domingo, 9 de octubre de 2011

El Salvador. LRT

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Los miembros del Consejo Superior Universitario de la Universidad Nacional de El Salva­dor, fueron secuestrados la semana pasada mientras sesionaba para discutir sobre la aper­tura, XL reapertura de esa casa de estudios.
El "operativo" de secuestro fue rigurosamente semejante al de otros centenares de casos: elementos vestidos de civil, sin mayor identificación, pero bien armados, irrumpieron en la sesión y condujeron a los dirigentes universitarios con rumbo hasta hoy desconocido.
Ya es larga la cadena de crímenes impunes, cometidos después de secuestros seme­jantes, en El Salvador; hace apenas unos meses, luego de una maniobra parecida, fueron hallados los cadáveres de siete dirigentes del Frente Democrático Revolucionario (FDR).
Por desgracia, no hay confianza ya en el funcionamiento regular de las instancias judiciales de El Salvador. Las bandas fascistas, protegidas y dirigidas desde el Ministerio de Defensa, con el aval del gobierno entero, son las verdaderas expresiones de la "legali­dad" que prevalece en aquel país.
La justa lucha del pueblo salvadoreño, dirigida por el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN), es hoy la expresión más rotunda de la falta de apoyo in­terno del gobierno democristiano. Sólo el respaldo norteamericano y la injerencia de mer­cenarios y de los gobiernos reaccionarios del área, logran sostener en pie a la junta que preside José Napoleón Duarte.
Incapaz de dar una verdadera respuesta a los reclamos populares, la junta solo acierta a secuestrar, torturar y asesinar. Así ocurrió con los dirigentes del FDR. Así ha ocurrido con centenares de patriotas salvadoreños. La solidaridad internacional debe impedir que así suceda con los miembros del Consejo Superior Universitario.
Los universitarios democráticos del continente debemos unir nuestras fuerzas para reclamar enérgicamente la presentación con vida de los compañeros salvadoreños y con­vocar a las fuerzas progresistas para presionar a nuestros gobiernos a que actúen con mayor firmeza para denunciar y suprimir la intervención norteamericana.
¡LIBERTAD A LOS CONSEJEROS UNIVERSITARIOS!
¡FUERA YANQUIS DE EL SALVADOR!
ATENTAMENTE Puebla, Pue., febrero 18 de 1981.
"PENSAR BIEN PARA VIVIR MEJOR"
ING. LUIS RIVERA TERRAZAS rector de la UAP y presidente del Consejo Universitario.

DOCTORADO HONORIS CA USA A LUÍS CORVALAN
20 de funio de 1977.


Sr. Dr. Luis Corvalán Lepe
Honorable Consejo Universitario
Distinguidas personalidades que nos acompañan
Compañeros Universitarios:
Nuestra Universidad Autónoma de Puebla ha llegado con este acto a una etapa de madurez plena- La entrega del título de Doctor Honoris Causa al hermano chileno Luis Corvalán Lepe y lo que es mejor, la aceptación de su parte nos dignifica y viene a dar a esta Institu­ción un alto rango en la escala de valores más profundos del humanismo revolucionario.
Decimos a entera satisfacción que la sola presencia de Luis Corvalán es por sí misma una nota de orgullo para todos los universitarios poblanos y los universitarios del país. Quienes entregamos este reconocimiento al infatigable luchador chileno no somos única­mente los universitarios de esta Institución sino todos aquellos profesores, estudiantes y trabajadores del mundo que han seguido con admiración su largo caminar e incansable batallar en favor de los oprimidos.
Cuando al compañero Corvalán le fue transmitida telefónicamente la noticia de que se le había conferido el premio Lenin de la Paz, seguramente no estaba pensando en un triunfo individual. Pensó en el futuro histórico de la humanidad. Creyó entonces, más que nunca, en la razón de su lucha. Pensó, también en los pobres de su país, en los explotados del mundo, en la seguridad de la derrota no lejana del fascismo en su patria y en el triunfo del socialismo.
