lunes, 3 de febrero de 2014

Julio Gómez Julio Rosovski - Forum en Línea Por Eduardo Ibarra Aguirre I

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Presentación

Rafael Carrillo Azpeitia

Conocí a Julio Gómez en el curso de la década de los veinte y tuve la posibilidad de trabajar con él cuando, después de su extraordinaria labor en el estado de Puebla, se decidió trasladarlo a la capital para mejor aprovechar sus capacidades de organizador.
Hombre modesto y asombrosamente laborioso, tenía la cualidad más importante del organizador: paciencia, capacidad persuasiva, sentido de fraternal ayuda en caso necesario. No abrumaba a nadie con sus conocimientos y su experiencia ni su jerarquía: era simplemente un hermano mayor comprensivo.
El relato de las circunstancias en que fue tomado preso y expulsado de México, son dichas con franqueza y sin jactancias. En la URSS, por su experiencia y el conocimiento que tenía del español y del ruso, pronto fue llevado a trabajar en el Secretariado de la Internacional Comunista en el área latinoamericana.
En tales circunstancias fue víctima inocente, como otros muchos, de una depuración que lo relegó a la cárcel durante buen número de años, siendo liberado al venir por tierra el estalinismo.
Pero un hecho muy del carácter de Julio, que hasta donde yo sé, nunca emitió queja alguna por su injusta prisión.
En los últimos años de su vida intercambiamos varias cartas y le mandé algunos de mis libros, que le proporcionaron un buen placer.
Ahora Julio se ha ido para siempre. No nos queda más que el recuerdo para unos cuantos que le sobrevivimos. Al llegar aquí acuden a mi memoria los versos de Antonio Machado:

"Y tú, sin sombra ya, duerme y reposa;
larga paz a tus huesos...
Definitivamente,
duerme un sueño tranquilo y verdadero."

Marzo de 1986.





I

Recuerdos de Julio


Eduardo Ibarra Aguirre*


A Hugo Tulio Meléndez Preciado
y Pedro Reyner Vamos, militantes
reservados del comunismo mexicano.

Mis amigos mexicanos saben que he nacido en Ucrania, en la ciudad de Odesa que es uno de los más grandes puertos de la Unión Soviética.
Nací el 1 de agosto de 1906. Estudié algunos idiomas que más tarde me sirvieron mucho en mi vida.
En los años de la guerra civil, Odesa sufrió mucho durante tres años, hasta 1920 en que se estableció definitivamente el poder soviético.
De 1917 a 1920 el poder en Odesa cambió 23 veces, con muchas dificultades y mucha sangre. Llegaron al poder los llamados verdes, los nacionalistas ucranianos, los guardias blancos —las bandas de cualquier color, menos indudablemente los rojos— y cada vez que estos elementos antisoviéticos y contrarrevolucionarios tomaban el poder había asesinatos en masa y fusilamientos de obreros, claro que en primer lugar de bolcheviques. Esto producía tensión en mi familia.
En 1920 se estableció definitivamente el poder soviético en Odesa. Mi padre, quien era farmacéutico, trabajaba en las organizaciones estatales soviéticas de Odesa, pero no tenía seguridad en la estabilidad del poder soviético. Siempre tenía miedo de que pasaran dos, tres o cinco años y el poder cambiara de manos, pero él seguía colaborando.

A México


A mediados de los años 20 cundía la desocupación en la Unión Soviética y mi padre no pudo obtener trabajo; entonces, como muchos otros soviéticos, decidió salir de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) a buscar trabajo en algún otro país.
Él no estaba en contra del poder de los soviets, pero no creía en su madurez y temía el regreso de los guardias blancos. Temía que yo, atraído por el Komsomol1, pusiera en riesgo la vida de toda la familia.
Esto era lo principal en su decisión de abandonar la URSS.
Entre otros países, los soviéticos escogíamos mejor a México, porque era el único país del Hemisferio Occidental que tenía relaciones diplomáticas con la Unión Soviética.
Así fue como mi familia llegó a México afortunadamente, para mí, a principios de 1925.
Llegamos por Veracruz a la capital de la República. No conocíamos a nadie. Mi padre, como farmacéutico, se ligó pronto con algunas firmas quimicofarmacéuticas que en su mayor parte eran alemanas polacas. Mi padre hablaba un poco de alemán los polacos hablaban el ruso y entonces se entendían muy bien. Y así trabajó como agente de una compañía farmacéutica.
Mi aprendizaje del español comenzó en el tren en que viajamos de Veracruz al Distrito Federal.
Al poco tiempo encontré trabajo en una pequeña fábrica química, que más bien era un taller con unos 10 ó 12 obreros, donde producíamos tinta. Trabajábamos 12 horas al día y los domingos descansábamos.
Dos meses más tarde un joven amigo soviético me invitó a trabajar en la línea camionera que cubría la ruta Zócalo-Peralvillo, como cobrador y ayudante de chofer. Así que todo el día gritaba "Zócalo-Peralvillo". Este trabajo me gustó porque estaba ligado con el automóvil y para mí, que tenía
18 años, era muy interesante ya que era expresión de la última técnica que existía; además el chofer me trataba bien.

La embajada. Pestkovski y el club

Un día de mayo o junio de 1925 fui a la embajada soviética, sin que mi padre lo supiera, para registrarme como ciudadano soviético en México; no era obligatorio pero consideraba mi deber visitar la representación de mi país. Me recibieron muy bien y me pidieron realizar una idea del embajador soviético, que era el camarada Pestkovski, y del primer secretario de la embajada, el compañero Haikis: que participara en la organización del Club de Ciudadanos Soviéticos en México.
En aquel entonces había en el Distrito Federal centenares de jóvenes soviéticos que también habían emigrado a México por no encontrar trabajo en su país, y en México era muy fácil conseguirlo. La embajada quería agruparlos por medio del club para que no se desligaran de su patria. La tarea del club era una sola: trabajo cultural. El club se abrió el 31 de agosto de 1925; recuerdo bien la fecha porque ese día mi padre me corrió de la casa.
Debo decir, con toda franqueza, que mi padre me advirtió que si participaba en la organización del club y quedaba en su dirección, visitaría cualquier lugar menos su casa. El tenía miedo de que a través del club llegara al Partido Comunista, y como México es un país capitalista, por ser comunista me perseguirían, lo mismo que a mi familia, mas no porque él estuviera en contra del Partido Comunista Mexicano (PCM).
Además mi padre recordaba que cuando yo tenía apenas 14 años, en 1920, me eligieron presidente del club de los escolares, uno de los primeros que se formaron en Odesa después de la instauración del poder soviético, y entonces él sufría por mi actividad social. Al llegar a México temía por mi seguridad, porque me conocía mejor que yo mismo y presentía que ingresaría al PCM; y no se equivocó.
Muy pronto, después de nuestra llegada a México, me echó de la casa y rompió relaciones conmigo, cuando supo que yo organicé el Club de los Ciudadanos Soviéticos en México y fui electo su dirigente. Él comprendió que con esto yo, inevitablemente, me acercaría al PCM, aunque en aquel entonces ni él ni yo sabíamos de su existencia. Nuestro distanciamiento duró tres años.
Dejé el trabajo de la línea Zócalo-Peralvillo y empecé a traducir del ruso al español para la embajada soviética y me ganaba algunos pesos.
Después de organizar el club, que jugó un papel muy importante en el trabajo cultural entre los jóvenes, el 7 de noviembre de 1925, por primera vez la embajada soviética en México realizó una celebración solemne con motivo del VIII aniversario de la revolución de octubre. Fui invitado a esa reunión como secretario del club. Entre los invitados estaban el presidente Plutarco Elías Calles, muchos ministros, senadores, diputados y dirigentes de distintas organizaciones sindicales y políticas, personalidades de la cultura.

Encuentro con los comunistas

En esa reunión, alguien cuyo nombre no recuerdo pero que era trabajador de la embajada, me presentó a algunos de los invitados, entre ellos, a Rafael Carrillo, secretario nacional del PCM; y a Xavier Guerrero, del Comité Central (CC). Rafael era muy joven, dos años más grande que yo; tenía ya dos años como secretario nacional del PCM. Xavier era simpático, un verdadero mexicano, mestizo. Para mí no era tan importante la impresión que me formara de ellos, sino que había encontrado a los dirigentes del PCM. Conversé con ellos y me invitaron a que los visitara en sus oficinas. Debo decir que ya entonces hablaba bastante bien el español.
Días más tarde visité las oficinas del PCM. Era un despacho en el cuarto piso de un edificio para oficinas, sin ningún anuncio. La oficina consistía en una mesa, una máquina de escribir, dos sillas y algunos libros. Platicamos y como ya no estaba ligado a mi familia, pues vivía en el mismo club que habíamos organizado, y al no tener con quien enfrentarme por mi participación social o política, decidí en ese primer encuentro trabajar para el PCM y no permanecer en el Distrito Federal sino irme al interior del país.
Les pedí que me informaran cuál estado de la República era necesario trabajar para el partido, donde no hubiera ningún militante, ningún distribuidor de El Machete. Y pidieron que me fuera a Puebla.
Yo no sabía si Puebla era una ciudad grande o un pueblo. Después me di cuenta que era una ciudad grande con más de 100 mil habitantes y muchas fábricas textiles, que era lo que más me atraía. Se trataba de un centro industrial muy importante en aquel entonces. En el estado, me di cuenta al llegar, había muchos campesinos y muchos indígenas.
En fin, en noviembre llegué a Puebla. Yo quería ingresar al PCM, lo que hice en 1926, después de ayudar a formar alguna organización del partido, es decir, después de realizar actividad partidista y comprobar mis capacidades en estas cuestiones.

