tiene absolutamente nada de poder Es la sensación entre el dominio intelectual, la comprensión de las grandes variables y una vida cotidiana en la que no se tiene absolutamente nada”
En su opinión, un intelectual puede estudiar y comprender al poder, pero nunca lo suficiente como para ser parte, lo cual puede ser desagradable para algunos que entonces se sienten halagados al ser llamados y consultados por un presidente:
“Es más atractivo que decir: ‘escribí esto y a ver quién lo lee, un estudiante, una persona de un periódico y listo’, pero también es gente sin poder ‘lo escribí en Proceso y lo leerá sepa la fregada quién y servirá para quién sabe qué’ Pero, en realidad, ése es el papel que debe cumplir el intelectual: el de lanzar las ideas no para el poderoso, sino para el que está bajo el dominio del poderoso”
Enfatiza:
“El intelectual debe estar siempre, por definición, insatisfecho porque la realidad nunca es perfecta, siempre se puede mejorar Entonces, si hay un papel útil del intelectual, es mostrar la distancia que hay entre lo realmente existente y lo que puede existir en un sentido mejor o también peor”
En esta última opción, pone como ejemplo la misma frase “Echeverría o el fascismo” y pregunta si realmente había el peligro de un régimen así o fue la fabricación de una realidad, que no era posible, para presentar a Echeverría “aunque autoritario y parte de la represión, como el menor de los males”
Y es que considera muy duro el término fascista y juzga que utilizarlo para el expresidente es darle mucha importancia, cuando sólo fue “un burócrata autoritario, maquiavélico en el sentido pequeñito del término”
Descrito por el desaparecido Heberto Castillo en un reportaje (Proceso, 136) en el que narra cómo Alfonso Martínez Domínguez, regente de la Ciudad de México durante el echeverrismo, le aseguró que “la matanza del Jueves de Corpus fue preparada por Luis Echeverría”, el ambiente político dividió a los movimientos sociales:
“Echeverría se empeñaba en hablar de ‘apertura democrática’ en tiempos en que las manifestaciones de disidencia se hallaban prácticamente congeladas Los universitarios estaban atrincherados dentro de las escuelas y los únicos movimientos discrepantes eran la guerrilla, urbana y rural Echeverría hacia vislumbrar a algunos mejores tiempos La liberación parcial de los presos del 68 parecía anunciar una apertura más amplia Los rumores de una ruptura entre Echeverría y Díaz Ordaz hacían concebir esperanzas Pero había obvios representantes de GDO dentro del gabinete Alfonso Martínez Domínguez era uno de ellos, Julio Sánchez Vargas, el procurador, otro”
En ese contexto se encontraban también divididos los intelectuales Meyer distingue que siempre ha habido varios tipos de pensadores ligados al poder; el primero, como Lucas Alamán, no sólo se vincula en el poder, está dentro; luego hay otro, del tipo de Justo Sierra, que ejerce el poder desde instituciones académicas; y también los que no tienen puestos administrativos formales pero se relacionan “con los poderosos, más que con el poder” Y aquellos que permanecen al margen y ejercen libremente la crítica
En el programa radiofónico Monitor del pasado miércoles 10 de julio, en un debate entre los analistas políticos, Lorenzo Meyer, Alfonso Zárate e Isidro Cisneros, éste último lanzó al aire la propuesta de que así como ha sido citado a comparecer a Luis Echeverría, se llame a cuentas a los intelectuales que respaldaron su gobierno Mesurado, Meyer dice a Proceso:
“Sí, recuerdo que eso dijo Isidro y no es fácil decir: oye, se te pasó la mano o no tiene nada que ver con el asunto”
Pero no descarta:
“Yo podría decir también: por qué no llamar a cuentas a esos miembros de la Iglesia que no dijeron nada, y por qué no llamar a cuentas a esos empresarios Llamar a cuentas a esos intelectuales, si se propone como una cuenta moral —porque legal no se puede—, pero llamar a una especie de juicio moral, como parte del conjunto de actores de la época, actores socio-políticos o socio-político-culturales, entonces también decir:
“¿Y los directores de los diarios? Usted dirá: ‘Pues yo vengo de Proceso y Proceso viene de Scherer’, y estamos hablando de una excepción, pero, ¿y los de los otros periódicos?, ¿y la televisión? Y entonces podemos ir haciendo una pequeña lista y, en ese sentido, que los intelectuales entren en esa lista está bien”
Añade que todo fue parte de un conjunto dentro de una estructura autoritaria en la cual ejercer la crítica era ciertamente difícil, pero lo hicieron escritores como Daniel Cosío Villegas
El investigador de El Colegio de México ve las comparecencias de Echeverría como el principio de un proceso, pero no confía en que “alguien termine en la cárcel”, pues considera que los crímenes ya prescribieron y será difícil definirlos como genocidio