Ahora, ante este gesto de los universitarios mexicanos, le pedimos que piense que en todos los rincones del mundo encontrará el brazo hermano de la solidaridad y que en la lucha por la libertad y la democracia somos más que compañeros de lucha del pueblo chileno. Junto con usted y los patriotas de su país, somos actores hermanados en la misma causa: la del futuro luminoso de la nueva sociedad.
En gran parte de América Latina y en muchos otros rincones del mundo, el fascismo enseñorea y ahoga las aspiraciones de los trabajadores y del pueblo. El afán de lucro, ganancia y explotación desmedida del imperialismo, protege, promueve y avala las oligar­quías cuyos métodos militares son más frecuentes. Los militares cortesanos son hoy la prolongación natural de otros oligarcas, que nuestro continente ha sufrido por siglos de manera lacerante, quienes han convertido a nuestra América Latina en una parcela so­metida a sus designios, entregando sin escrúpulos nuestros bienes y lo mejor de nues­tros hombres. El panorama desolador del continente latinoamericano es obra de los impe­rios, en especial del norteamericano, que en siglos pasados y ahora, en el presente, se han querido repartir el mundo. Somos, dice Eduardo Galeano, las venas abiertas, lo hemos si­do. ¿Hasta cuándo dejaremos de serlo? Seremos libres, seremos nosotros mismos, seremos ciudadanos del mundo en el mejor sentido del término, cuando las raíces de un nuevo sis­tema hayan florecido.
En una ocasión no muy lejana, precisamente durante el gobierno de la Unidad Po­pular, tuve la oportunidad de estar en las tierras de Allende y Neruda. Contemplé maravi­llado la experiencia del pueblo chileno, la cual era esperanzadora. Me asombró la disposi­ción de los trabajadores para cambiar el statu quo, mediante una vía no ortodoxa y creí que la transformación que ustedes realizaban hacia la nueva sociedad podría ser la alter­nativa de muchos pueblos oprimidos del mundo, quienes tienen que pagar un alto costo en vidas y en bienes para su auténtica liberación. Pero los enemigos de los cambios verda­deros cancelaron de manera violenta y alevosa esta rica experiencia transformadora. Estos opositores a la inteligencia, quienes están interesados en que las ideas desarrolladas en la conciencia del hombre no devengan en fuerza material, aquellos que se han colocado ma­terialmente por encima de la voluntad popular, actúan condenados por la historia. En este transitorio retroceso lo simplista es buscar culpables; lo valedero, sin embargo, es saber que hay victimarios y víctimas. Los primeros unos cuantos, los segundos, millones que le­vantan su voz en diversas formas para lograr su anhelo: la liberación definitiva. De estos últimos el compañero Corvalán es uno de sus más lúcidos combatientes.
A todos los hombres conscientes del mundo nos causa profundo dolor lo que suce­de en Chile y en muchos otros países de América Latina. Porque el fascismo es la derrota de la razón, el predominio de la barbarie, la larga y negra noche de la historia. En muchas ocasiones la inteligencia ha sido asaltada por la barbarie fascista. Las universidades de Mé­xico y América Latina han sido objeto de estas agresiones siniestras y primitivas. Refirién­dose a ello, Pablo González Casanova con toda justeza sentenció: No hay más camino que ese hermoso camino de una lucha entre la barbarie y la inteligencia del hombref entre la violencia contra la Universidad y la moral de los hombres que trabajan en la Universidad, y que exigen respeto para la Universidad y para lo que ésta significa como centro de forma­ción de la juventud y como centro de cultura, ciencia, crítica, libertad y desmistificación de la sociedad y del país.
