miércoles, 16 de noviembre de 2016

OCDE Recomendaciones para Educación superior

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OCDE. Educación superior
La educación superior constituye una de las claves de la modernización de México, dada su capacidad de dotar al país del capital humano necesario para crecer de manera sostenida, alcanzar una mayor integración social y desarrollarse plenamente. En los últimos 50 años, el acceso a la educación superior ha pasado del 1% al 26.2% en el grupo de jóvenes entre 19 y 23 años de edad. A pesar de este importante aumento, el nivel de formación universitaria en el conjunto de la población es todavía muy inferior al promedio de la OCDE, pues alcanza al 19% de la población entre 25 y 34 años de edad y tan sólo al 9% de los que se encuentran entre los 55 y los 64 años, en comparación con promedios del 35% y el 20% en el conjunto de la OCDE, respectivamente.
El gasto en la enseñanza de nivel superior se incrementó 78% entre 1995 y 2008. Sin embargo, dado que el volumen de estudiantes inscritos creció también con mucha rapidez, el gasto por estudiante sólo aumentó en 16%. El sistema mexicano de educación superior sigue enfrentando desafíos en materia de equidad. Para afrontarlos con eficacia, habría que asegurarse de que los apoyos gubernamentales, en forma de becas y préstamos estudiantiles, se dirijan a quienes verdaderamente los necesitan. Por esta razón, la reforma del financiamiento de la enseñanza superior debería comprender tres medidas fundamentales: 1) evaluar si el equilibrio actual de distribución de costos es sostenible y si refleja adecuadamente la importancia relativa de los beneficios sociales de dicha enseñanza; 2) mejorar la transparencia de la asignación de fondos a las instituciones y hacerla más congruente con la estrategia global de educación superior; y 3) ampliar significativamente el sistema de apoyo a los estudiantes de bajos recursos.
Recomendaciones claves de la OCDE
  • de la asignación de fondos a las instituciones y ampliando y haciendo más equitativos los mecanismos de apoyo a los estudiantes de escasos recursos.
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Innovación, ciencia y tecnología
Durante muchos años, México ha realizado inversiones insuficientes en ciencia, tecnología e innovación. Como resultado, el potencial de crecimiento de su economía es inferior al de otros países. Esta situación debe mejorar, si México aspira a alcanzar un nivel de competitividad comparable al de otras economías emergentes. Según los indicadores disponibles, el nivel general de innovación en México es realmente bajo, no sólo en comparación con otros países de la OCDE, sino también con las economías emergentes más dinámicas. El gasto en Investigación y Desarrollo (IyD) como porcentaje del PIB sigue siendo inferior al 0.5%, en contraste con un promedio superior al 2.3% en el conjunto de la OCDE y cercano al 1.7% en China. México debería aprovechar plenamente sus recursos para impulsar un desarrollo basado en el conocimiento y aprovechar sus activos en la materia, que comprenden polos de excelencia en la educación superior y la investigación científica, un acervo considerable de técnicos e ingenieros altamente calificados, una rica cantera de emprendedores y, sobre todo, una población joven.
Innovación, ciencia y tecnología
Los bajos niveles de innovación en México pueden atribuirse a la existencia de un marco poco propicio y a deficiencias en la dirección del sistema mexicano de innovación. Esto explica la persistencia en ese ámbito de un nivel insuficiente de inversión, tanto pública como privada. Los desafíos son múltiples. El grado de competencia sigue siendo bajo en sectores estratégicos para la innovación, como las telecomunicaciones, la producción y distribución de energía y el transporte. Es indispensable mejorar las capacidades del capital humano en todos los niveles y sectores de la economía. Las nuevas empresas basadas en nuevas tecnologías y las compañías innovadoras deben tener mejor acceso al financiamiento privado. También persisten muchas barreras reglamentarias que obstaculizan la actividad empresarial y deficiencias en materia de gobierno corporativo que reducen los incentivos para promover la eficacia y la innovación.
México debe intensificar sus esfuerzos para mejorar el rumbo del sistema nacional de innovación, garantizando prioridades claras y su aplicación eficiente. Este esfuerzo debe incluir: una mejor coordinación entre las secretarías de Estado y los organismos responsables de la elaboración y ejecución de las políticas; la implantación de una evaluación más sistemática y de mejores mecanismos para incorporar los resultados de la evaluación en la formulación de las políticas y la asignación de recursos; y la descentralización de las políticas de fomento de la innovación. Todo esto debe ir acompañado de un esfuerzo paralelo orientado a fortalecer la capacidad institucional, financiera y de infraestructura de las diferentes regiones, a fin de que puedan elaborar y aplicar sus propias estrategias.

Es muy importante realizar esfuerzos presupuestarios para apoyar la inversión en IyD e innovación, introduciendo reformas orientadas a: garantizar una mayor eficiencia del gasto; utilizar más los apoyos directos que los incentivos fiscales; y proceder a la simplificación y la reestructuración de los sistemas de ayuda directa, así como a la ampliación de los programas, con el fin de mejorar las sinergias entre la IyD pública y privada en ámbitos prioritarios, como la salud, la energía, la gestión del agua y el suministro y la seguridad de los alimentos, entre otros.

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