El Grupo Cultural Proletario

A Puebla no llegué por la carretera actual sino por un camino que hacía rodeos a través de la sierra; el viaje duraba cuatro horas.
Inmediatamente me puse a buscar trabajo, después de instalarme en una casita de un solo cuarto. Conocí a un muchacho que hablaba ruso y parecía lituano, tenía una pequeña tienda y me aconsejó ligarme con un comerciante polaco dueño de una casa de tejidos, que vendía ropa a crédito y necesitaba ayudantes. Para mí era el trabajo ideal porque podría viajar por todo el estado. Mi salario era según lo que vendiera, desde luego que tenía poco tiempo para trabajar porque de inmediato me integré a la actividad social y política.
Me relacioné muy pronto, a los siete días, con los dirigentes de la Federación Sindical Poblana, adherida a la Confederación Regional Obrera Mexicana, que era relativamente progresista, mucho más progresista que la dirección nacional, y además no eran moronistas. Me recibieron muy bien y me ligué, a través de ellos, con otros sindicatos.
A fines de diciembre de 1925 o principios de enero de 1926 ya tenía un grupo de amigos textiles, ferrocarrileros y panaderos; anarcosindicalistas y reformistas. Los obreros tenían una ideología mixta, reformismo mezclado con anarcosindicalismo; los más combativos eran los panaderos.
Comprendí que no era posible hablar del Partido Comunista. Sin hablar de la misión encomendada por el PCM, los convencí de formar un grupo en donde de ninguna manera se llamaría comunista a la organización.
Inicialmente formamos el Grupo Cultural Proletario de Puebla, un nombre que satisfacía a todos e imponía respeto a los anarcosindicalistas. Nos reuníamos semanalmente en casas de cada uno de los integrantes. Poco a poco empecé a hablarles de la Unión Soviética, del tipo de poder establecido en Rusia a partir del 7 de noviembre de 1917. Ellos no sabían que yo era soviético ni siquiera conocían mi condición de extranjero.
Mi nivel político era bastante bajo y mis conocimientos de la teoría marxista muy escasos, pero en comparación con los obreros de aquellos tiempos, mi nivel político era alto.
A petición mía, un tiempo después, el Comité Central comenzó a enviar El Machetepor correo; comenzamos a analizarlo colectivamente. Fue cuando comprendí, en la práctica, lo que era la prensa comunista; porque casi no teníamos folletos, obras de Marx, de Lenin y de Engels.
El Machete se convirtió para nosotros en un instrumento necesario para el trabajo político y social. Con el tiempo me hice corresponsal obrero aunque escribía muy poco debido al poco tiempo disponible.

La fundación y los fundadores

A principios de agosto de 1926 el Grupo Cultural Proletario ya estaba preparado ideológicamente para ingresar al Partido Comunista. Realizamos una reunión donde participaron 21 compañeros, incluyéndome a mí; formamos la Local Comunista de Puebla y me eligieron secretario general.
Desde antes de llegar a Puebla yo me llamaba Julio Ramírez2.
A mediados de septiembre fui a la capital para entrevistarme con los dirigentes del PCM y entregar la petición de ingreso a sus filas; las oficinas ya estaban en Mesones 54, 2° piso. En aquel entonces el partido no tenía credenciales para sus afiliados. Éramos 21 comunistas de Puebla. Debo recordar un escrito de Amoldo3 en el que señala que en 1925 el PCM tenía 191 miembros organizados en 10 ciudades de toda la República, así que una Local Comunista de 21 compañeros era bastante grande y fuerte.
De manera que ingresamos al PCM cuando ya habíamos formado una de sus organizaciones y en mi caso siendo secretario general de la Local Comunista de Puebla.
El número de miembros creció rápidamente. Un par de meses más tarde ya contábamos con 100 militantes.
El Comité Local de Puebla lo integraban cinco compañeros, incluyéndome a mí: Herminia Spíndola, quien realizaba el trabajo de formación de las células territoriales: el compañero ferrocarrilero Velazco (o Velázquez, encargado de la actividad ferroviaria) y dos compañeros más cuyos nombres no recuerdo.
Quiero destacar, entre los fundadores del PCM en Puebla, a Valentín Cuayahuil, quien más tarde formó parte del Comité Estatal, al principio de los años cincuenta encabezó al PCM en Tlaxcala y con quien tuve el gusto de encontrarme en diciembre de 1979. Tampoco debo dejar de mencionar a la compañera Concepción de la Rosa, quien ahora4 tiene 81 años, y su compañero Agapito López, obrero textil, asesinado por ser comunista en 1945; al compañero Rodolfo Villareido, ferrocarrilero, quien desde los primeros años desarrolló trabajo del partido entre los ferroviarios; Rodolfo Díaz, ferrocarrilero, asesinado en los años treinta. Claro, lamentablemente ya no recuerdo a todos los compañeros sin cuya valiosa contribución no se podría explicar el rápido crecimiento del Partido Comunista en Puebla.
Vale mencionar que con Herminia Spíndola y Conchita de la Rosa salíamos con mucha frecuencia a las aldeas campesinas y, a veces, después de tres visitas, organizábamos el PCM. Así fue como iba creciendo el partido. Claro que un gran papel jugó El Machete, que no tanto lo vendíamos como lo pegábamos en los barrios obreros, en todos los locales sindicales, en las casas. Y como el partido existía legalmente, nuestros compañeros participaban en las reuniones de los sindicatos y abiertamente se hablaba del Partido Comunista, de su política y de su organización.
Formada la Local Comunista de Puebla comenzamos, a fines de septiembre o principios de octubre de 1926, el trabajo comunista en el campo. Junto con la compañera Herminia Spíndola, realizábamos el trabajo en las poblaciones agrícolas más cercanas a la ciudad de Puebla, porque no teníamos ningún vehículo de transporte. Además no existían, naturalmente, carreteras como las de ahora.
Una vez establecidas las relaciones en el campo y formadas las primeras células, los campesinos mismos ayudaban a transportamos a las poblaciones más alejadas, prestándonos el vehículo ultramoderno5 de aquel tiempo: el burro.
Enseguida algunos campesinos comunistas participaron en el trabajo de penetración y organización del partido en las poblaciones agrarias. Gracias a su ayuda y a la activa labor de la compañera Herminia pudimos crear organizaciones comunistas (células territoriales) no solamente en el estado de Puebla sino también en algunas poblaciones de Tlaxcala.
Formamos células en Catepec, Tlapala, Tonanzintla, Acozautla, Cuautlancingo y otras poblaciones de Puebla.
Todo esto lo hacíamos, claro está, sin abandonar el trabajo en las fábricas textiles, en los talleres ferroviarios, en el sindicato de panaderos y otros.

El Comité Estatal

Teníamos organización del partido en Atlixco y Cholula, donde existían locales comunistas. En Atlixco existían principalmente células en las fábricas textiles. Las primeras que organizamos fueron en las fábricas Metepec y San Agustín; otras se formaron más tarde, además existía una célula territorial. En Cholula teníamos células territoriales, de las de empresa no me recuerdo. Nos extendimos también a Tlaxcala, la capital del estado, y Santa Ana.
El Comité Estatal del PCM en Puebla lo organizamos a fines de 1926 en una reunión en la que participaron dos representantes de Atlixco y los secretarios de las células campesinas del estado. Formalmente no realizamos una conferencia estatal, aunque de hecho sí lo fue; además no teníamos una sede para realizar una conferencia con una mayor participación de delegados.

Y el regional

Además fue electa la Comisión de Control del Comité Estatal (y posteriormente del Comité Regional), encabezada por el compañero Wenceslao Spíndola, zapatero, marido de Herminia. Me eligieron secretario general del Comité Estatal y posteriormente del Comité Regional.
En abril o mayo de 1927 se formó el Comité Regional de Puebla-Tlaxcala del PCM, integrado por nueve camaradas. El Comité Estatal lo integraban siete compañeros.
Participamos en diferentes luchas campesinas por la tierra, que era una tarea peligrosa, pues los terratenientes y la policía a su servicio perseguían a los campesinos que tomaban por la fuerza la tierra. No siempre estuvimos a la cabeza de esas luchas, muchas surgían instantáneamente y entonces tomábamos medidas para encauzar esos movimientos hacia demandas económicas y políticas.
Debido a todo este trabajo, para 1927 ya contábamos en la región de Puebla y Tlaxcala con 500 miembros del Partido Comunista. Si tomamos en cuenta que en agosto de 1926 contábamos con 21 compañeros, y un año más tarde teníamos 500 militantes ya se pueden imaginar qué gran trabajo y actividad habíamos realizado.
Hay que decir que los promotores de este desarrollo de la actividad, organización e influencia social y política del PCM, era un grupo de compañeros muy abnegados, todos tenían familia; no teníamos ningún profesional. Yo era profesional a medias pues tenía que trabajar para sostenerme y pagar un cuarto que rentaba. Spíndola era ama de casa pero se entregó plenamente a la militancia comunista y era muy reconocida en las filas del PCM. Conchita de la Rosa, quien ingresó un poco más tarde, y su compañero, Agapito López, fundador del PCM. realizaron también un trabajo muy fuerte.
Debo decir que bastante arrepentido estoy ahora que empiezo a recordar la historia del PCM, probablemente fue resultado de mi juventud, de la falta de experiencia, pero no de sectarismo: no había ningún intelectual en la organización del PCM en Puebla y Tlaxcala, exclusivamente obreros, campesinos y algunos empleados. No teníamos ningún maestro. Probablemente esto era resultado del desprecio que teníamos a este trabajo y resultado también de otra cosa: teníamos entre mis conocidos a unos licenciados y profesores que eran muy religiosos, anticomunistas y antisoviéticos: veían a los obreros como gente de la clase baja. Pero no eran amigos de Estados Unidos, sino patriotas y nacionalistas. Y llegué a la conclusión equivocada de que no había que trabajar entre los intelectuales. Pensaba que así eran todos los intelectuales mexicanos. Cuando trabajé en el Comité Central del PCM me di cuenta que no era verdad. Allí conocí a intelectuales que fueron mis amigos, como Xavier Guerrero, David Alfaro Siqueiros, Rafael Ramos Pedrueza, entre otros. Ahora comprendo que debí realizar trabajo entre ellos en Puebla y Tlaxcala.
Las reuniones del Comité Regional no se realizaban con regularidad, ni siempre con todos sus miembros. Se efectuaban en distintas casas de los integrantes del comité que residían en la ciudad de Puebla, sobre todo en la casa de Herminia. En aquellas casas no había lugar más que para unos nueve compañeros. La falta de una sede era una de nuestras mayores dificultades tanto en Puebla, como también en Atlixco. En cambio las células casi no tenían estas dificultades, se reunían cada vez que era necesario en las casas de los militantes.