Esta Universidad tiene una larga tradición de solidaridad con las más justas causas de los pueblos en sus luchas por las libertades democráticas. Cuando el infausto golpe mi­litar en Chile, las puertas de nuestra Institución se abrieron para muchos asilados políticos. En este sentido los universitarios poblanos recogimos la gran tradición mexicana cuyo mo­mento más notable se inscribió durante los años de la guerra civil española de 1936-39. Entonces México recibió lo mejor de la inteligencia española y se convirtió en el hogar de hombres que vinieron a contribuir de manera importante al desarrollo del pensamiento humanista y cien tí tico en nuestra patria. Así como los españoles, los asilados chilenos, además de sus contribuciones intelectuales, nos han hecho reafirmar profundamente so­bre !o que debe ser vital en el compromiso latinoamericano: que nuestro pasado es común, de algún modo nuestro presente y lo que es más importante, que nuestro futuro tendrá que ser el mismo.
Creemos que la permanencia y ampliación de la solidaridad con la Unidad Popular Chilena es un compromiso irreversible del pueblo mexicano. Asimismo, debemos seguir pugnando por que el aislamiento a la Junta Militar sea mayor para que, en la medida de lo posible, ello contribuya cada vez más a que el pueblo chileno logre su libertad definitiva.
Los pueblos de Latinoamérica se encuentran hoy en tina encrucijada histórica. Pese a los tropiezos, en el camino hacia nuestra identidad, hacia la liberación de nuestras cade­nas, es justo decir que avanzamos, que seguimos dando pasos firmes para lograr nuestro propósito: la independencia definitiva. Al imperialismo le interesa integrar hacia el fascis­mo para reinar. Integrarnos a la manipulación ideológica, política y cultural. Se pretende que nuestras universidades se custodien como piezas arqueológicas. Y los centros de edu­cación superior no pueden, ni deben ser piezas de museo alejadas de la sociedad, por enci­ma de ésta, sin el menor contacto con la realidad.
Este acto revela una congruencia definitoria: al otorgarle la Universidad el títu­lo de Doctor Honoris Causa a Luis Corvalán Lepe, reconoce la lucha de los pueblos y los movimientos sociales, que en forma constante se reflejan en el quehacer universitario.
Luis Coivalán es un mentor del pueblo. Sus enseñanzas son asimiladas por las juven­tudes del mundo, quienes ven en él su ejemplo, al verdadero hombre latinoamericano. Los que afirman que estamos ayunos de ideas universales olvidan que en la América Lati­na de hoy, diariamente el pensamiento humanista se reproduce y enriquece bajo el manto de la conducta renovadora de nuestros latinoamericanos más distinguidos.
No está lejano el día en que los latinoamericanos dejemos de ser diferentes. Nuestra lengua común, nuestra idiosincrasia, nuestra auténtica cultura están separadas debido al sojuzgamiento que actualmente padecemos. Sólo un país ha podido volver a sus raíces, proyectar su visión verdadera y participar a plenitud en el concierto latinoamericano: Cuba. Y nosotros, los demás países de esta gran comunidad, somos dolorosamente dife­rentes, a pesar de ser hermanos en el más amplio sentido. Lo único que compartimos ple­namente, como decía Josué de Castro, son el hambre y las penurias.
Debido a los latinoamericanos víctimas de la persecución política en sus países, es triste aunque aleccionador reconocerlo, somos ahora más conscientes de lo que nos es común a todos. Así, nuestra unidad futura será la confirmación no solo del sueño boliva- riano sino producto esforzado de nuestro proceso histórico latinoamericano.
La Universidad Autónoma de Puebla, todos los sectores que la integramos, estamos viviendo en este momento un hecho histórico. De ello estamos ciertos. Jamás lo olvidare­mos, Pronto usted, compañero Dr. Luis Corvalán, dejará estas tierras de México a las que Neruda homenajeó en su Canto General. Le reafirmamos que nuestra solidaridad, nuestra hermandad, ha sido sellada perennemente. Este hecho quedará registrado como un com­promiso indestructible.