Sin embargo, vislumbra como una posible salida para el expresidente la misma que adoptó la semana pasada Augusto Pinochet en Chile, al tener que decir “estoy loco” para librar la cárcel; ello representó, en opinión de Meyer, una humillación para el exdictador, para el Ejército, para los autoritarios y para el sistema “que lo engendró”:
“Podemos decir lo mismo del caso de Echeverría: podrá quedarse en su casa, podrá morir en su cama, pero en la conciencia de los que tengan conciencia —no necesariamente son todos— queda muy claro que ese personaje ha sido reducido a su exacto término, a su exacta dimensión, que es la pequeñez del que hace su carrera en la burocracia autoritaria, que da órdenes y que luego desconoce la responsabilidad de esas órdenes”
Sanción moral
Profesor investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales especializado en temas como el genocidio, la intolerancia, la discriminación y el racismo, Isidro Cisneros reitera vía telefónica su posición de llamar a cuentas a los intelectuales:
“Es una sanción moral: la crítica a una generación de personas de la cultura que no estuvieron a la altura de los reclamos, por ejemplo José Luis Cuevas, ayer declarando que hicieron el grupo de los rupturistas como una crítica en defensa de la libertad de expresión, pero se le olvidó que días antes lo habían entrevistado en relación con Echeverría y manifestó toda su lealtad y su cariño hacia a un personaje que tiene esa trayectoria histórica Yo creo que hay que hacer distinciones y hacernos responsables de lo que decimos”
El académico no ciñe su propuesta al período echeverrista Señala:
“Ahora que estamos descubriendo los beneficios de la democracia, ponemos en el banquillo del juicio de la historia a los intelectuales para recordar cómo, ya desde temprana hora del siglo XX, muchos se colocaron del lado de los vencedores del movimiento revolucionario Y esa idea de estar con el poder les permitió a muchos mantener ciertas canonjías, un estatus social y económico que les permitió producir su obra literaria, artística, su poesía”
Aclara que no se debe ver “maniqueamente” que todos los intelectuales se colocan de uno u otro lado del poder, pero insiste en la crítica a aquellos que no desempeñaron su función analítica en el sexenio de Echeverría ni frente a movimientos de gran envergadura, como el 68 y el 71 A aquellos que “cerraron los ojos frente a la masacre” Y coincide con Meyer en señalar la actitud de la Iglesia, que se puso del lado del Estado
—¿Los intelectuales se fueron con la finta de que Echeverría era la opción, fueron engañados?
—No, fueron halagados por el poder y ellos cayeron, porque el poder siempre necesita de los intelectuales, porque son una pieza importante de la opinión pública
En la lista de quienes disintieron del echeverrismo, Cisneros recuerda a Paz, que además había renunciado en el gobierno diazordista a su cargo de embajador en la India como protesta por la matanza de Tlatelolco; igualmente David Alfaro Siqueiros, y a José Revueltas, quien se encontraba en la cárcel
—¿Son válidos ahora los arrepentimientos?, ¿es válido que se reconozca ahora el error y se admita que se debió guardar distancia del poder, como lo hizo Fuentes hace unos años?
—Los intelectuales deben formular y ser los primeros en ejercer la autocrítica, pero hay ciertas fronteras que el hombre de cultura no debe rebasar, porque de otra manera se convierte en un político Esas fronteras se rompieron no sólo con Echeverría, también con Carlos Salinas de Gortari y por mucha autocrítica que a veces se haga, el costo político y cultural que pagan los intelectuales es la pérdida de la credibilidad
“Los intelectuales que en México predominaron durante los años ochenta y noventa hoy, con todo y sus grandiosos programas de televisión, creo yo, gozan de muy poca credibilidad La transición mexicana está buscando, y seguramente encontrará un tipo de intelectual, ligth o reformista, pero radical en sus convicciones, que se convierta como en todos los países normales, democráticos, en una voz de la conciencia social que critica siempre los excesos de poder”
La misma autocrítica propone el poeta Marco Antonio Campos, quien señala que son José Luis Cuevas y otros intelectuales los que deben responder si fueron engañados o qué sucedió en aquel momento
Añade que todos los presidentes de la historia reciente (Echeverría, José López Portillo, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo) han querido acercarse a los intelectuales en mayor o menor medida Y repite la lección:
“Los intelectuales siempre deben estar lejos del poder”
No caer en tentación
Luego de recibir un homenaje del Sindicato de Electricistas, el pasado jueves 11 de julio, la escritora Elena Poniatowska recuerda telefónicamente desde su casa que en alguna ocasión Octavio Paz dijo que Echeverría le había devuelto la claridad a las palabras