Por Sacco y Vanzetti

Uno de los movimientos de mayor relieve que se realizó en Puebla en 1927, en los meses de julio y agosto, fue la campaña por la libertad de Nicolás Sacco y Bartolomeo Vanzetti. Es allí cuando conocemos a Julio Antonio Mella que venía a Puebla a activar el movimiento pro Sacco y Vanzetti. Mella participó en reuniones del partido y de la Federación de Sindicatos de Puebla, cuya dirección era bastante progresista a pesar de pertenecer a la CROM.
En esta campaña, una de las más grandes hazañas que hemos organizado y que ha quedado grabada en mi memoria, participaron también el sindicato de ferroviarios y otros; las ligas campesinas de Tlaxcala y de Puebla.
El 23 de agosto de 1927, cuando el imperialismo yanqui asesinó brutalmente a Sacco y Vanzetti, todos comprendimos el hecho y nos irritamos. Todos juntos, sindicalizados o no, cromistas y comunistas, ferroviarios y panaderos, obreros y campesinos realizarnos la manifestación más grande y mejor organizada que se haya efectuado en todo el país con este motivo: 10 mil manifestantes marchamos por las calles de Puebla. Era una cosa formidable. Tuvo repercusiones en todo México.
Durante la manifestación las esposas de los obreros distribuyeron insignias de papel con el rostro de Sandino, hechas en Nicaragua6, y recolectaron dinero para ayudar a Sandino; otras compañeras recolectaron dinero para enviarlo al Socorro Rojo Internacional, cuya tarea era ayudar a los presos políticos.
En esta manifestación donde, digamos, la fuerza motriz eran los comunistas, por primera vez, en la entonces breve historia de PCM formamos grupos de autodefensa que estaban distribuidos estratégicamente para prevenir una agresión.
Y la agresión casi se presenta cuando estábamos pasando enfrente del consulado de Estados Unidos y nos paramos para realizar un mitin. Vino un grupo de soldados con un teniente al frente. Me dirigí a ellos explicándoles el porqué de la manifestación, entonces el teniente y su tropa dejaron abierto el paso a la manifestación y se concentraron en un callejón cercano.
El intento de agresión se debió a que un grupo de anarcosindicalistas, bastante irritados, aventaban piedras a las ventanas del consulado. El grupo de autodefensa del PCM no permitió que continuaran esos actos, y aunque los soldados se dieron cuenta de esos hechos no hicieron nada por impedirlos.
La manifestación terminó con un mitin, en el que hablaron muchos oradores —incluido un dirigente local del PCM que no se presentó como tal—, en la casa de los sindicatos.
Dos días más tarde me detuvo la policía de Puebla y pasé tres días en la cárcel. Como hablaba bien el español y les dije que era de una población del estado no me identificaron y fui puesto en libertad.
Todo esto fue posible porque el sentimiento antimperialista, especialmente el antiyanqui, de los trabajadores mexicanos era muy profundo y el PCM lo desarrollaba bien en todo el país y particularmente la organización de Puebla-Tlaxcala.
Como se sabe, en la segunda mitad de los años veinte se funda la Liga Antimperialista de las Américas y también la de México. La verdad es que tanto una como otra fueron fundadas por el PCM, con la participación muy activa de Julio Antonio Mella, Gustavo Machado, Salvador la Plaza, Nicolás Terreros, Esteban Pavletich y Jacobo Hurwits.
En Puebla también existía una sección de la liga que sin grandes dificultades realizaba acciones de frente único antimperialista con las organizaciones sindicales y campesinas.
El Partido Comunista seguía creciendo en Puebla y Tlaxcala. Este crecimiento se debía al trabajo de las células del partido que en su mayoría estaban integradas por obreros que participaban en la producción, como también a las células territoriales. Esta era nuestra particularidad.
La organización regional del PCM tuvo una destacada participación en la gran huelga ferrocarrilera de fines de 1926 y principios de 1927, organizada por la Unión Mexicana de Mecánicos. Como resultado directo de nuestro trabajo, 150 ferrocarrileros solicitaron su ingreso al Partido Comunista y, violando los estatutos, decidimos aceptarlos en grupo.
Así fue mi actuación en Puebla y Tlaxcala, la cual termina en abril de 1928.
No tuve motivo alguno de tipo personal para salir de Puebla. Al contrario, estaba muy entusiasmado con el trabajo que realizaba y tenía planes para su mejor desarrollo aún.

La V Conferencia

Sucedió lo que menos esperaba yo: en la V Conferencia Nacional del PCM, celebrada del 2 al 7 de abril de 1928, en la que presenté un informe sobre el trabajo de la organización regional, fui electo miembro del Comité Central y secretario de organización del mismo.
La delegación de Puebla-Tlaxcala era la más numerosa y la integrábamos los compañeros: Herminia Spíndola, Agapito López, Rodolfo Villareido, otros compañeros que no recuerdo ahora y yo.
La V Conferencia Nacional escuchó con gran atención aquella parte de mi informe que se refería a la organización celular del PCM en Puebla y Tlaxcala. Llamó mucho la atención la organización y el funcionamiento de las células del partido en las empresas porque tales organismos casi no existían en otros comités locales y regionales cuya organización de base se apegaba casi exclusivamente en las células territoriales. Y no es casual que la conferencia insistiera en que todas las organizaciones del partido adoptaran la experiencia del Comité Regional del PCM en Puebla-Tlaxcala, en lo que se refiere a la creación y el funcionamiento de las células de empresa.
En la Secretaría General del Comité Regional del PCM en Puebla-Tlaxcala me sustituyó Herminia Spíndola, y aún estando en el Comité Central yo seguía visitando de vez en cuando a la organización de Puebla o ellos venían al Distrito Federal a consultarme sobre sus problemas. Pero desde abril de 1928 me desligué completamente del trabajo de esa región; se puede decir que ésta es una primera etapa de mi estancia en México.
Tal fue la única causa de mi salida de Puebla y mi traslado al Distrito Federal. Pero los primeros dos años de mi vida revolucionaria que pasé en Puebla y Tlaxcala se quedaron grabados en mi corazón y en mi memoria para siempre. Ahora, en mis setenta y siete años de vida, la memoria ya me falla en los detalles, se me olvidaron algunas fechas, muchos nombres, etcétera, pero lo fundamental —la creación y el trabajo de la organización del PCM en Puebla y Tlaxcala y la gran amistad y camaradería que me unía a los obreros y campesinos poblanos y tlaxcaltecos— es imposible olvidarlo.
Como conclusión quiero subrayar que yo educaba y me educaba dentro de mis posibilidades y de mis conocimientos de aquel entonces, pero lo principal era que los obreros y campesinos, con los que tuve una ligazón muy estrecha, me educaron a mí. Durante toda mi vida he recordado siempre la educación que recibí de las masas obreras y campesinas de México, en particular de los estados de Puebla y Tlaxcala. Los mexicanos me quisieron tanto como yo quiero a los obreros mexicanos, he conocido el espíritu revolucionario y antimperialista de las masas trabajadoras mexicanas.