La educación superior en México atraviesa por una fuerte crisis que se manifiesta de mü maneras diferentes pero entre las cuales destacan las siguientes:
—un considerable incremento en la demanda de la juventud mexicana por tener acceso a las universidades;
—una tendencia a restringir los medios económicos adecuados para el desarrollo de las universidades populares;
—una marcada tendencia a favorecer el elitismo mediante la proliferación de univer­sidades particulares sostenidas por la iniciativa privada;
-un intento de desmembrar los centros educativos superiores, manifestado por la tendencia a separar de las universidades la educación media superior; y
—una tendencia no siempre expresamente manifiesta pero no por ello menos efecti­va: impedir el desarrollo democrático de las universidades y a frenar su carácter crítico y popular.
Ante esta crisis de la educación superior, que se acrecienta con el tiempo, nosotros presentamos una alternativa que en síntesis puede quedar enmarcada dentro de lo que hemos dado en llamar una Universidad Democrática Crítica y Popular.
Los rasgos antes mencionados se encuentran ampliamente discutidos, en el programa de reforma universitaria que presenté hace algunas semanas y que fue sometido a la crítica de la comunidad universitaria.
Aquí sólo tocaremos aquellos aspectos que por su importancia merecen especial mención.
Empecemos por describir el término democrático y sus implicaciones en lo que res­pecta al contexto universitario.
Uno de los te más más importantes en la democratización de la vida universitaria es la lucha contra toda forma de autoritarismo, y contra las actitudes paternalistas, que no son sino un aspecto suavizado de lo primero.
Este método, profunda y extensamente ejercido en la mayoría de las universidades mexicanas, debe ser en definitiva abolido, dando entrada a un nuevo método y a una nue­va práctica que permita la libre discusión de los problemas universitarios, que conduzca a que la solución de los mismos sea el resultado de la participación activa y consciente de las bases estudiantiles, magisteriales y de trabajadores, a través de los organismos adecua­dos que la comunidad universitaria implante para el efecto. La práctica nociva del autori­tarismo sólo sirve para que se acrecienten los vicios y las lacras, redundando esto en bene­ficio de aquellos grupos que sólo buscan el provecho personal y ven en la universidad un objeto de lucro.
Por esta razón, durante la pasada actividad electoral en torno a la sucesión rectorial, se estableció un amplio clima democrático donde fundamentalmente se debatió el pro­grama y la comunidad universitaria tuvo por primera vez en la historia de la UAP la opor­tunidad de enfrentar su problemática en forma global y total, y de proponer soluciones adecuadas a la situación por la que atraviesa esta Universidad.
Desde luego queremos subrayar que tal proceso de discusión no ha quedado cerrado. Todo lo contrario, permanece abierto indefinidamente y debe ser considerado como tarea urgente la actualización y la modernización del programa antes mencionado.
Otro aspecto no menos importante de este proceso de democratización universitaria es el que se refiere al desarrollo político interno de la UAP.
Desde luego, declaramos de un modo enérgico que para nosotros no existe el dilema entre lo político y lo académico sino que estamos convencidos de que lo uno implica nece­sariamente lo otro; que sólo a través de la claridad política se puede alcanzar claridad res­pecto de los problemas académicos; que a la etapa de seudoapoliticismo debe sucedería etapa de una militancia política consciente.
Por ejemplo: ¿cómo es posible superar nuestros niveles académicos y adecuarlos a la problemática de nuestro país si no tenemos previamente una posición política que im­plique la integración de la universidad a la vida real y concreta de México y la lucha de nuestro pueblo por la plena soberanía e independencia nacionales?
Por esta razón vemos con simpatía la presencia de diversos grupos, encuadrados den- tro de partidos políticos nacionales, con programas propios y pugnando por extender su influencia a masas cada vez mayores, lo que implicará en el futuro la posibilidad de una militancia partidista de todos los universitarios de acuerdo con su personal punto de vista.
