lunes, 15 de agosto de 2011

El movimiento estudiantil universitario (2)

SICLA. Sistema de Información Clasificada         Información Documental







Miércoles, 23 de Marzo de 2011 / 12:02 h
René Martínez Pineda
(Coordinador del M-PRO-UES) *
En las décadas pasadas –como hoy, pero por otras razones- la ideología del movimiento estudiantil inició carente de autonomía, pues, la vinculación con la lucha armada no sólo era evidente, sino también originaria, debido a que se potenció desde los partidos clandestinos político-militares. En ese ayer, el hecho definidor de la ideología fue la dictadura, y hoy lo es el consumismo y el mesianismo. Aquel movimiento, acusó mucho la influencia del anarquismo (errada aplicación del troskismo) en una rara mezcla con la ilusión pacifista y liberal que la oratoria democristiana puso de moda en los 60 y 70, ideas que –bajo la forma de lo que llamo socioliberalismo- deambularon entre la juventud latinoamericana como buena moneda revolucionaria, lo que se superó con la irrupción de las guerras civiles. El movimiento actual, sufre en extremo la calentura ajena del aventurerismo pequeñoburgués (redentorismo; rebeldía arbitraria), el anarquismo, y el influjo de la corrupción y perversión política del sistema (muchos pequeños feudos de poder –al peor estilo de los partidos políticos- que impiden su unificación) haciendo de “revolución”, “pueblo” y “unidad”, palabras comunes y corrientes.


En esta coyuntura, no existe lo militar como factor definidor de lo ideológico, por lo que el movimiento estudiantil –al menos en el país- se ha estancado en el anarquismo que, por definición, termina derechizándose, siendo manipulado, o, en el mejor caso, siendo intrascendente, tal como sucedió en Europa cuando la izquierda burguesa y los viejos partidos socialistas reformistas, acabaron por aceptar como “bueno” el socioliberalismo, fluida y mesiánicamente remozado por los presidentes norteamericanos, tanto demócratas como republicanos.
El movimiento estudiantil, ciertamente, debe acompañar al pueblo en su lucha y en sus justas reivindicaciones, pero no a costa, ni en contra, de un sector significativo de él mismo, y comete un craso error si pretende suplantarlo o, peor aún, convertirlo en objeto de lástima; en un ente social pervertido; o en pasivo sujeto de beneficencia mecanicista. Recuerdo que una de las primeras cosas que aprendí sobre el socialismo, en mis años de dirigente estudiantil, fue su premisa: “a cada quien según su esfuerzo y trabajo”. Es absurdo, por ejemplo, que dicho movimiento esté en contra de las pruebas de conocimientos para acceder a la universidad pública; que promueva que el campus sea convertido en un enorme mercado; o que no fomente el estudio riguroso en el nivel preuniversitario, me parece que eso es el clímax de la pérdida total de rumbo. Por otro lado ¿en qué cabeza cabe reivindicar bases ajenas en contra de las propias? De seguir así, el movimiento estudiantil salvadoreño tendrá el triste honor de ser el primero en Latinoamérica en: atacar, amedrentar y depredar a sus propias bases, queriendo imponer el discutible derecho de unas decenas, violando el derecho de miles; amenazar al sector docente (por intereses foráneos a la universidad que atentan contra su calidad académica y su estabilidad) cuestionando sus prestaciones sociales, que son el fruto de la lucha de los trabajadores en general.
En verdad, no se puede decir que el actual sea un movimiento electoralmente de derecha, pero, sí se puede afirmar, categóricamente, que es un movimiento ideológicamente de derecha, un actor académicamente reaccionario, porque hace de las organizaciones estudiantiles: clubes sociales o pequeños negocios personales; porque antepone lo individual o minoritario, a lo colectivo o mayoritario; porque antepone lo instrumental a lo esencial; porque ve lo público como algo que, como no tiene dueño, se puede derrochar; porque –aunque ataca al capitalismo sin soltar sus celulares- ve la educación de forma mercantilista; porque es autoritario con su gente y, con ello, obliga a tomar medidas similares: la exigencia de identificación para entrar a la universidad (en el tiempo del CAPUES, como método de control político; hoy, para proteger a la comunidad de los ladrones que deambulan por el campus) debió hacerse después de una amplia consulta interna. Eso lo convierte –conscientemente o no- en el nuevo y confeso enemigo de la universidad, en tanto mina sus cimientos: la institucionalidad, la que fue redactada con la participación de la inmensa mayoría de los gremios docentes y estudiantiles, por lo que irrespetar arbitrariamente esa institucionalidad es, a todas luces, promover esa anarquía doméstica que viene desestabilizando a la institución desde hace años, aun más de lo que -por quienes son sus gestores- lo hizo la dictadura militar.


Ahora bien, hay que estar claros de que sólo a través de la colaboración cada día más estrecha con el pueblo, y de la recuperación de su memoria histórica, el movimiento estudiantil podrá definir sus propias luchas contra, pongamos por casos, la baja calidad académica; y contra las fuerzas académicas y religiosas de derecha enquistadas en la universidad, cuya influencia es tal que algunos de sus pioneros coordinan varias carreras y decanatos. Esa colaboración -y la recuperación de su autonomía y pensamiento revolucionario- es la que posibilita la realización de la crítica concreta de los intereses y principios del orden establecido, con lo que las instancias estudiantiles alcanzan el nivel de vanguardia universitaria, pues, tienen una definida orientación ideológica.


Precisamente, “vanguardia universitaria” debería ser la idea más autorizada de la nueva generación estudiantil, con lo que se reivindicaría, tanto la lucha por la Reforma universitaria, como el legado de: sangre por democracia. Al respecto, muchos de quienes he consultado concuerdan en afirmar que este movimiento estudiantil -que defiende intereses foráneos y carece de programa de lucha- dista mucho de proponerse objetivos exclusivamente universitarios y estructuralmente populares, porque no parte del avance teórico-político de la masa estudiantil, y, al ser así, no puede convertirse en un referente de la lucha y renovación universitaria a nivel regional.


Y es que, mientras el movimiento estudiantil universitario carezca de liderazgo e insista en hacer de sus bases reales sus enemigos (en el marco de un régimen social que se niega a morir y que, incluso, se fortalece) la universidad pública no podrá tocar las raíces recónditas del problema educativo nacional, a nivel universitario y preuniversitario. Habrá iniciado el camino –seguramente con el surgimiento de nuevos líderes y nuevas organizaciones- cuando depure a la universidad de los malos alumnos y los malos profesores que, por ejemplo, toman el cargo como un empleo burocrático; si permite –como sucede en otros países– que tengan acceso a la universidad todos los capaces, y neutralice en parte, por lo menos, el mesianismo e inculque en los educandos el hábito de la investigación y el sentimiento de pertenencia y de responsabilidad individual.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.