En la secretaría de organización

Para junio de 1928 el PCM contaba con 1,500 miembros, en su mayoría eran obreros de la construcción, tranviarios, panaderos y ferrocarrileros de Puebla, Veracruz, Tampico, Monterrey, Jalisco y el Distrito Federal. En segundo lugar había campesinos de Puebla, Tlaxcala, Veracruz, Coahuila, Chihuahua y Yucatán. Y, en tercer lugar, estaban los intelectuales que predominaban en el Distrito Federal.
En el Comité Central propiamente dicho trabajaban los siguientes compañeros: secretario nacional, Rafael Carrillo; secretario de organización, Julio Ramírez; director de El Machete, Rosendo Gómez Lorenzo7; secretario de finanzas, Salvador de la Plaza (venezolano, quien al regresar posteriormente a su país se pasó al Partido Socialista); secretario de agitación y propaganda, Julio Antonio Mella; secretario de trabajo entre los campesinos, Ursulo Galván, pero la verdad es que casi no trabajaba en el Comité Central del PCM, sino más bien en la dirección de la Liga Nacional Campesina.
También realizaban actividad en el CC: Xavier Guerrero, siendo algún tiempo secretario del trabajo entre los campesinos; Diego Rivera sin un puesto determinado; David Alfaro Siqueiros y, más tarde, Valentín Campa, quien se ocupaban del trabajo sindical. Durante un tiempo, en aquellos años, Siqueiros desempeñaba el cargo de secretario general del PCM en Jalisco, con su residencia en Guadalajara.
Ayudaban en nuestro trabajo otros compañeros como Gustavo Machado, venezolano que más tarde dirigiera al Partido Comunista de Venezuela y quien hasta su fallecimiento fue presidente de dicho partido; Carlos Contreras (Vittorio Vidali) y Tina Modotti, encabezando la Sección Mexicana del Socorro Rojo Internacional; el peruano Jacobo Hurwitz, quien en los últimos años de su vida encabezó el Comité de la Paz de Perú. Siempre nos ayudaba el camarada suizo, fundador del PCM, Edgar Woog (Alfredo Stirner).
En la Federación Juvenil Comunista de México (FJCM) realizaban trabajo de dirección Jorge Fernández Anaya, Luz Ardizana, Dionisio Encina y otros compañeros.

El VI Congreso de la IC


La V Conferencia Nacional del PCM designó nuevamente a Julio Antonio Mella como secretario de agitación y propaganda, pero sería un error pensar que sólo se dedicaba a eso; se conoce su gran actividad de periodista, colaboraba muy activamente en El Machete, y en otras tareas de dirección y apoyo al movimiento revolucionario y del Partido Comunista de Cuba. Otro trabajador formidable de la prensa comunista era Rosendo Gómez Lorenzo.
Un par de meses después, Julio Antonio sustituye durante tres meses a Rafael Carrillo en la Secretaría Nacional del PCM, para que Rafael y Manuel Díaz Ramírez asistieran como delegados al VI Congreso de la Internacional Comunista (IC), en Moscú.
La delegación mexicana llevaba un informe al Congreso de la IC donde, entre otras cosas, se reseñaba la membresía del PCM: 1,500 militantes. En América Latina militaban en los partidos comunistas 7,500 compañeros, lo que significaba que el 20 por ciento de todos los comunistas latinoamericanos eran de México.
Además el PCM tenía una fuerte influencia en varias organizaciones sociales como la Liga Nacional Campesina. Por estas y otras razones el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista (CEIC) resolvió que nuestro partido tuviera un representante permanente en su sede de Moscú. Durante dos años Manuel Díaz Ramírez desempeñó esa función, él y su compañera Cuca vivían aquí, en Moscú, en la Calle Gorki, donde se encuentra ahora el hotel Central, esa casa era del CEIC en aquel tiempo.
Entre paréntesis, cuando fui expulsado de México, en enero de 1930, me trasladé a Moscú sobre todo por la insistencia de Manuel Díaz Ramírez, pues ya no quería seguir fuera de México. Él insistió ante el Comité Ejecutivo de la IC para que yo lo sustituyera. Yo pensaba que me enviarían a algún país de habla hispana pero llegó la orden a Berlín, donde me encontraba después de la expulsión de México, para que me trasladara a Moscú.

Contribución mexicana


El primer Partido Comunista de Cuba (PCC) fue formado con la participación del PCM, cuyo representante (Enrique Flores Magón) llegó a La Habana algunos meses antes de la celebración del Congreso Constituyente8. En aquel entonces el PCM era bastante pequeño, contaba con cerca de 200 miembros apenas, pero su influencia en el país y su prestigio en América Latina ya eran grandes. Es por esto que los comunistas cubanos acudieron al PCM para que los ayudara en la formación del PCC.
Lo mismo sucedió algunos años más tarde con la formación de algunos partidos comunistas de América Central, particularmente de El Salvador y Guatemala. Para mediados de 1929, antes de que fuera metido en la ilegalidad, elPCM contaba con 3 mil miembros. No es de extrañarse, pues, que nuestro partido fuera uno de los que contaba con mayor prestigio en el continente, sobre todo por su influencia entre las masas, por la dirección que ejercía entre grandes organizaciones obreras y campesinas, así como por la dirección que desempeñaba en las luchas de los trabajadores de la ciudad y el campo. Por todo esto los comunistas centroamericanos se dirigían al PCM en busca de ayuda para la formación de sus partidos. Es así que con la ayuda del PCM, personalmente de Jorge Fernández Anaya (enviado del PCM, miembro del Comité Ejecutivo de la Internacional Juvenil Comunista y del Buró del Caribe de la misma) se formaron los partidos de Guatemala y El Salvador9.

Un suizo en México


A fines de 1918 o principios de 1919 llegó a México un compañero suizo, Alfredo Stirner, quien ingresó al Partido Socialista que existía entonces en México. Ya estaba trabajando de empleado cuando participó en el Congreso del Partido Socialista, realizado de agosto a septiembre10, donde se tomó la decisión de celebrar en el mes de noviembre (del 24 al 29) de 1919 un congreso del partido, donde se decidiera la adhesión a la III Internacional, es decir, se convertía en partido comunista.
Stirner era un gran comunista y amigo del PCM. Vivió diez años en México. Participó en la fundación de la FJCM y muy activamente en las tareas del partido. Estaba bastante bien preparado en historia y en ese sentido ayudaba mucho al Comité Central. El no se sentía extranjero, hablaba perfectamente el español. Como delegado del PCM participó en el IV Congreso de la IC donde fue electo miembro del Comité Ejecutivo de la IC, y en el V Congreso fue nombrado miembro de la Comisión Internacional de Control de la IC.
Alfredo se fue a fines de 1929, trabajó en Moscú, salió y regresó nuevamente. Vuelve a su país, es arrestado y pasa prisión durante año y medio. Fue secretario general en 1952 del Partido Suizo del Trabajo. Lo vi el 30 de diciembre de 1972 en el cincuentenario de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. En esa reunión solemne participó también Arnoldo Martínez Verdugo en representación del PCM. El verdadero nombre de Stirner era Edgar Woog y estuvo conmigo por última vez el 3 de enero de 1973, en esta casa; regresó a Suiza y murió en el mes de mayo de 1975.
Lo conocimos en México como un vegetariano. En ese sentido era muy amigo de Rosendo Gómez Lorenzo y hacían todo lo posible por convertirme en un vegetariano, pero no lo lograron.
Los dos me atacaban tratando de que me convirtiera en vegetariano. Y al fin y al cabo decidí probar y fuimos a un restaurante vegetariano en el centro del DF. De sabor estaba bien la comida pero soporté un día, dos días y el tercero ya no, pero no quería ofender a Stirner e iba con él a comer; después nos despedíamos y yo me iba a un restaurante de chinos donde completaba mis comidas. Por cierto, había muchos restaurantes chinos, y también iba Rosendo aunque él no comía carne pero yo sí.
Al cabo de un mes Stirner me descubrió, pero no se enojó conmigo.

Socorro Rojo Internacional

El SRI se fundó a mediados de los años 20 o inclusive antes por iniciativa de los alemanes y principalmente de Clara Zetkin, la famosa luchadora alemana, junto con la bolchevique Elena Stasovak, quien después de la revolución de octubre era una de las más cercanas colaboradoras de Lenin, fue también secretaria del partido bolchevique y más tarde fundó y encabezó el SRI.
El trabajo del Socorro Rojo Internacional consistía en ayudar a los presos políticos perseguidos en los países capitalistas, no todos eran comunistas y muchos eran progresistas que simpatizaban con movimientos comunistas y hasta anarquistas.
El SRI tenía secciones en todo el mundo y dos burós, uno del Caribe y otro de América del Sur. El Buró del Caribe estaba dirigido por el compañero italiano Vittorio Vidali, que en México figuraba con el nombre de Sorventi. Es el mismo que durante la Guerra Civil Española fue comisario del famoso V Regimiento, y allí se llamaba Carlos Contreras.
La Sección Mexicana del SRI era dirigida de hecho por Tina Modotti, aunque formalmente la encabezaba Vittorio Vidali11. Tina fue expulsada de México en enero de 1930 y se dirigió a Moscú. Desde 1931 hasta 1934 trabajó en el Comité Ejecutivo del Socorro Rojo Internacional junto con la compañera Stasovak, quien la quería bastante. Entonces tuve la oportunidad de encontrarme de nuevo con Tina Modotti.
En aquellos años no había ciudad de la Unión Soviética donde no existiera una sección del Socorro Rojo.

Reencuentro familiar

A fines de agosto o principios de septiembre de 1928, el Club de Ciudadanos Soviéticos celebraba sus tres años de existencia y Julio Antonio Mella, quien desempeñaba en aquel entonces las funciones de secretario nacional provisional (Rafael Carrillo estaba en Moscú, en el VI Congreso de la IC) me encargó ir a la fiesta de aniversario del club y felicitar a los soviéticos allí presentes en nombre del CC del PCM.
Así lo hice, pero al entrar me quedé asombrado: en el salón del club, en la primera fila estaba sentado mi papá. Fue tan grande mi asombro que me quedé de una pieza. Papá se sonrió y algunos compañeros de la embajada que sabían de nuestras relaciones en la familia soltaron una carcajada tremenda. Fueron ellos los que invitaron a mi papá a asistir a esa reunión, solamente porque estaban seguros de mi asistencia también. Desde entonces las relaciones entre mi papá y yo se normalizaron12.