El premio Nobel evocó aquel momento en una entrevista con Julio Scherer en Proceso (58) (Ver recuadro)
Para Poniatowska, lo mejor es “guardar la distancia frente al príncipe para poder criticarlo y no caer en ningún tipo de tentación” Asegura que fueron muchos los intelectuales que se hicieron amigos de la familia Echeverría, entre ellos Manuel Marcué Pardiñas y Heberto Castillo:
“Muchos iban a Los Pinos por su agua de jamaica, de chía o su horchata, incluso gente que había estado en la cárcel En general, el sexenio de Echeverría se caracterizó por llamar a los contestatarios, a los opositores del gobierno, porque incluso a Heberto Castillo lo invitaban muchísimo a Los Pinos, y Heberto Castillo fue uno de los más perseguidos en el 68 Eso lo puede usted decir, él acudía a Los Pinos”
Pero no considera el hecho como una traición al movimiento sesentayochero:
“Si examina la trayectoria de Heberto Castillo a lo largo de su vida, jamás lo podría usted acusar de traidor, ni a Manuel Marcué Pardiñas que hizo esta espléndida revista Problemas agrícolas e industriales de México, y la Revista Política que era de oposición al gobierno Lo mismo muchos de los que sufrieron cárcel, el mismo José Revueltas, también se le podría haber acusado de trabajar en Cinematografía ¿no?, y yo creo que si hay un hombre puro en México, es precisamente Revueltas Si él no está libre de pecado, no sé quién lo esté”
—¿Recuerda los viajes?
—Sí, yo nunca fui aunque me invitaron
—¿Quién los invitaba?
—Bueno, la relación de muchos intelectuales con Echeverría creo que se hacía a través de Fausto Zapata
En sus oficinas del IFE en Tlalpan, Pablo Gómez no juzga duramente a los intelectuales que se adhirieron o respaldaron a Echeverría y hasta considera que muchos compartían con los estudiantes los buenos deseos, la esperanza de un cambio, el cumplimiento de las demandas del 68, “a partir de una especie de cruda que le diera el régimen, pero resulta que el régimen seguía en la borrachera de sangre y represión”
Según él, a los estudiantes en realidad no les preocupaban las declaraciones de los intelectuales porque estaban más ocupados y preocupados en reorganizar su movimiento para entonces ya fraccionado:
“Y, ¿sabes por qué no? Porque los intelectuales que estaban en la línea del aperturismo, no se la habían jugado con nosotros”
Ninguno, en su opinión, fue líder o ideólogo del movimiento estudiantil, ni siquiera gente como Víctor Flores Olea, el rector Javier Barros Sierra o el poeta Octavio Paz:
“Octavio Paz no guiaba con sus ideas al movimiento, no tenía influencia en la masa estudiantil, no fue ideólogo, es más, sostengo —desde luego, es una tesis muy discutible, como todas, ésta más si se quiere— que nunca fue ideólogo del movimiento democrático mexicano en ninguna de sus vertientes”
—-Hay una propuesta de llamar a cuentas a los intelectuales
—Es un disparate, para nada No, ellos no tienen la menor ni más remota responsabilidad por los actos genocidas de Echeverría, ellos manifestaban sus ideas, tenían todo el derecho de manifestarlas, nosotros respetamos esas ideas aunque no las compartíamos, ellos estaban en el plan de la democracia, no estaban en la represión
El poeta Juan Bañuelos, quien fue miembro fundador del grupo poético La espiga amotinada (Jaime Labastida, Jaime Augusto Scheley, Óscar Oliva, Eraclio Zepeda) y representante de la Conai (Comisión Nacional de Intermediación) en el conflicto del EZLN, recuerda cuando Gobernación llamó a los intelectuales para el “avión de redilas” a Buenos Aires Él fue invitado y no aceptó Evoca que había una lista completa Eso fue en 1974 Al igual que Lorenzo Meyer, lamenta:
“Recuerdo que fue una cosa muy vergonzosa”
Había que ver —dice— quiénes fueron engañados y se fueron con la finta
“Pasa lo mismo que ahora —señala— Es la misma propuesta de democracia que en la época de Echeverría, en la que cayeron varios incautos y lo acompañaron a un viaje Los escritores apoyaban a su gobierno y le daban una cobertura internacional en la política que le servía para taparse de la culpa del 68
“Ahora es igual, pero los intelectuales y escritores se hacen cómplices con el silencio, porque no sabemos a dónde vamos con este pretexto del cambio, pues no hay una transición ni una democracia Estamos manipulados por una mentira perversa o por una inteligencia ingenua Sólo que ahora hay un poder global cínico, de gobernantes cínicos
“Tenemos la obligación de pronunciarnos, y sobre todo en la cultura que ha sido la parte más atacada en todos los órdenes; los escritores no habíamos sido vulnerados, porque nuestro modus vivendi son los libros que publicamos y no una profesión y un empleo, así que somos vulnerados cuando se nos quiere imponer toda una política global, ésta del liberalismo”