Desde luego, esto implica que la UAP permitirá el libre juego de ideas y estimulará el derecho a la organización de todos los partidos políticos, que no levanten la bandera del fascismo o la ideología del imperialismo, pues nuestro pueblo ha luchado denodadamente en el curso de su historia contra estas fuerzas oscuras del presente y esta Universidad no puede sustraerse a las obligaciones que ha contraído con los mexicanos.
Pero en este contexto es pertinente hacer la siguiente aclaración:
Aunque es bien cierto que nosotros destacamos la importancia de la militancia polí­tica en partidos y declaramos que estimularemos su desarrollo, también es cierto que ningún partido político, incluyendo aquel en el cual yo milito, debe estar por encima de la propia Universidad.
Demandamos la militancia política pero sujeta a las normas universitarias, ya que de otra manera estaríamos violando desde el principio una de las bases programáticas funda­mentales: la democratización interna, lo que a su vez implicaría la violación de la autono­mía universitaria.
En otras palabras, debe quedar plenamente clarificado que la militancia partidista dentro de la UAP debe supeditarse a las reglas y normas de la vida universitaria.
Por tales razones creo que es mi deber declarar ante este H. Consejo Universitario y ante la comunidad universitaria aquí presente, que aunque yo milito en el Partido Comu­nista Mexicano, me considero un rector electo por la universidad y sujeto a las limitaciones que hace un momento expresé de una manera clara y terminante, esto es: la no supedita­ción de los intereses universitarios a los que necesariamente resulten de la militancia en un partido político.
Si ustedes, como lo espero,han estudiado con detenimiento el Programa de Reforma Universitaria, observarán que ni remotamente puede ser considerado como el programa de un partido político determinado, sino que corresponde a la etapa y a las necesidades actuales de la universidad mexicana, ya que fiie estudiado y discutido por universitarios de muy diversas corrientes ideológicas y es reflejo fiel de la problemática educativa de nuetro país.
Otro aspecto implícito en el carácter democrático que se piensa implementar en la UAP, es el de las relaciones entre ésta y las organizaciones populares existentes tanto a nivel es­tatal como nacional, así como con sectores amplios de la población, (obreros, campesinos, pueblo en general).
Desde la década de los años cincuenta esta Universidad se ha caracterizado por su ad­hesión ferviente a las más nobles luchas populares y por su participación activa en la bús­queda de soluciones efectivas a los graves problemas que afectan a las clases populares de nuestro país.
La UAP se ha caracterizado también por el apoyo brindado a las grandes batallas por las libertades democráticas del pueblo mexicano y en contra de aquellos sectores que basan sus privilegios en la explotación sin límite de los trabajadores.
Nuestra Universidad tiene una larga y gloriosa tradición de lucha popular, y es mi más íntima convicción que esta relación se debe fortalecer. Esta Universidad debe coadyu­var a la transformación social que se avecina, ayudando a poner las bases de la nueva so­ciedad. Para ello debe desarrollar su conciencia social acerca de los problemas cardinales que afronta nuestro país, impulsando las fuerzas culturales, científicas y técnicas necesa­rias para una solución democrática de los problemas nacionales. Por esta razón nos opo­nemos con toda energía a las desviaciones que con frecuencia se manifiestan en algunos grupos universitarios en sus relaciones con los problemas de tipo laboral, que a veces dege­neran en verdaderas acciones antisociales que no ayudan al fortalecimiento de las clases populares y si minan la autoridad moral de la universidad.
Tampoco podemos permitir que estos grupos- enmascarados en una fraseología seu- dorevolucionaria cometan actos delictivos tales como el tráfico de drogas, el asalto a co­mercios, el robo de vehículos y la captura de autobuses.
La UAP no puede convertirse en biombo detrás del cual se protejan estas activida­des que no tienen nada de universitarias y tampoco corresponden a los métodos de lucha del pueblo trabajador.