Sandino y el Mafuenic


La solidaridad del PCM con Sandino y los revolucionarios nicaragüenses tuvo una importancia muy grande.
Realizamos una campaña de propaganda muy amplia alrededor de los fines que se planteaban los antimperialistas de Nicaragua dirigidos por Sandino. Hicimos reuniones y mítines en todo el país, que tuvieron no solamente carácter solidario sino que significaban una lucha antimperialista contra la invasión yanqui a Nicaragua. Pero la solidaridad mexicana no era sólo política y moral sino sobre todo material, financiera e inclusive militar. Algunos compañeros se incorporaron a las filas del ejército sandinista.
Uno de los que encabezaba el Comité Manos Fuera de Nicaragua (Mafuenic) era Gustavo Machado, quien estaba ligado personalmente a Sandino y era quien le llevaba la ayuda de toda clase que se recaudaba en México.
Desgraciadamente, más tarde, cuando Sandino tuvo la necesidad de terminar su lucha —engañado por los norteamericanos y sus lacayos nicaragüenses—, lo calificaron injustamente de traidor los partidos comunistas de América Latina y el PCM inclusive, como también la Internacional Comunista. Sandino fue, indudablemente, un luchador honrado.
Además, hay que agregar que la campaña pro Sandino y su movimiento, en México aumentó grandemente el prestigio del PCM.

Inteligente, guapa y modesta

Tina era una compañera muy inteligente, guapa y modesta que quería mucho a Julio Antonio. Se ayudaban uno al otro. Algo que recuerdo es cuando una vez nos reunimos en casa de Tina con Julio, asistió un compañero peruano exiliado que trabajaba con nosotros y que se entregó plenamente al trabajo del PCM: era Jacobo Hurwits. Hace siete u ocho años supe que él murió en Perú siendo presidente del Comité Nacional de la Paz.
No era una reunión especial. También estuvo Luz Ardizana, activista de la Federación Juvenil Comunista. Fue una reunión donde intercambiamos nuestras opiniones e impresiones sobre el partido, el Socorro Rojo, la Liga Antimperialista de las Américas, etcétera.
Julio habló mucho sobre su viaje a la Unión Soviética y de los escritores rusos clásicos: Tolstoi, Máximo Gorki, y de sus obras que estaban traducidas al inglés. Julio Antonio abordó, entonces, un tema importante: el alma del hombre ruso. Ese tipo de reuniones eran muy raras pues no teníamos tiempo para reunimos de esa manera.
Por ejemplo, con Rosendo Gómez Lorenzo alquilábamos juntos un cuarto porque nuestros ingresos eran muy reducidos. Vivimos más de un año juntos, alquilamos un departamento de dos cuartos. Uno estaba ocupado por Rafael, su compañera y su hijo, y el otro cuarto ocupado por Rosendo y por mí. Con Rosendo trabajaba hasta pasadas las dos de la madrugada y nos levantábamos a las cuatro o cinco de la mañana para seguir trabajando. Yo trabajaba respondiendo cartas de distintos lugares del país y a través de esas cartas era como podíamos organizar al partido, pues aunque viajábamos era poco ya que no teníamos muchos recursos.
Tina era muy activa, responsable y trabajó mucho en la Sección Mexicana del Socorro Rojo Internacional.
Ayudó mucho a Julio Antonio en su trabajo de la Liga Antimperialista, en el Comité Manos Fuera de Nicaragua y otras organizaciones. A ella también le toca la ilegalidad, la persecución de comunistas, especialmente en el Distrito Federal. Cuando se realizó el asalto a la imprenta de El Machete muchos compañeros fueron apresados sin enjuiciamientos, Tina se desplegó más en el trabajo del Socorro Rojo para llevar comida y otras cosas a los presos.

Los dos Julios

Desde noviembre de 1925 empecé a saber de Mella cuando inició la huelga de hambre de 19 días, en la prisión de La Habana, por su liberación. Lo conocí en 1927, cuando me lo presentó Rosendo Gómez Lorenzo, en las oficinas del partido, de Mesones 54 en la ciudad de México13.
Empezamos a trabajar juntos después de la V Conferencia Nacional del PCM, efectuada a principios de abril de 1928, porque ya me había quedado a trabajar en el Comité Central como secretario de organización.
Julio Antonio era, entonces, secretario de agitación y propaganda del Comité Central electo por el V Congreso.
En junio de 1928 salió Rafael Carrillo (secretario nacional del PCM) a Moscú para participar en el VI Congreso de la Internacional Comunista. Mella fue designado secretario nacional provisional y yo me ocupé de la secretaría de agitación y propaganda.
En la segunda mitad de julio de 1928 Mella salió al sur de México con la idea de organizar lo que 29 años después haría Fidel. Alquilar un barco y con un grupo de emigrados desembarcar en Cuba para iniciar la lucha armada por el derrocamiento de la dictadura de Machado14.
Ignoro por qué no pudo realizar su plan. Pero esto habla no sólo de la formidable capacidad de trabajo que como organizador tenía Julio Antonio, que a la vez que iniciaba los preparativos para un desembarco impulsaba la organización del Movimiento Unitario de Estudiantes, como líder estudiantil que era y simultáneamente dirigía al PCM, sino sobre todo que México y Cuba, el PC de Cuba y el PC de México, eran sus patrias, sus grandes tareas y que a ellos entregaba toda su inteligencia y energías cuando tenía 25 años.
Mella era un camarada de mucha iniciativa, enérgico y muy amigable con todos; alto y robusto, parecía un atleta.
Nos juntábamos a conversar en la casa de Tina Modotti, su compañera, en Abraham González número 19, Luz Ardizana, de la Federación Juvenil Comunista de México: Jacobo Hurwits, de nacionalidad peruana y secretario del Buró del Caribe del Socorro Rojo Internacional; Rosendo Gómez Lorenzo y algunos cubanos.
Julio Antonio platicaba mucho de la Unión Soviética, estaba muy entusiasmado con lo que vio en 1927, cuando después del Congreso Mundial Antimperialista de Bruselas se trasladó a Moscú, donde permaneció dos meses. Y ello pese a que en la URSS había grandes problemas sociales como el desempleo, pero él veía más adelante, vio a la Unión Soviética en desarrollo.
Se hablaba sobre todo de Cuba y México, de sus partidos comunistas; de pintura y cine; del arte de Diego Rivera y Siqueiros; de Italia nos platicaba Tina.
Julio Antonio era un agitador y organizador formidable. Encendía a la masa sin ser un hablador, se ocupaba de las cosas serias pero en una forma popular y eso le gustaba a la gente.
A mi juicio él es uno de los marxistas más brillantes que ha dado América Latina, por eso los tiros de los esbirros de Machado dieron en el corazón de toda América Latina.
A fines de 1928 se difundió el rumor de que habían llegado a la capital esbirros de Machado para asesinar a Mella. Tanto Rafael Carrillo como yo hablamos para pedirle que se cuidara, a Tina y a los comunistas cubanos les dijimos que no lo dejaran salir solo por las noches, pues acostumbraba asistir a muchas reuniones del PCM, la ANERC (Asociación de Nuevos Emigrados Revolucionarios Cubanos), la Liga Antimperialista, el Movimiento Unitario de Estudiantes y la Facultad de Jurisprudencia, donde gozaba de un enorme prestigio.

"Muero por la revolución"

La noche del 10 de enero estuve trabajando con Gómez Lorenzo sobre El Machete y preparando la correspondencia para las locales, en nuestra casa. Mella colaboraba regularmente no sólo con artículos y ensayos sino también en la formación del periódico; como ayudaba a Jorge Fernández Anaya en la Federación Juvenil Comunista. A las 12 llegó alguien, no recuerdo quién, y nos dijo que hirieron a Julio.
Fuimos corriendo al hospital de la Cruz Roja. Allí, en el patio, estaban Tina y muchos camaradas. Pero la operación para sacarle las dos balas que le dispararon en la calle de Abraham González no sirvió para salvarle la vida.
Al día siguiente la noticia era del conocimiento general. Mella se había convertido en un hombre de leyenda desde su huelga de hambre en Cuba. Y sus palabras o el grito que lanzó cuando fue herido "Muero por la revolución" se hicieron legendarias en México y el mundo.
Velamos el cadáver en la sede del partido. La primera guardia la hicieron Rafael Carrillo, Hernán Laborde, Diego Rivera y otros dirigentes; después siguió la ANERC y muchas organizaciones más.
Mientras tanto, la noche del mismo día 11, hicimos una manifestación que partió de la sede de la Liga Antimperialista, Isabel la Católica 89, hasta el consulado cubano, que estaba en la avenida Juárez, frente al hotel Regis. Cuando llegamos estaba acordonado por la policía. Los 600 manifestantes logramos desbaratar el cordón policiaco, pero luego llegaron los bomberos que por primera vez intervenían en una acción represiva. Empezaron a lanzarnos chorros de agua y no hubo más remedio que dispersarse.
Recuerdo que yo estaba con Stirner en la concentración. Por un momento lo perdí de vista y sentí que alguien me jalaba de la chamarra; empecé a tirar golpes pero al voltear me di cuenta que era él, que intentaba protegerme y retirarme del alcance de los bomberos.
Regresamos a Mesones 54 y allí pasamos toda la noche llenos de coraje y dolor.
Tres mil manifestantes partimos al día siguiente desde las oficinas del partido hasta el panteón de Dolores; Rafael Carrillo habló desde el balcón. Nos detuvimos en el Zócalo y Ursulo Galván pronunció un discurso. Después paramos en la Facultad de Jurisprudencia para realizar otro mitin y, finalmente, en Abraham González, donde se cometió el asesinato, habló Hernán Laborde. Fueron cuatro mítines muy combativos.
Las palabras de despedida las pronunció Rafael Carrillo en el Panteón de Dolores.
En 1933 Juan Marinello y un grupo de comunistas mexicanos sacaron clandestinamente de México las cenizas de Mella a La Habana. La policía cubana estaba enterada y los esperaba en el puerto, pero Marinello, que hablaba perfectamente inglés, se las entregó a una turista norteamericana en el barco y ella accedió a meterlas al país.
El Partido Socialista Popular guardó las cenizas de Mella durante todo el periodo de la ilegalidad y hoy descansan en el Memorial Mella, construido en La Habana, como homenaje de su partido y su clase, de todo el pueblo cubano, que hace 20 años convirtieron en realidad el más grande sueño de Julio Antonio: ver libre a Cuba.