—No se fue con la finta
—Estaba muy fresco todo y no me confundí, no porque fuera yo político, sino porque intuía que siendo Echeverría secretario de Gobernación en la época de Gustavo Díaz Ordaz, obviamente es todo un conjunto, todos eran cómplices
Bañuelos vivió de cerca la matanza de Tlatelolco, residente en el edificio Hidalgo:
“La foto de ayer de Echeverría en los diarios marca todo el espanto de este hombre a esta edad de la senectud, a ver si se atreve a decir la verdad de lo que pasó, aunque ya le está echando la culpa a otro Es el momento, más allá de partidarismos, de rendir cuentas y que no esté callado el señor Fox, que se comprometió a un ajuste de cuentas, a la investigación, y hay el silencio, más de lo mismo, complicidad”
Judith Amador Tello y Armando Ponce
Engañados o seducidos por el poder, intelectuales de los años setenta cedieron a la tentación de acortar la famosa “distancia con el príncipe”, que como norma siguen muchos pensadores, y dieron su respaldo al presidente Luis Echeverría
Metidos en un avión, que el escritor Gabriel Zaid bautizó entonces como “de redilas”, varios de ellos acompañaron al titular del Poder Ejecutivo en una gira por Sudamérica y asumieron en la frase “Echeverría o el fascismo” su adhesión al régimen
“Engañados no”, dice convencido el historiador Lorenzo Meyer, quien recuerda que recibió invitación para ese viaje y la rechazó, pero “según dicen, fue vergonzosa la situación”
En el marco de las comparecencias recientes del expresidente ante la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado por las matanzas de Tlatelolco y del Jueves de Corpus Christi, además de Meyer, hablan en entrevistas con Proceso sobre la relación entre los intelectuales y Echeverría, los escritores Elena Poniatowska, Juan Bañuelos y Marco Antonio Campos, el investigador social Isidro Cisneros y Pablo Gómez, representante del PRD ante el Instituto Federal Electoral (IFE)
Mientras Cisneros plantea que así como se está llamando a cuentas a Echeverría, llegó el momento de juzgar a aquellos intelectuales que lo respaldaron, Gómez plantea que las actitudes de éstos no influyeron en el curso del movimiento estudiantil ni democrático del país Pero en lo que coinciden todos es en que un intelectual no debe jamás abandonar su crítica frente al poder
Espaldarazos y puñaladas
Aún sin esclarecerse la masacre del 2 de octubre de 1968 y recién llegado a la Presidencia, Echeverría recibió el apoyo acuñado en la frase “Echeverría o el fascismo”, cuya autoría se ha atribuido lo mismo al escritor Carlos Fuentes, quien se desempeñó como embajador de México en Francia, que al historiador y periodista Fernando Benítez
En entrevista con Proceso (807) en abril de 1992, Benítez respondió ante la pregunta de si había sido de Fuentes:
“Fue una expresión exacta y debo haberla repetido yo en alguna ocasión En ese momento la situación de México era muy grave y podía haber caído en un fascismo del que nos salvó Echeverría Su única medida represiva y fascista fue el golpe en Excélsior Ahí se enfrentaron los poderes de la prensa y del Ejecutivo, pero fue un único caso”
Siete años antes había también declarado en este semanario, cuando se le preguntó directamente si era suya la frase:
“En el Excélsior de Scherer se publicó una frase desde Tokio: ‘Echeverría o el fachismo’ Fui muy criticado Pero en realidad, desde los sangrientos acontecimientos de Tlatelolco —en los que el Ejército tuvo una actuación decisiva para terminar con el conflicto y masacrar a los jóvenes— corríamos el peligro de que el Ejército ocupara el poder con la complacencia, naturalmente, de los Estados Unidos”
En un artículo titulado “Seducidos, llamados y quemados”, Jorge Ibargüengoitia se preguntaba si, por estar cerca del gobierno, los intelectuales eran escuchados, y sentenció (Proceso, 633):
“A mí más bien me parece que está desprestigiando a algunos de ellos Cuando Benítez dijo que para los intelectuales de izquierda no había más alternativa que entre Echeverría y el fascismo, le dio a Echeverría el espaldarazo, muy cierto, pero él se dio a sí mismo una puñalada”
El mismo fundador de los suplementos culturales de Novedades, Siempre!, Unomásuno y La Jornada admitió después que “a los presidentes sólo puede juzgárseles por los resultados de su gestión, cuando concluyen su mandato”, y recordó que él, Fuentes y Víctor Flores Olea habían sido acusados de haber dado la espalda a la matanza de Tlatelolco
Fuentes, quien en un diálogo con el periodista James R Fortson (publicado en 1973 en el libro Perspectivas mexicanas desde París), calificó como “un gesto que sin duda le honra” el que Gustavo Díaz Ordaz se hubiese imputado toda la responsabilidad por la matanza del 68, y tras comparar a Echeverría con Francisco I Madero y Lázaro Cárdenas, respondió a quienes criticaban su respaldo a Echeverría:
“No acabamos de digerir nuestros traumas () Creo que en primer lugar el responsable único fue el presidente de la República de México En segundo lugar, que en Tlatelolco intervino el Ejército por órdenes de la Presidencia y de la Defensa, no de Gobernación Y en tercer lugar, que aunque Echeverría hubiese sido 100% responsable del 68, no podemos hacer una política a base de la noción cristiana del pecado original y convertirnos en estatuas de sal mirando siempre hacia atrás”
Casi tres décadas después, Fuentes explicó a este semanario (1167) que no sólo él, sino otros escritores, como Benítez y Octavio Paz, habían creído en la llamada apertura democrática prometida por Echeverría, pero insistió en considerar que existía realmente el temor de que el poder hubiera sido tomado por los militares
Lo cierto es que no todos los intelectuales fueron seducidos por el poder Gabriel Zaid, quien guardó distancia, escribió en septiembre de 1972 (número 12 de la revista Plural, dirigida por Paz) una “Carta a Carlos Fuentes”, en la que le cuestionaba su amistad con Echeverría, no obstante la represión estudiantil del 10 de junio del año anterior:
“Si eres amigo de Echeverría, ¿por qué no le ayudas privadamente con el mayor servicio que nadie le puede hacer: convencerlo de que Corpus no es un pelo en la sopa de la apertura, sino la prueba pública de si cree que podemos democratizarnos, o si cree, como don Porfirio, que todavía no estamos preparados?”
Zaid se pronunció por la total independencia de los intelectuales del poder Y Fuentes, 27 años más tarde, le dio la razón (Proceso, 1167):
“A la larga, él tuvo la razón, en el sentido de que estaba proponiendo que el intelectual siempre debe ser independiente del poder y no darle un apoyo”
En un texto titulado “Los intelectuales y el Estado: la engañosa fascinación del poder”, publicado en esta revista en febrero de 1996, el historiador Enrique Krauze coincidió con Zaid en que “la mejor relación entre los intelectuales y el Estado es la separación de sus poderes”, y lamentó que quienes se integraron al régimen echeverrista, creyendo “cambiar las cosas desde adentro”, sacrificaron consciente o inconscientemente “lo más preciado: la vocación crítica y la libertad intelectual”
En sus “Personales memorias del sexenio” (Proceso, 5), el escritor Ricardo Garibay narró su experiencia al respecto Desde noviembre de 1968, recordó, se propuso estar lo más cerca posible del poder para incidir “en bien de la nación” en las decisiones, y reconoció:
“Nunca fui informado de nada importante, nunca se me consultó para nada () Me equivoqué () Me pasé de ingenuo Comprobé a mi costa que la inteligencia no debe ni puede estar con el poder, sino enfrente del poder y contra el poder, para beneficio de ambos”
Fascinación por el poder
¿Se dejaron engañar o seducir? Responde Meyer:
“Engañar no, podemos quitar ese concepto, no hay engaño ¿Seducción? Pues yo supongo, porque el poder siempre ha ejercido esa fascinación El intelectual considera que —al menos— conoce parte del mundo de las grandes fuerzas que le dan sentido a la política, al proceso social, a la economía, a la cultura, cree conocerlas o al menos vislumbrarlas y, sin embargo, no tiene absolutamente nada de poder Es la sensación entre el dominio intelectual, la comprensión de las grandes variables y una vida cotidiana en la que no se tiene absolutamente nada”
En su opinión, un intelectual puede estudiar y comprender al poder, pero nunca lo suficiente como para ser parte, lo cual puede ser desagradable para algunos que entonces se sienten halagados al ser llamados y consultados por un presidente:
“Es más atractivo que decir: ‘escribí esto y a ver quién lo lee, un estudiante, una persona de un periódico y listo’, pero también es gente sin poder ‘lo escribí en Proceso y lo leerá sepa la fregada quién y servirá para quién sabe qué’ Pero, en realidad, ése es el papel que debe cumplir el intelectual: el de lanzar las ideas no para el poderoso, sino para el que está bajo el dominio del poderoso”
Enfatiza:
“El intelectual debe estar siempre, por definición, insatisfecho porque la realidad nunca es perfecta, siempre se puede mejorar Entonces, si hay un papel útil del intelectual, es mostrar la distancia que hay entre lo realmente existente y lo que puede existir en un sentido mejor o también peor”
En esta última opción, pone como ejemplo la misma frase “Echeverría o el fascismo” y pregunta si realmente había el peligro de un régimen así o fue la fabricación de una realidad, que no era posible, para presentar a Echeverría “aunque autoritario y parte de la represión, como el menor de los males”
