miércoles, 13 de abril de 2011

El movimiento de Reforma Universitaria de 1961

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El cadáver exquisito / III de III
JULIO GLOCKNER ROSSAINZ 
Con el edificio central en manos de los Carolinos se desencadena una serie de presiones, negociaciones y decisiones titubeantes entre el gobierno estatal y federal con la burguesía local y el clero que con profunda preocupación veían que la universidad se les iba de las manos. Los estudiantes consiguen que el gobierno los reconozca como interlocutores, logran el desconocimiento del licenciado Guerra como rector, nombran al licenciado Jorge Ávila Parra, magistrado del Tribunal Superior de Justicia, como nuevo rector, quien no asume plenamente la responsabilidad que se le encomienda y entonces nombran  al doctor Julio Glockner Lozada, quien será reconocido desde ese momento como rector de la Reforma Universitaria. Esta reforma implicaba sustancialmente cuatro aspectos: el pleno reconocimiento de la educación laica y la libertad de cátedra, que sustentada en el artículo 3º constitucional excluía el discurso religioso de la educación; concebir la educación no como un privilegio sino como un derecho al alcance de cualquiera, sin importar su condición de clase; abrir la educación a todas las corrientes de pensamiento y vincular el conocimiento y la investigación científica a las necesidades y requerimientos de la sociedad. El discurso del 15 de mayo de 1961 (ver página siguiente) pronunciado por el nuevo rector así lo deja ver. El comunismo en este discurso sólo aparece cuando irónicamente se menciona al Papa Juan XXIII. Llama la atención que hasta la fecha la reforma universitaria siga siendo entendida por quienes dirigieron el FUA como una conjura masónico–comunista cuyo único objetivo era “desestabilizar a la sociedad para implantar el régimen comunista en México”, como lo declara en su libro Manuel Díaz Cid, uno de sus dirigentes.