Un comienzo muy triste

Una de las tareas más difíciles para el partido fue la campaña electoral de 1929 para elegir presidente de la República.
Era un año de grandes éxitos para el partido pero también de grandes pérdidas.
Su comienzo fue muy triste tanto para nuestro partido como para todo el movimiento comunista y las fuerzas progresistas de América Latina. El 10 de enero fue vilmente asesinado por los esbirros del títere yanqui en Cuba, Gerardo Machado, el gran luchador antimperialista latinoamericano, organizador del Partido Comunista de Cuba y miembro del Comité Central del Partido Comunista Mexicano, el compañero Julio Antonio Mella.
El asesinato de Mella no quebró las filas del PCM sino al contrario las reforzó aún más. Los trabajadores del país respondieron al crimen cometido contra el movimiento comunista agrupando sus fuerzas alrededor del partido, la vanguardia revolucionaria de la clase obrera y defensor consecuente de los intereses de todos los pobres y oprimidos. En muchos lugares del país, en los centros industriales como también en el campo, se organizaban células y centenares de obreros y campesinos reforzaban las filas del PCM.
Una muestra del crecimiento significativo de la influencia del partido entre las masas trabajadoras fue la Asamblea Nacional de Unificación Obrera y Campesina, celebrada del 26 al 30 de enero de 1929, que funda la Confederación Sindical Unitaria de México (CSUM) y en la que participaron centenares de delegados en representación de muchas organizaciones, entre las cuales figuraban el Comité de Defensa Proletaria y algunos sindicatos nacionales independientes.

El pleno de julio y la IC


Lo fundamental del Pleno del Comité Central de julio de 1929 es que nos fue impuesta una línea falsa, confusa y sectaria, como consecuencia, indudablemente, de la línea sectaria del VI Congreso de la IC. Es indudable, también, que admitimos esa línea porque nosotros mismos éramos sectarios, y por lo tanto, no se debe criticar solamente a la IC por esa línea sino también hacernos la autocrítica por haberla aceptado.
La falsedad, confusión y sectarismo de tal línea están en su formulación: la etapa próxima de la revolución (¡y esto se decía en 1929!) es socialista en las ciudades y democrático-burguesa en el campo. La mayoría de los miembros del Comité Central aceptaron esa línea, en contra estuvo, dicho francamente, sólo Stirner. No sé precisamente cuál fue la posición de Rafael Carrillo pero, según entiendo, estaba en favor de aquella linea15; lo mismo sé de Laborde. Solamente estuve presente en algunas sesiones del pleno porque simultáneamente se realizaba una sesión extraordinaria del Comité Central de la Federación Juvenil Comunista, para tratar sobre la formación de una fracción trotskista en la FJC encabezada por Rosalío Blackwell, y yo tuve que asistir a esa reunión por ser el representante del CC del partido ante el CC de la federación.
Las repercusiones del pleno de julio de 1929 terminaron, de hecho, en 1934, cuando se celebró en Moscú la III Conferencia de los Partidos Comunistas de América Latina, cuya línea antecedió en gran parte a la política formulada por el VII Congreso de la Internacional Comunista. Esta línea política rompía con el sectarismo del VI Congreso de la IC, aunque todavía después del VII Congreso de la IC los partidos comunistas de América Latina, como algunos de otros continentes, cometían a veces errores muy graves de carácter sectario. Puedo decir aún más: pasado un año o año y medio de la realización del pleno de julio, nadie en la IC tomaba en serio aquella línea confusa que habíamos adoptado en el PCM.

Las elecciones de 1929

El Partido Comunista Mexicano, la Liga Nacional Campesina, la Federación Juvenil Comunista de México, la Sección Mexicana del Socorro Rojo Internacional y otras organizaciones formaron el Bloque Obrero y Campesino Nacional(BOCN). En la convención realizada del 22 al 24 de enero se tomó el acuerdo unánime de participar en las elecciones presidenciales que debían celebrarse en noviembre del mismo año. Para ello se postula como candidato a la Presidencia de la República al general zapatista Pedro V. Rodríguez Triana, que no era militante del PCM, pero sí era bien conocido entre los obreros y campesinos como un elemento revolucionario, honrado y participante activo de la lucha de los trabajadores.
Hay que subrayar desde luego que la celebración de la convención y la organización del Bloque Obrero y Campesino fue un gran triunfo del partido, porque abría la posibilidad de un trabajo activo entre amplias masas de trabajadores de la ciudad y del campo para movilizarlas a la lucha revolucionaria.
Precisamente es la lucha revolucionaria de las masas proletarias la que resuelve los problemas del movimiento obrero en los países capitalistas, decía Lenin, advirtiendo a los comunistas a que no sobreestimen las formas parlamentarias de lucha. Pero, a la vez, Lenin subrayaba la necesidad de la participación de los comunistas en el Parlamento, por cuanto ésta es una arena de lucha en la que participan todas las clases y donde se revelan todos los intereses y conflictos de clase.
La tribuna parlamentaria, según Lenin, tiene también una gran significación para la formación de la conciencia de las capas pequeñoburguesas más amplias. Y es por eso que la participación en las elecciones y en la lucha desde la tribuna parlamentaria es obligatoria para un partido revolucionario del proletariado, con el fin de educar a las capas atrasadas de su clase, de despertar e instruir a las masas campesinas poco desarrolladas, aturdidas e ignorantes en muchos casos.
Aunque las elecciones de 1929 no eran parlamentarias sino presidenciales, todo lo dicho por Lenin era aplicable también a esos comicios y a la actividad del PCM en ellos.
El trabajo desplegado por el PCM y el BOC fue grande y fructuoso. En muchos estados del país se crearon organizaciones locales del PC y la campaña del candidato a la Presidencia de la República, Pedro V. Rodríguez Triana, se ampliaba más y más por el país. Era tan intenso el trabajo desarrollado por el partido a través del BOC y otras organizaciones, tanto creció la influencia del PCM entre las capas pobres de la ciudad y del campo, que el gobierno del país, espantado por todo esto y encabezado entonces por el presidente provisional Emilio Portes Gil, representante auténtico de las clases reaccionarias de México y apoyado por el imperialismo norteamericano, desplegó una represión tremenda contra el Partido Comunista, represión nunca antes vista en México contra los comunistas.
De hecho el partido fue sometido a la semilegalidad, primero, y poco más tarde, aproximadamente desde los meses de agosto o septiembre de 1929, al acercarse las elecciones, en la ilegalidad completa. Con Pascual Ortiz Rubio como presidente de la República, muchos de los activistas del PCM, de los sindicatos revolucionarios y del Bloque Obrero y Campesino fueron encarcelados, y algunos deportados a las Islas Marías16.
En marzo fue asesinado José Guadalupe Rodríguez, miembro del Comité Central del partido, vicepresidente del bloque, un gran dirigente campesino.

Diego Rivera y la fracción

En esas condiciones, de por sí difíciles para el PCM, dentro de él y de la FJCM surgieron grupos trotskistas que calumniaban al partido y querían aprovechar la difícil situación creada por el gobierno para sus fines propios, escisionistas, anticomunistas y antisoviéticos. En la dirección de la FJCM, encabezaba a los trotskistas un joven gringo, miembro de Partido Comunista de Estados Unidos (PCEU), un tal Blackwell; y en el partido, el famoso pintor mexicano Diego Rivera. Mas los activistas del PCM y de la FJCM dieron un golpe tan tremendo a los trotskistas, los desenmascararon tan hábilmente que, siendo echados fuera de las filas del partido y de la federación, no pudieron ganar ni siquiera las más pequeñísimas masas. Pero se comprende que la lucha contra ellos aumentó más las dificultades del partido.
No tenían plataforma política definida, simplemente estaban demostrando su adhesión a Trotski y su antisovietismo. Era un grupito pequeñísimo. Al ser expulsado de la FCJM este grupito y sus tres partidarios en el PCM, no ganaron ni siquiera un medio centenar de partidarios en todo el país. Hubieran fracasado por completo sin la ayuda de Diego Rivera que les proporcionaba finanzas.

