jueves, 3 de septiembre de 2009

Raúl Ramos Zavala: El Maestro. Por Victoria Montes Montes



Raúl Ramos Zavala, con lentes, con su compañera Victoria Montes, y a su lado Sergio Dionisio Hirales Morán y su esposa Leticia Barragán Ochoa. 
Amigas, amigos:
Me siento emocionada al dirigirme a una reunión cuyo propósito es rendir homenaje a Raúl Ramos Zavala y evocar al joven de brillante inteligencia, de alegría generosamente compartida con sus amigos.
A todos, a cada uno de los presentes, agradezco la oportunidad de dar testimonio acerca de Raúl.
Reciban mi más profundo reconocimiento. Recuerden que al dignificar se dignifican, que al admirar y honrar, muestran su propia calidad humana e intelectual.
Hace más de treinta años Raúl Ramos Zavala fue parte de estas aulas y se le miró por los pasillos de Economía, con su rápido andar, con la sonrisa a flor de labios.
Hace más de treinta años los universitarios acogieron a un joven profesor que impresionó a sus alumnos por el conocimiento, la disciplina, el respeto, la enseñanza generosa y el imprescindible buen talante.
Raúl nació un 25 de octubre. Llegó a la UNAM con sus palpitantes 23 años, a formar a otros jóvenes. Cayó abatido por las balas de la represión gubernamental en el Parque México de la capital del país, a los 24 años de intensa vida, vida que cambió vidas, que dejó huellas imperecederas y anhelos de justicia, de libertad, de mejoramiento social, de emancipación humana.
En septiembre de 1969 se incorporó como ayudante del que había sido su profesor en la Facultad de Economía de la Universidad de Nuevo León, Jesús Puente Leyva.
Con su maestro Puente Leyva guardaba una relación de amistad, respeto y mutuo reconocimiento.
Raúl asumió con gran responsabilidad su tarea de estar al frente de un grupo.
Preparaba concienzudamente sus clases y el material que servía de apoyo a los alumnos, los llamados digestos.
Cuando los digestos se imprimían en la escuela, estaba pendiente de su elaboración, desde que se ‘picaba’ el stencil por la secretaria Elenita, hasta que salía del mimeógrafo, cuidando que estuviera de lo mejor.
Se preocupaba de que los alumnos tuvieran un buen material de apoyo.
Raúl llegó a México a fines de julio o principios de agosto de 1969 para integrarse a la Dirección Nacional de la Juventud Comunista de México, del Partido Comunista Mexicano (PCM), como responsable de la Juventud Comunista en la UNAM y para impertir clases en la Escuela Nacional de Economía de la Institución.
Se presentaba a clases de saco y corbata. A él le gustaba andar con pantalón de mezclilla y botas, pero ir a clases era algo muy especial.
También fue profesor en la Escuela de Economía de la Universidad Autónoma de Puebla.
Inmerso en la discusión y organización de la manifestación de apoyo al movimiento estudiantil de su querida Universidad Autónoma de Nuevo León, programada para la tarde del 10 de junio de 1971, no olvida que ese día tiene que aplicar un examen a sus alumnos poblanos. Lo elabora el día anterior y yo me voy a Puebla a aplicar ese examen. Cuidaba mucho la combinación de su trabajo político que era lo fundamental, con su trabajo de maestro, que le gustaba y respetaba. Con la represión a la manifestación de ese día la prioridad fue una sola, prepararse para responder.
Sus alumnos, que tuvieron la vivencias en el salón de clases son los que pueden hablarnos con mayores elementos de ese aspecto de la vida del joven brillante y talentoso que fue Raúl.
Hay que destacar que su principal centro de atención fue México, el proletariado mexicano, la necesaria revolución que impulsará a este país.
En un momento de su vida la preparación académica se convirtió en un valioso medio para saber como contribuir a la emancipación de los trabajadores.
Estudió a fondo la historia de México. Combinó esos conocimientos con la Economía Política, a fin de encontrar las posiciones de desarrollo nacional hacia el socialismo.
Fue un relevante académico, un estudioso, un investigador, un analista. Pero la prioridad era el trabajo político revolucionario. Por esa postergó su titulación. Las responsabilidades, las exigencias de su liderazgo pesaban demasiado.
Esas responsabilidades, de haber vivido los años posteriores a 1972, habrían crecido enormemente, así como la persecución policíaca. Seguramente la titulación habría sido pospuesta indefinidamente, claro, sin menoscabo de su reconocida capacidad intelectual, de su sólida formación académica y teórica en general.
No quería preparación intelectual sólo para él. Estimulaba a sus compañeros, les enseñaba los caminos de la reflexión, prácticamente los sentaba por horas con libros, comida y lo que hiciera falta para que trabajaran la teoría y propusieran, debatieran, elaboraran por escrito.
Raúl poseía una buena técnica de lectura rápida que le permitía conocer un libro en un día, leer dos o tres libros a la vez, tomar notas y esbozar tesis.
Por otra parte, le gustaba la música norteña, estilo Monterrey. Su interprete favorito era Juanito Salazar. Pero era también irreductible admirador de los Beatles y sabía inglés. Tuvimos un día, gracias a un regalo, una verdadera joya de aquel tiempo: un disco de Silvio Rodríguez. En sus aficiones y gustos Raúl era sencillo, alegre, agradable.
Raúl tuvo alumnos de escuela y de lucha revolucionaria. Algunos de ambas categorías. Todos ellos lo amaron como maestro, como guía. Y lo colocaron a la altura del ideal. Su muerte lo volvió aún más extraordinario, más entrañable. Sus alumnos siempre lo hicieron suyo y se le entregaron. Alguno anda por allí, sin haberlo visto en persona, sintiéndose discípulo también, porque conoció su pensamiento y su ejemplo, a través de los labios y los ojos de quienes con él convivieron.
No cabe duda: Raúl fue todo un maestro. Y quienes mejor pueden saberlo son quienes hoy le recuerdan como tal, con su significativa presencia en esta reunión, dedicada a la memoria de Raúl Ramos Zavala, el maestro.
Miércoles 26 de Febrero de 2003
Raúl Ramos Zavala nació el 25 de octubre de 1947, en Torreón, Coahuila. Murió el 6 de febrero de 1972, en el Parque México, de la Ciudad de México, a los 24 años, 3 meses, 12 días.

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