Recordando a Luis Rivera Terrazas
Opinión
Luis Lozada León
El lunes 23 del presente asistí al salón Barroco del edificio Carolino a un evento en donde se conmemoró el 20 aniversario luctuoso de la muerte del Ingeniero Luis Rivera Terrazas. Un acto eminentemente académico presidido por el rector Enrique Agüera Ibáñez, en el cual el güero Yáñez trazó una apología del Ingeniero, eminentemente política. Por lo que me permito reproducir un fragmento con autorización de Alfonso.
“Muera Terrazas porque nos quiere quitar la religión”. Así gritaba un humilde campesino que había asistido en el mes de junio de 1972 a una de las reuniones que enfrente de la catedral habían convocado grupos jóvenes conservadores, cuyos padres o abuelos habían arropado y justificado la lucha cristera.
El campesino no sabía quién era Terrazas, mucho menos su nombre completo, pero le habían informado que este hombre, desde que llegó a Puebla, combatía la religión. Esta apreciación la compartía una gran parte de la sociedad poblana que vivió entre el caciquismo avilacamachista y la intolerancia del arzobispo Octaviano Márquez y Toriz. Desde luego, caciquismo y autoritarismo clerical no eran señalados por el diario de mayor circulación que, desde hacía diez años, lo cotidiano era lanzar calumnias y diatribas contra la máxima institución educativa del estado.
Pero, cuál era el origen de ese odio, nos podríamos preguntar. El 15 de mayo de 1961 el arzobispo de Puebla, en su décima quinta carta pastora1 señalaba: "tenemos argumentos para afirmar que muchas de las cosas que están sucediendo en nuestra patria y últimamente en nuestra ciudad de Puebla, están ligadas a conjuras internacionales, a todo un plan de destrucción de nuestra civilización cristiana, a un titánico esfuerzo de nuestros poderes del mal para adueñarse de nuestra patria.
Veinte días después, el 4 de junio de ese año, se realiza la mayor concentración de personas, más de 50 mil, en las inmediaciones de la catedral y al grito de ¡cristianismo sí, comunismo no! se señala a dirigentes de la universidad, entre ellos Julio Glokner Lozada y Luis Rivera Terrazas, como responsables de que la comunidad universitaria exigiera la desaparición del Consejo de Honor, respeto al artículo tercero constitucional y en defensa de los textos gratuitos.
Desde luego, quienes impulsaban la campaña anticomunista sabían que Terrazas, había visitado la Unión Soviética que era miembro del Partido Comunista Mexicano y que siendo director y fundador de la escuela de Ciencias Fisicomatemáticas, se había opuesto, en 1952, a la militarización de la universidad impulsado por el gobernador del Estado, general Rafael Ávila Camacho, quien había sido director del Colegio Militar, tratando de que rigor castrense fuera aceptado por la comunidad universitaria.
Para junio de 1972, la ciudad de Puebla se llena de pintas y circulan volantes con la siguiente leyenda: Luis Rivera Terrazas, Alfonso Vélez Pliego, Jaime Ornelas y Joel Arriaga comunistas, fuera o muerte, y un mes después es asesinado Joel Arriaga Navarro, hecho que conmociona profundamente a la sociedad poblana.
El 18 de octubre de ese año, en un acto público, el gobernador Gonzalo Bautista O’Farril ordena al procurador la aprehensión de Sergio Flores Suárez, Luis Rivera Terrazas, Enrique Cabrera Barroso, Alfonso Vélez Pliego y otros dirigentes. El 20 de diciembre de ese año, Arriaga es asesinado, las agresiones contra Terrazas se acentúan, al igual que contra Vélez.
Fue contratado para incorporarse al Observatorio Astronómico Nacional de Tonantzintla, (que bajo la dirección de doctor Guillermo Haro había sido fundado en 1942), donde trabajó como astrónomo de 1943 a 1974. A partir de 1945 y hasta 1948 realizó sus estudios de postgrado en astrofísica en el Observatorio Yerkes de la Universidad de Chicago.
Durante sus años como investigador en el Observatorio tuvo la oportunidad de conocer y trabajar al lado de intelectuales muy destacados, que ahí se reunían para desempeñar distintas tareas, entre ellos Luis Enrique Erro, Carlos Fuentes, Fernando Benítez, Liber Seregni y León Felipe.
La escritora Elena Poniatowska, casada por aquel entonces con el director del Observatorio, Guillermo Haro, lo recuerda de esta manera: “Rivera Terrazas, por quien sentí especial devoción, llegaba primero al Observatorio porque estudiaba el Sol y tomaba placas de sus manchas y, claro, no le alcanzaba el día para ir retratándolo. Era un hombre de anteojos, paciente, sobrio y reservado, que se preocupaba mucho por impulsar las ciencias exactas, las matemáticas y la física. Enseñaba también en la Universidad Autónoma de Puebla (UAP) y traía al observatorio su angustia por el retraso académico, las deficiencias tanto materiales como intelectuales de la misma y su indignación política ante la injusticia social”.
El sólido conocimiento científico y la experiencia política se puede resumir en la propuesta que hizo sobre la institución educativa: “En la orientación de sus actividades, la Universidad deberá basarse en la concepción científica del universo, es decir, reconocer su existencia objetiva, independientemente de la representación en la conciencia humana; y la existencia del hombre como parte integrante del mismo. Además, considerar que en este último, el universo humano deberá luchar por un reparto justo de la riqueza; por hacer desaparecer la explotación del hombre por el hombre; y de establecer la democracia en todos los ámbitos de la actividad social.”
Como puede observarse la vida, tanto académica como política del Ingeniero Luis Rivera Terrazas fue rica y fructífera. Si aunado a lo anterior consideramos toda la actividad que realizó como luchador social y el impulso que dio a las artes y las humanidades, entenderemos cuan merecido es este homenaje.
Sintiéndome orgulloso de haber trabajado al lado de tan significativo personaje que influyó en mi vida para ser un hombre de bien pero también un hombre de izquierda.
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