Expulsión post mortem

Pero creo que levantar hoy el problema de la exclusión de Diego Rivera de las filas del PCM, 20 años después de su muerte, es un grave error. Creo también que el XII Congreso del partido17, al aceptar a Diego en el PCM después de su autocrítica, actuó correctamente. Estoy completamente de acuerdo con las apreciaciones y conclusiones publicadas al respecto por Amoldo Martínez Verdugo en Oposición18.
Diego ha sido un artista de renombre mundial y el hecho de que casi al final de su vida regresara al partido, reconociendo completamente sus errores, es un acto a favor del PCM y su militancia comunista. Es una gloria del movimiento comunista internacional el que en sus filas militaran Pablo Neruda y Rafael Alberti, Nicolás Guillén y Henri Barbusse, Jorge Amado y Oscar Nimeyer, John Reed y Albert Ris Williams, David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera, como muchos otros pintores, poetas, escritores y arquitectos de gran fama mundial.
Cierto es que algunos de estos hombres no siempre son comunistas consecuentes, es muy propio de la bohemia. Pero ¿acaso los comunistas consecuentes no cometen a veces errores? Cualquiera puede cometer errores, lo importante es reconocer esos errores, corregirlos y no repetirlos más.

¿Delación?

A fines de agosto o principios de septiembre de 1929, en el número 2 de un periodiquito mimeografiado de los trotskistas apareció la noticia de que Julio Ramírez no era Julio Ramírez sino fulano de tal, de procedencia soviética y que abastecía al PCM con el oro de Moscú. Provocación hasta policiaca, ciertamente. Diego Rivera tiene responsabilidad, indudablemente, en este asunto, pero hasta qué grado, es difícil decirlo. Lo cierto es que él financiaba ese periodiquito. Conocía bien a Julio Ramírez, a veces platicábamos algunas palabras en ruso. Pero decir afirmativamente que era precisamente Diego el autor de aquella noticia no es posible, porque también Blackwell, miembro del Secretariado del Comité Central de la FCJM y expulsado precisamente en julio de 1929, podía ser el autor. Más aún: Julio Ramírez, como representante del CC del PCM ante el CC de la FJCM, insistió en su expulsión y por esto él estaba en mi contra. De cualquier modo, en el caso de la delación sobre Julio Ramírez ante las autoridades mexicanas y, como resultado de esto, su deportación de México, Diego Rivera tiene por lo menos una culpa indirecta.
No creo que Diego Rivera tuviera algo que ver con el asesinato de José Guadalupe Rodríguez en 1929, cuando éste fue su primer ayudante en las labores del Bloque Obrero y Campesino. Tampoco creo que se pueda culpar a Diego del asalto de la policía a la imprenta de El Machete. De lo contrario habría que admitir que Diego fue un agente provocador de la policía en las filas del PCM, lo que no corresponde a la verdad. No lo ha sido. Toda su vida fue un bohemio con los errores e inconsecuencias propias de la bohemia, hasta en su mismo arte.

La campaña del BOCN

Venciendo todas estas dificultades, el PCM prosiguió su trabajo general, y particularmente el trabajo electoral. Miembros del Comité Central del partido y sus activistas partían a distintas localidades del país donde organizaban mítines electorales en favor del candidato del Bloque Obrero y Campesino Nacional y explicaban su programa electoral. Algunas veces viajábamos sin nuestro candidato. Por ejemplo, en ciertas poblaciones campesinas de Puebla donde existían células del PCM y me conocían bien.
En otros casos viajábamos con Triana. Recuerdo especialmente nuestro viaje a Guadalajara, donde en aquel entonces era secretario general del PCM en Jalisco, David Alfaro Siqueiros. Bajo su dirección se organizó un gran mitin en el local de los sindicatos, al que asistieron varios centenares de obreros que hicieron un llamado a todos los trabajadores de Jalisco para votar por el candidato del BOC.
Con nuestra participación se realizaron mítines también en varias poblaciones mineras del estado, donde Siqueiros gozaba de gran influencia personal como fundador y exdirigente de la Federación de Sindicatos Mineros.
Claro está que al fin y al cabo no eran muchas las ciudades y poblaciones visitadas por nosotros durante la campaña electoral, porque nuestras posibilidades pecuniarias eran muy limitadas, lo que no se puede decir del candidato oficial de la gran burguesía y de los terratenientes, Pascual Ortiz Rubio, ni del otro candidato liberal de la burguesía, el licenciado José Vasconcelos, exministro de Educación Pública en el gobierno de Obregón.
También está claro que mientras estos candidatos celebraban libremente distintas reuniones electorales, disponiendo a la vez de todos los medios de propaganda, nosotros teníamos que realizar los mítines relámpagos antes de que la policía se diera cuenta de nuestra actividad y ni siquiera disponíamos de nuestro Machete, ilegalizado ya entonces.

Alquimia pionera

El día de las elecciones la mayoría de las casillas fueron ocupadas por partidarios armados del candidato oficial o por policías disfrazados de civiles, que creaban toda clase de obstáculos a los trabajadores que iban a votar por el candidato presidencial del Bloque Obrero y Campesino.
Después de las elecciones recibimos en el Comité Central del PCM y en el Comité Ejecutivo del BOC muchas cartas en las que se describían los ultrajes cometidos por la policía y los esbirros del candidato oficial contra la gente que votaba por Triana. Las cartas denunciaban también hechos como la destrucción a la hora de contar los votos de las boletas electorales sufragadas en favor de Triana.
Mas a pesar de la clandestinidad del partido, sus recursos insuficientes, la represión policiaca, la campaña de calumnias desplegada por los trotskistas y los elementos gubernamentales contra el movimiento comunista, a pesar de todo esto el Bloque Obrero y Campesino, dirigido por el Partido Comunista, obtuvo un gran triunfo en las elecciones, lo que tuvo que reconocer inclusive la prensa burguesa.
Según los cálculos de la prensa, el candidato del BOCN recibió aproximadamente de 130 a 150 mil votos. ¡Esto sí que ha sido un triunfo! Y lo reconoció también el gobierno de Portes Gil, pero lo reconoció a su manera: reforzando aún más la represión contra el Partido Comunista, expulsando del país y deportando a las Islas Marías a decenas de comunistas, llenando las cárceles con activistas del partido. Pero los resultados de todo esto han sido, son y serán siempre los mismos: el reforzamiento del espíritu combativo de los comunistas, la ampliación de la influencia del Partido Comunista entre las masas y el aumento de su prestigio como defensor consecuente de los intereses de la clase obrera y de las capas pobres de la ciudad y del campo, de todos los explotados y oprimidos.

Laborde sustituye a Carrillo


Rafael Carrillo presentó su renuncia al cargo de secretario nacional del cc, motivándola por su estado de salud. Esto no sucedió en el pleno de julio de 1929, sino más tarde, en septiembre u octubre del mismo año19.
En aquel entonces yo estaba fuera del Distrito Federal, con el candidato presidencial del Bloque Obrero y Campesino Nacional, Pedro V. Rodríguez Triana. Al regresar al DF supe que en la reunión del Comité Central había sido aceptada la renuncia de Carrillo, y Hernán Laborde fue electo secretario general. Según me dijeron, Rafael salió enseguida con su mujer y su hijo a Cuba; si es cierto o no, no lo sé.
Algunos piensan que Carrillo renunció al cargo de secretario nacional del CC por no estar de acuerdo con la línea adoptada en el pleno de julio. No lo creo, porque él abandonó las filas del PCM hasta 1942. Es decir, hasta aquel entonces estaba de acuerdo con la línea del partido.