Y es que considera muy duro el término fascista y juzga que utilizarlo para el expresidente es darle mucha importancia, cuando sólo fue “un burócrata autoritario, maquiavélico en el sentido pequeñito del término”
Descrito por el desaparecido Heberto Castillo en un reportaje (Proceso, 136) en el que narra cómo Alfonso Martínez Domínguez, regente de la Ciudad de México durante el echeverrismo, le aseguró que “la matanza del Jueves de Corpus fue preparada por Luis Echeverría”, el ambiente político dividió a los movimientos sociales:
“Echeverría se empeñaba en hablar de ‘apertura democrática’ en tiempos en que las manifestaciones de disidencia se hallaban prácticamente congeladas Los universitarios estaban atrincherados dentro de las escuelas y los únicos movimientos discrepantes eran la guerrilla, urbana y rural Echeverría hacia vislumbrar a algunos mejores tiempos La liberación parcial de los presos del 68 parecía anunciar una apertura más amplia Los rumores de una ruptura entre Echeverría y Díaz Ordaz hacían concebir esperanzas Pero había obvios representantes de GDO dentro del gabinete Alfonso Martínez Domínguez era uno de ellos, Julio Sánchez Vargas, el procurador, otro”
En ese contexto se encontraban también divididos los intelectuales Meyer distingue que siempre ha habido varios tipos de pensadores ligados al poder; el primero, como Lucas Alamán, no sólo se vincula en el poder, está dentro; luego hay otro, del tipo de Justo Sierra, que ejerce el poder desde instituciones académicas; y también los que no tienen puestos administrativos formales pero se relacionan “con los poderosos, más que con el poder” Y aquellos que permanecen al margen y ejercen libremente la crítica
En el programa radiofónico Monitor del pasado miércoles 10 de julio, en un debate entre los analistas políticos, Lorenzo Meyer, Alfonso Zárate e Isidro Cisneros, éste último lanzó al aire la propuesta de que así como ha sido citado a comparecer a Luis Echeverría, se llame a cuentas a los intelectuales que respaldaron su gobierno Mesurado, Meyer dice a Proceso:
“Sí, recuerdo que eso dijo Isidro y no es fácil decir: oye, se te pasó la mano o no tiene nada que ver con el asunto”
Pero no descarta:
“Yo podría decir también: por qué no llamar a cuentas a esos miembros de la Iglesia que no dijeron nada, y por qué no llamar a cuentas a esos empresarios Llamar a cuentas a esos intelectuales, si se propone como una cuenta moral —porque legal no se puede—, pero llamar a una especie de juicio moral, como parte del conjunto de actores de la época, actores socio-políticos o socio-político-culturales, entonces también decir:
“¿Y los directores de los diarios? Usted dirá: ‘Pues yo vengo de Proceso y Proceso viene de Scherer’, y estamos hablando de una excepción, pero, ¿y los de los otros periódicos?, ¿y la televisión? Y entonces podemos ir haciendo una pequeña lista y, en ese sentido, que los intelectuales entren en esa lista está bien”
Añade que todo fue parte de un conjunto dentro de una estructura autoritaria en la cual ejercer la crítica era ciertamente difícil, pero lo hicieron escritores como Daniel Cosío Villegas
El investigador de El Colegio de México ve las comparecencias de Echeverría como el principio de un proceso, pero no confía en que “alguien termine en la cárcel”, pues considera que los crímenes ya prescribieron y será difícil definirlos como genocidio
Sin embargo, vislumbra como una posible salida para el expresidente la misma que adoptó la semana pasada Augusto Pinochet en Chile, al tener que decir “estoy loco” para librar la cárcel; ello representó, en opinión de Meyer, una humillación para el exdictador, para el Ejército, para los autoritarios y para el sistema “que lo engendró”:
“Podemos decir lo mismo del caso de Echeverría: podrá quedarse en su casa, podrá morir en su cama, pero en la conciencia de los que tengan conciencia —no necesariamente son todos— queda muy claro que ese personaje ha sido reducido a su exacto término, a su exacta dimensión, que es la pequeñez del que hace su carrera en la burocracia autoritaria, que da órdenes y que luego desconoce la responsabilidad de esas órdenes”
Sanción moral
Profesor investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales especializado en temas como el genocidio, la intolerancia, la discriminación y el racismo, Isidro Cisneros reitera vía telefónica su posición de llamar a cuentas a los intelectuales:
“Es una sanción moral: la crítica a una generación de personas de la cultura que no estuvieron a la altura de los reclamos, por ejemplo José Luis Cuevas, ayer declarando que hicieron el grupo de los rupturistas como una crítica en defensa de la libertad de expresión, pero se le olvidó que días antes lo habían entrevistado en relación con Echeverría y manifestó toda su lealtad y su cariño hacia a un personaje que tiene esa trayectoria histórica Yo creo que hay que hacer distinciones y hacernos responsables de lo que decimos”