El Consejo Coordinador de la Iniciativa Privada y el arzobispo de Puebla obviamente no se cruzaron de brazos y convocaron a una multitudinaria manifestación para el 4 de junio. La fotografía panorámica que publicó El Sol de Puebla es impresionante, sin duda ha sido la manifestación más grande que ha tenido la ciudad en toda su historia. Ni siquiera la manifestación para pedir la renuncia de Mario Marín, más de 40 años después, fue de tal magnitud. La demostración de fuerza fue impresionante, una fuerza obtenida, como bien dijo Alfonso Yáñez, mediante la manipulación de la fe de un pueblo creyente y obediente. La desproporción es asombrosa, mientras el clero y los empresarios lograron reunir quizá a 100 mil personas, las manifestaciones de los Carolinos apenas y rebasaban los 5 mil participantes. Pero los procesos históricos no se deciden desbordando el atrio de una institución caduca, que poco tiene que decir en el mundo moderno y cuyas aspiraciones de poder, si bien se han fortalecido con los gobiernos panistas, están destinadas, una vez más, al fracaso, sobre todo porque carecen de autenticidad al haber desvirtuado los principios éticos que sustentan su doctrina.
El gobierno estatal, presionado por el CCIP y el clero, reprime una manifestación que demanda el reconocimiento oficial del doctor Glockner, pues si había desconocido al rector Guerra repudiado por los estudiantes, se negaba a entregar el subsidio al nuevo rector. Crece la tensión en las calles patrulladas por el ejército y por primera y única vez en la historia de la ciudad se declara un estado de sitio. El 22 de mayo el rector “de facto” declara que si el gobierno estatal y federal no reconoce la nueva situación de la universidad y a sus autoridades “los universitarios recurrirán al apoyo del pueblo en contra del gobierno”. En el mismo sentido intervienen, durante la asamblea celebrada en el edificio Carolino los estudiantes Erasmo Pérez Córdoba, Manuel Muñoz Tagle y Enrique Cabrera, que poco después será injustamente encarcelado al aplicar contra él y ZitoVera el tristemente célebre artículo 145 bis, que califica la protesta social como delito de disolución social. Artículo del que se valió el gobierno criminal de Gustavo Díaz Ordaz para reprimir, encarcelar y masacrar  a los estudiantes durante el movimiento estudiantil de 1968. Más tarde Enrique Cabrera y Joel Arriaga serían asesinados, quedando hasta la fecha impunes los autores materiales e intelectuales de sus homicidios. Mientras tanto, el movimiento de reforma universitaria recibe adhesiones de de organizaciones estudiantiles, sindicales y políticas de un buen número de estados de la República, además de las organizaciones que tienen un carácter nacional. 
Se promulga una nueva Ley Orgánica de la universidad que acrecienta la irritación de los conservadores, que día a día van perdiendo espacio y credibilidad en la universidad, pero que logran presionar a las autoridades del estado para que se negocie otra Ley Orgánica menos radical y tendiente a conciliar el insostenible clima de tensión, mientras tanto, hacia finales de mayo y seguramente pensando que la toma del edificio Carolino fue una emulación en miniatura del asalto al cuartel Moncada, el FUA, el CCIP y el clero poblano publican un desplegado firmado por una organización fantasma con la finalidad de hacer creer a la población que el movimiento de reforma universitaria pretendía en realidad implantar el comunismo en México, comenzando por la universidad de Puebla. ¡Angelicales ideas concebían estos querubines! El texto se tituló Ayer Cuba hoy Puebla. En una redacción carente de inteligencia y sentido común llegan a decir cosas realmente divertidas, como que los fuertes de Loreto y Guadalupe se convertirán en la Sierra Maestra desde donde se lanzará la ofensiva comunista que conquistará al país. Pero lo más curioso es que en la nueva edición del libro de Manuel Díaz Cid, Autonomía UniversitariaLa génesis de la UPAEP, se siga sosteniendo exactamente lo mismo. ¿Es posible que después de medio siglo no se quiera reconocer la autoría de este texto? Señor Díaz Cid: ¿no le parece que llegó el momento de que entre todos vayamos aclarando un poco las cosas? Por este medio le hago llegar una respetuosa y cordial invitación a que participe en una de las mesas redondas que organizaremos en la universidad para pensar y comentar serenamente lo sucedido hace cincuenta años. Ojalá acepte estar con nosotros.
Después de varias negociaciones de las que ya se han ocupado los estudiosos del tema y que no sería prudente reseñar aquí, el rector electo por el movimiento de reforma universitaria, en un afán por estabilizar las actividades en la casa de estudios y que se reanudaran las clases, aceptó retirarse del cargo y reconocer al licenciado Arturo Fernández Aguirre como nuevo presidente del Consejo de Gobierno de la UAP, quien tomó posesión el 25 de julio de 1961, una vez que era ya irreversible el nuevo rumbo de la universidad.
Hace unos meses soñé que llegaba, deslizándome por una especie de túnel, a una enorme gruta iluminada por una luz tenue. Mirando detenidamente el lugar con la prodigiosa transparencia que tienen algunos sueños, me decía: “ya estoy aquí”. De pronto descubrí que frente a mí había dos grandes recipientes, como enormes calderos redondos. Me asomé a uno de ellos y me encontré con el rostro de mi padre mirando hacia arriba, de modo que quedamos cara a cara. La sorpresa que me produjo fue muy agradable y le dije: “hola pá ¿cómo estás?” y me respondió: “exquisito”... Me desperté contento de haberlo visto, con la sensación de haber estado con un amigo muy querido. Pero me quedé pensando en lo que quería decir “exquisito”. Poco después la asocié con “Cadáver exquisito”, que me parecía relacionada con algún poema o relato pero no podía precisar el autor. Lo comenté con varios amigos que me confirmaban esa relación pero no me ayudaban a esclarécela. Pasaron los meses y en una comida familiar comenté el sueño, mi sobrino Enrique buscó ahí mismo, en internet, la idea que a todos nos parecía fascinante y dimos con esta explicación: El cadáver exquisito es un juego que practicaban los surrealistas y que consiste en escribir una frase, la primera que venga a la mente y pasarla a la persona que está al lado para que la continúe, pero cada quién sólo debe leer la frase inmediatamente anterior, sin conocer el texto que se va construyendo en su totalidad. Esto sólo ocurre al final, cuando el cadáver exquisito está terminado y es leído por alguno de los participantes. Mi sueño había adquirido sentido y con este artículo cumplo, por ahora, con la parte que me tocaba escribir.

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