En la clandestinidad

Era la primera vez que el PCM entraba en la clandestinidad. A pesar de que todo indicaba que ésta se acercaba, de hecho ninguna medida se había tomado. Nos educamos a trabajar en la clandestinidad en el proceso mismo de la ilegalidad. Nadie de nosotros sabía lo que se debía de hacer. Más aún: al principio se cometieron errores imperdonables, de subestimación de la gravedad de la situación. Y si no fue arrestada la mayoría de los dirigentes del CC y de los comités estatales y locales no fue porque hubiéramos tomado las medidas necesarias, sino porque la policía en aquel entonces era tan ingenua en lo que se refiere a la lucha contra los comunistas, como los comunistas en lo que se refiere al trabajo en condiciones de la clandestinidad.
Sin embargo sí habíamos hecho algo. Y es ante todo en lo que se refiere al dinero en efectivo del partido y a las direcciones para la correspondencia con algunos partidos comunistas de Europa y el de Estados Unidos. Todo esto lo guardé en un lugar20 que era conocido solamente por mí y Hernán Laborde. Debo agregar que ya antes del pleno de julio de 1929, inmediatamente después de la salida de Salvador de la Plaza de México, me encargaron de la secretaría de finanzas del CC, además, se entiende, de la secretaría de organización del mismo. Después de mi deportación de México, Hernán Laborde recibió el dinero y las direcciones que había guardado yo en un lugar seguro y fueron trasladados a otro lugar.
En la ilegalidad, el Comité Central casi no se reunía, me refiero a fines de 1929. Nos reuníamos dos o tres dirigentes del CC para tratar algunos asuntos de carácter operativo y para discutir y acordar las respuestas a las cartas que recibíamos de los comités estatales y locales del PC. La correspondencia con esos comités no se interrumpió, seguía como siempre, pero lo que sí habían cambiado eran los domicilios.
Para el momento de la ilegalidad contábamos con cerca de 3 mil miembros del PCM. No me acuerdo cuántos miembros tenía la FJCM.
Las organizaciones más importantes del PC en el país existían en Puebla, Tlaxcala, Veracruz, Yucatán, Distrito Federal, Jalisco, Monterrey, Chiapas, Coahuila, Chihuahua, Torreón y Tampico. No estoy seguro pero me parece que también tuvimos organizaciones en Oaxaca y Durango.
Muchas de esas organizaciones desaparecieron o en el mejor de los casos se debilitaron considerablemente con la ilegalización del PCM. Y no tanto por el encarcelamiento, que sí tuvo lugar, y de no pocos compañeros, sino sobre todo por el abandono de las filas del partido por muchos de sus miembros, a los que faltó la educación marxista leninista y la suficiente conciencia comunista.
Al pasar a la ilegalidad destruí todos los domicilios. nombres, apellidos y números de teléfono. Todo esto que si no eran miles, por lo menos sí eran centenares de domicilios, nombres, apellidos y números telefónicos los guardé en mi memoria y así estaba seguro de que no caerían en manos de la policía, en el caso de cualquier asalto inesperado al domicilio particular de algún dirigente del Comité Central. Claro está que mi procedimiento también era erróneo, ya que no tomaba en cuenta la posibilidad de mi encarcelamiento, con lo que el CC podía quedarse sin ligazón alguna con las organizaciones del partido en el interior del país. Y casi sucedió así.
La subestimación de la gravedad de la situación en la que caímos se puede ilustrar con un solo ejemplo: el 9 de diciembre estuve en la casa de Hernán Laborde, no se puede decir que era una casa secreta; le traje una carta cifrada que primero descifré y que habíamos recibido del Partido Comunista de Estados Unidos, le advertí que era necesario leerla y después quemarla. En la noche del día 10 llegó un compañero que era como el eslabón entre Hernán Laborde y yo, me dijo que esa noche los federales realizaron aprehensiones de comunistas, entre ellos varios extranjeros; detuvieron entre 15 y 18 militantes, la mayoría obreros. Entonces recordé lo de la carta del PCEU y estaba seguro de que Hernán no haría lo que le había recomendado. Como a las seis de la mañana fui a su casa y como era de esperarse la carta estaba sobre la mesa. Le informé a Hernán sobre los arrestos, le insistí en que quemara la carta en mi presencia. Tenía derecho a hacerlo puesto que yo era el responsable del trabajo clandestino del Comité Central. Me habían nombrado sin saber yo, en honor a la verdad, qué es lo que tenía que hacer.
Hernán quemó, entonces, la carta en mi presencia. ¡Tal era nuestra experiencia de trabajo en condiciones de ilegalidad! Con el tiempo obtuvieron esta experiencia los dirigentes del PCM.
Salí de la casa de Hernán, caminé dos cuadras para tomar el camión y se me acercaron dos oficiales del ejército. Me preguntaron de la manera más atenta si había desayunado, me informaron desde luego que estaba detenido y que podía ir con ellos a desayunar en el próximo café.
Lo que más me preocupaba es que en la bolsa del pantalón llevaba las fotos de dos compañeros y no podía deshacerme de ellas. Desayuné y después me llevaron a la cárcel militar que estaba en la parte derecha del Palacio Nacional. Allí residían las jefaturas y la guarnición de la capital del país. (Tenía muchos deseos en diciembre de 1979, cuando tuve la suerte de volver a visitar México, de ver esa cárcel, pero ya no existía).
Sin revisarme me metieron en una celda pequeña. Entonces opté por comerme las fotos y a los 15 minutos vino un coronel a tomarme declaraciones e interrogarme. Me dio una bofetada para que hiciera memoria, después me pasaron de la celda a un cuarto con ventanas que daban a la calle, enfrente estaba un mercado. Era un cuarto grande, casi lujoso para ser celda. Al lado estaba otro cuarto con teléfono donde siempre había un oficial. Entre los guardias estaba un joven teniente con el que platiqué sobre distintas cosas. Me preguntó por qué me habían encarcelado y ya no tomé ninguna precaución: porque soy comunista, le dije. Le expliqué quiénes son los comunistas y al cuarto día me permitió hablar por teléfono y le llamé primeramente a Tina.
Le pedí a Tina que me llevara comida porque casi no daban alimentos en esa prisión. Era una cárcel adjunta del Estado Mayor de la Guarnición del DF. Estaba ubicada en el ala derecha del Palacio Nacional. Lo que pedí a Tina fue una botella de leche de las que tienen doble tapón. Entre el primer y segundo tapón quedaba un espacio y yo regresaba la botella de leche vacía y entre ambos tapones colocaba un papel muy fino donde escribí los nombres, direcciones y números de teléfonos; Tina entendió muy bien, sin que yo le explicara nada porque además no podía hacerlo, para qué necesitaba las botellas de leche. Y así durante mi estancia en la cárcel mandé toda la información a Laborde.




* Testimonio integrado por el compilador con base en "Respuestas de Julio Gómez al cuestionario formulado por Arnoldo Martínez Verdugo a fines de 1978". en Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista (CEMOS), fondo Julio Gómez, caja 1, expediente 1; "Entrevista con Julio Gómez", Héctor Delgado, Moscú, 1 de marzo de 1983, en CEMOS, fondo Julio Gómez, caja 1, expediente 2; "Entrevista con Julio Gómez", Teresa Gurza y Antonio Franco, Moscú, septiembre de 1983, en CEMOS, fondo Julio Gómez, caja 1, expediente 3. Los subtítulos y las notas a pie de página son del compilador. Las evidentes reiteraciones son para respetar las entrevistas originales.

Acrónimo en ruso de la Unión de Jóvenes Comunistas Leninistas de la Unión Soviética.

2 Al ser expulsado de México en enero de 1930 adopta, hasta su fallecimiento el 23 de enero de 1985, el nombre de Julio Gómez-Rosovski.

3 Arnoldo Martínez Verdugo, Partido Comunista Mexicano / Trayectoria y perspectivas, Fondo de Cultura Popular, México, 1971, p. 27.

4 Primero de marzo de 1983.

5.Todas las palabras entrecomilladas por los autores fueron puestas en cursivas por el compilador.

6 En conversación con el prologuista de esta compilación, Rafael Carrillo precisa que las insignias se hacían en México y que el autor era Xavier Guerrero; 3 de febrero de 1986.

7 "Rafael Carrillo era el director de El Machete y Rosendo Gómez Lorenzo el jefe de redacción, él nos enseñó a redactar a Julio Antonio Mella y a mí"; conversación del compilador con RC.

8 El PCC se funda el 16 de agosto de 1925.

9 En conversación con el compilador, noviembre de 1985, Jorge Fernández Anaya precisa que participó en las tareas de transformación del Partido Comunista Centroamericano en Partido Comunista de Guatemala, en noviembre de 1929.

10 El Congreso Nacional Socialista se efectuó del 25 de agosto al 4 de septiembre de 1919.

11 De acuerdo con el testimonio de Rafael Carrillo, Vittorio Vidali dirigió real y formalmente la Sección Mexicana del SRI, pero con el seudónimo de Carlos Contreras. David Alfaro Siqueiros le consiguió en Guadalajara la documentación con ese nombre.

12 Testimonio tomado de la carta de Julio Gómez a Eduardo Ibarra. Moscú, 10 de noviembre de 1983, en CEMOS, fondo Julio Gómez, caja 1, expediente 7.

13. El testimonio sobre Mella está tomado de la entrevista "En el cincuentenario del asesinato de Julio Antonio Mella.- Patriota latinoamericano, internacionalista muy claro: Julio Ramírez", Eduardo Ibarra, en Oposición, No. 266, 4-10 de enero de 1979. p. 4.

14 "Julio Antonio Mella no consultó a la dirección del Partido Comunista de Cuba y eso motivó un conflicto entre el PCM y el PCC”, entrevista con Rafael Carrillo.

15 "Yo estaba también en contra aunque no en la forma violenta en que lo expresaba Stirner. Estaba en contra de proponer levantamientos generales; por eso salí de la Secretaría General del PCM”, conversación del compilador con Rafael Carrillo.

16 "Las deportaciones fueron por la propaganda que distribuíamos entre el Ejército". Entrevista del compilador con Rafael Carrillo.

17 El congreso se realizó del 20 al 25 de septiembre de 1954.

18 Se refiere a "Diego Rivera y el PCM”, en Oposición No. 215, 17 de diciembre de 1977, p. 4; "El artista revolucionario", en Oposición No. 216, 7 de enero de 1978, p. 5; "Doblar la propia carga", en Oposición No. 217, 14 de enero de 1978, p. 5; "A cada quien lo suyo", en Oposición No. 219, 28 de enero de 1978, p. 5.

19 Todo indica que el Pleno del CC que elige a Hernán Laborde en lugar de Rafael Carrillo se realizó el 2 de diciembre de 1929 pero hasta hoy no es posible documentarlo.

20. Se refiere a la casa de su papá "...en la escalera frente a su habitación había un cuartito pequeño, siempre cerrado, en donde mis familiares guardaban algunas cosas de uso casual... hemos puesto en el cuartito el dinero (eran 4 mil pesos en oro y cifras), inclusive papá dio la llave de ese cuartito a Hernán y hemos acordado que si pasa algo conmigo, Hernán va a recoger todo lo que dejamos allá". Carta de Julio Gómez a Eduardo Ibarra, Moscú, 1 de noviembre de 1983, en CEMOS, fondo Julio Gómez, caja 1, expediente 7.

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