Juntos, autoridades y universitarios en general, debemos estar siempre vigilantes para reprimir cualesquier actividad de esta índole, que pone en peligro la estabilidad de nuestra casa de estudios.
La protección y la ayuda a los trabajadores injustamente despedidos y a los movi­mientos huelguísticos de los obreros, debe ser una tarea universitaria pero de ninguna ma­nera un pretexto para el desarrollo del pandillerismo y para la aplicación de métodos que salgan fuera de las normas y del control de la UAP.
Si exigimos que los grupos políticos se ajusten a las normas propiamente universita­rias, con mayor razón debemos exigir que su comportamiento, dentro y fuera de la UAP, se ciña a los principios que esta comunidad ha establecido y establezca en el futuro res­pecto a las relaciones universidad-pueblo.
Pasando a consideraciones de otra índole podemos decir, sin temor a exagerar, que estos últimos años también se han caracterizado por un considerable incremento en los niveles aca­démicos de todas las escuelas y departamentos que constituyen la médula de la Universidad,
Esta superación, claramente formulada en el informe rendido por el señor rector, químico Sergio Flores Suárez, en el mes de febrero del año en curso, incluye algunos aspec­tos que es necesario subrayar:
En primer lugar, el aumento considerable en el número de maestros de carrera. Una universidad moderna y avanzada debe basar su desarrollo académico en el número y pre­paración de su profesorado de carrera. Desde luego, no podemos vanagloriarnos de haber resuelto el problema en forma completa. Queda aún mucho por hacer.
También es digno de ser mencionado el apreciable incremento en el número de ca­rreras profesionales, pues si en 1972 existían doce, en el momento actual su número es de treinta.
Además, la UAP se ha visto enriquecida con la creación de algunos departamentos necesarios para su funcionamiento coherente.
La adquisición de material de laboratorio y el enriquecimiento de algunas bibliotecas escolares, es otra de las formas en que se ha superado esta institución educativa, junto con la revisión y el mejoramiento constante de los planes y programas de estudios, que tienden a impugnar la vieja filosofía educacional, carente por completo de sentido social y propi­ciados de la concepción mercantilista de las profesiones universitarias.
También aquí sentimos las deficiencias y lo limitado de estos logros, por lo cual debe ser una preocupación constante de la Universidad el incrementar año con ano el acervo de equipos y bibliotecas, para satisfacer nuestras metas académicas.
Uno de los problemas a los que quiero dar en esta ocasión preferente tratamiento es el que se refiere a la investigación científica.
Durante toda su vida independiente, nuestro país ha sido un mero importador de tecnología y un país dependiente en todos los órdenes de la actividad económica. Los avan­ces científico-tecnológicos, incorporados al proceso productivo mexicano, han sido utili­zados en función de los muy particulares intereses del imperialismo y de la gran burguesía mexicana, que se benefician con ello, lo cual ha ejercido una influencia perniciosa, que se manifiesta en el atraso que nuestro país sufre en el campo de la ciencia y la tecnología.
Desde nuestro punto de vista y tal como se ha explicado en el programa presentado, la UAP tiene la misión de desarrollar la investigación científica y tecnológica que ayude a nuestro pueblo a romper la dependencia económica que gravita sobre él.
Con esa finalidad se creó el Instituto de Ciencias de la Universidad Autónoma de Pue­bla, como primer paso a la solución de este problema de vital importancia tanto para el futuro de la Universidad como de nuestro país.
En su oportunidad este H. Consejo Universitario conocerá y aprobará los estatutos y normas que deben regir las actividades del ICUAP.
Reitero a ustedes, una vez más, la recomendación que hice cuando tuve la oportunidad de visitar las escuelas y los departamentos de nuestra Universidad: el estudio crítico del Programa de Reforma Universitaria, en lo que se refiere a la investigación científica.