El académico no ciñe su propuesta al período echeverrista Señala:
“Ahora que estamos descubriendo los beneficios de la democracia, ponemos en el banquillo del juicio de la historia a los intelectuales para recordar cómo, ya desde temprana hora del siglo XX, muchos se colocaron del lado de los vencedores del movimiento revolucionario Y esa idea de estar con el poder les permitió a muchos mantener ciertas canonjías, un estatus social y económico que les permitió producir su obra literaria, artística, su poesía”
Aclara que no se debe ver “maniqueamente” que todos los intelectuales se colocan de uno u otro lado del poder, pero insiste en la crítica a aquellos que no desempeñaron su función analítica en el sexenio de Echeverría ni frente a movimientos de gran envergadura, como el 68 y el 71 A aquellos que “cerraron los ojos frente a la masacre” Y coincide con Meyer en señalar la actitud de la Iglesia, que se puso del lado del Estado
—¿Los intelectuales se fueron con la finta de que Echeverría era la opción, fueron engañados?
—No, fueron halagados por el poder y ellos cayeron, porque el poder siempre necesita de los intelectuales, porque son una pieza importante de la opinión pública
En la lista de quienes disintieron del echeverrismo, Cisneros recuerda a Paz, que además había renunciado en el gobierno diazordista a su cargo de embajador en la India como protesta por la matanza de Tlatelolco; igualmente David Alfaro Siqueiros, y a José Revueltas, quien se encontraba en la cárcel
—¿Son válidos ahora los arrepentimientos?, ¿es válido que se reconozca ahora el error y se admita que se debió guardar distancia del poder, como lo hizo Fuentes hace unos años?
—Los intelectuales deben formular y ser los primeros en ejercer la autocrítica, pero hay ciertas fronteras que el hombre de cultura no debe rebasar, porque de otra manera se convierte en un político Esas fronteras se rompieron no sólo con Echeverría, también con Carlos Salinas de Gortari y por mucha autocrítica que a veces se haga, el costo político y cultural que pagan los intelectuales es la pérdida de la credibilidad
“Los intelectuales que en México predominaron durante los años ochenta y noventa hoy, con todo y sus grandiosos programas de televisión, creo yo, gozan de muy poca credibilidad La transición mexicana está buscando, y seguramente encontrará un tipo de intelectual, ligth o reformista, pero radical en sus convicciones, que se convierta como en todos los países normales, democráticos, en una voz de la conciencia social que critica siempre los excesos de poder”
La misma autocrítica propone el poeta Marco Antonio Campos, quien señala que son José Luis Cuevas y otros intelectuales los que deben responder si fueron engañados o qué sucedió en aquel momento
Añade que todos los presidentes de la historia reciente (Echeverría, José López Portillo, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo) han querido acercarse a los intelectuales en mayor o menor medida Y repite la lección:
“Los intelectuales siempre deben estar lejos del poder”
No caer en tentación
Luego de recibir un homenaje del Sindicato de Electricistas, el pasado jueves 11 de julio, la escritora Elena Poniatowska recuerda telefónicamente desde su casa que en alguna ocasión Octavio Paz dijo que Echeverría le había devuelto la claridad a las palabras
El premio Nobel evocó aquel momento en una entrevista con Julio Scherer en Proceso (58) (Ver recuadro)
Para Poniatowska, lo mejor es “guardar la distancia frente al príncipe para poder criticarlo y no caer en ningún tipo de tentación” Asegura que fueron muchos los intelectuales que se hicieron amigos de la familia Echeverría, entre ellos Manuel Marcué Pardiñas y Heberto Castillo:
“Muchos iban a Los Pinos por su agua de jamaica, de chía o su horchata, incluso gente que había estado en la cárcel En general, el sexenio de Echeverría se caracterizó por llamar a los contestatarios, a los opositores del gobierno, porque incluso a Heberto Castillo lo invitaban muchísimo a Los Pinos, y Heberto Castillo fue uno de los más perseguidos en el 68 Eso lo puede usted decir, él acudía a Los Pinos”
Pero no considera el hecho como una traición al movimiento sesentayochero:
“Si examina la trayectoria de Heberto Castillo a lo largo de su vida, jamás lo podría usted acusar de traidor, ni a Manuel Marcué Pardiñas que hizo esta espléndida revista Problemas agrícolas e industriales de México, y la Revista Política que era de oposición al gobierno Lo mismo muchos de los que sufrieron cárcel, el mismo José Revueltas, también se le podría haber acusado de trabajar en Cinematografía ¿no?, y yo creo que si hay un hombre puro en México, es precisamente Revueltas Si él no está libre de pecado, no sé quién lo esté”
—¿Recuerda los viajes?
—Sí, yo nunca fui aunque me invitaron
—¿Quién los invitaba?
—Bueno, la relación de muchos intelectuales con Echeverría creo que se hacía a través de Fausto Zapata
En sus oficinas del IFE en Tlalpan, Pablo Gómez no juzga duramente a los intelectuales que se adhirieron o respaldaron a Echeverría y hasta considera que muchos compartían con los estudiantes los buenos deseos, la esperanza de un cambio, el cumplimiento de las demandas del 68, “a partir de una especie de cruda que le diera el régimen, pero resulta que el régimen seguía en la borrachera de sangre y represión”
Según él, a los estudiantes en realidad no les preocupaban las declaraciones de los intelectuales porque estaban más ocupados y preocupados en reorganizar su movimiento para entonces ya fraccionado:
“Y, ¿sabes por qué no? Porque los intelectuales que estaban en la línea del aperturismo, no se la habían jugado con nosotros”
Ninguno, en su opinión, fue líder o ideólogo del movimiento estudiantil, ni siquiera gente como Víctor Flores Olea, el rector Javier Barros Sierra o el poeta Octavio Paz:
“Octavio Paz no guiaba con sus ideas al movimiento, no tenía influencia en la masa estudiantil, no fue ideólogo, es más, sostengo —desde luego, es una tesis muy discutible, como todas, ésta más si se quiere— que nunca fue ideólogo del movimiento democrático mexicano en ninguna de sus vertientes”
—-Hay una propuesta de llamar a cuentas a los intelectuales
—Es un disparate, para nada No, ellos no tienen la menor ni más remota responsabilidad por los actos genocidas de Echeverría, ellos manifestaban sus ideas, tenían todo el derecho de manifestarlas, nosotros respetamos esas ideas aunque no las compartíamos, ellos estaban en el plan de la democracia, no estaban en la represión
El poeta Juan Bañuelos, quien fue miembro fundador del grupo poético La espiga amotinada (Jaime Labastida, Jaime Augusto Scheley, Óscar Oliva, Eraclio Zepeda) y representante de la Conai (Comisión Nacional de Intermediación) en el conflicto del EZLN, recuerda cuando Gobernación llamó a los intelectuales para el “avión de redilas” a Buenos Aires Él fue invitado y no aceptó Evoca que había una lista completa Eso fue en 1974 Al igual que Lorenzo Meyer, lamenta:
“Recuerdo que fue una cosa muy vergonzosa”
Había que ver —dice— quiénes fueron engañados y se fueron con la finta
“Pasa lo mismo que ahora —señala— Es la misma propuesta de democracia que en la época de Echeverría, en la que cayeron varios incautos y lo acompañaron a un viaje Los escritores apoyaban a su gobierno y le daban una cobertura internacional en la política que le servía para taparse de la culpa del 68
“Ahora es igual, pero los intelectuales y escritores se hacen cómplices con el silencio, porque no sabemos a dónde vamos con este pretexto del cambio, pues no hay una transición ni una democracia Estamos manipulados por una mentira perversa o por una inteligencia ingenua Sólo que ahora hay un poder global cínico, de gobernantes cínicos
“Tenemos la obligación de pronunciarnos, y sobre todo en la cultura que ha sido la parte más atacada en todos los órdenes; los escritores no habíamos sido vulnerados, porque nuestro modus vivendi son los libros que publicamos y no una profesión y un empleo, así que somos vulnerados cuando se nos quiere imponer toda una política global, ésta del liberalismo”
—No se fue con la finta
—Estaba muy fresco todo y no me confundí, no porque fuera yo político, sino porque intuía que siendo Echeverría secretario de Gobernación en la época de Gustavo Díaz Ordaz, obviamente es todo un conjunto, todos eran cómplices
Bañuelos vivió de cerca la matanza de Tlatelolco, residente en el edificio Hidalgo:
“La foto de ayer de Echeverría en los diarios marca todo el espanto de este hombre a esta edad de la senectud, a ver si se atreve a decir la verdad de lo que pasó, aunque ya le está echando la culpa a otro Es el momento, más allá de partidarismos, de rendir cuentas y que no esté callado el señor Fox, que se comprometió a un ajuste de cuentas, a la investigación, y hay el silencio, más de lo mismo, complicidad”
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