Como ha sido ampliamente informado a la comunidad universitaria, uno de Jos factores más graves que limita y frena nuestra capacidad de desarrollo es el que se refiere a los sub­sidios gubernamentales, que son la base de nuestra economía.
Nosotros declaramos firmemente nuestra oposición a que el gasto universitario se desplace hacia la economía, de por sí fuertemente quebrantada, de las familias de los estu­diantes, pues de esta manera estaríamos atentando contra uno de los principios de nuestro programa: el de la gratuidad de la enseñanza superior, ya que sólo de esta manera podemos garantizar el carácter popular de la Universidad.
Incrementando adecuadamente los subsidios gubernamentales, tanto estatales como federales, es posible el logro de las metas incorporadas al Programa de Reforma Universi­taria, que es como lo hemos demostrado hasta la saciedad, una meta que rebasa los límites puramente universitarios para incorporarse en las metas más amplias de la vida de nuestro país.
Como dijo en su informe el rector Sergio Flores: El apoyo del Estado a las institu­ciones de enseñanza superior, rebasa los marcos de lo meramente administrativo y se con­vierte en una cuestión de fundamental importancia política y social, en la cual está en fuego un aspecto vital del futuro de la Nación.
Desde luego cabe también insistir en que la tarea de satisfacer las necesidades económicas de la UAP y la elevación académica y administrativa de la misma, no es ni puede ser tarea de un solo hombre y ni siquiera de un grupo de ellos. Tiene que ser una tarea en la que estén comprometidos todos los universitarios, estudiantes, profesores y trabajadores. Si quere­mos transformar realmente a la universidad por las vías de desarrollo democrático, tenemos que convencernos de que la solución de los grandes problemas no puede darse a través de las normas autoritarias que rigieron en el pasado, sino que hay que implementar nuevos métodos y formas que impliquen la participación activa de la comunidad universitaria.
La solución de los problemas de la UAP no debe ser ya un problema del rector en turno y ni siquiera de las autoridades más cercanas a la rectoría; tampoco puede ser una solución de partidos políticos, por las razones antes expuestas.
Respecto a las funciones administrativas, es de gran importancia reconocer que aún existen graves defectos que se manifiestan a través de la corrupción y la burocratización y que, por consiguiente, es necesario extender la Reforma Universitaria a este dominio, mediante la introducción de métodos modernos y eficientes, reglamentando las activida­des y promoviendo junto con el Sindicato de Trabajadores todas aquellas medidas que tiendan a lograr la superación del personal administrativo. Aquí también se hace imperiosa la participación activa de toda la comunidad administrativa.
En los últimos años se ha avanzado bastante en la lucha contra los vicios de la vieja universidad, pero aún no es suficiente. Es necesario erradicar el oportunismo y la compo­nenda de su seno, del seno del sindicato y del seno de la organización estudiantil.
Son las debilidades de las masas universitarias, de su organización y concienciabas que en un momento dado hacen presa a la UAP de desviaciones y retrocesos. La corrup­ción, el pandillerismo, el compadrazgo, todos esos vicios se acabarán sólo si los sindicatos se fortalecen democráticamente y defienden sus intereses ante las autoridades, si los es­tudiantes mantienen su independencia política y orgánica de las mismas autoridades y go­bierno, si las autoridades en la relación con el resto de los universitarios se someten a las disposiciones democráticas. En fin, si se defienden del Estado y de cualquier grupo que atente contra sus principios; así, tal como dice el programa: impulsar decididamente la organización de los estudiantes y trabajadores por sus demandas especificas y por las exi­gencias de la Universidad como Institución, es la base firme para que la UAP juegue su función de democracia y progreso.
Ha llegado la hora de poner fin a esta intervención en la que, obviamente, han que­dado sin mencionar muchos aspectos importantes de la actividad de la UAP.
Réstame sólo hacer referencia a la importancia de la obra realizada por el rector sa­liente, químico Sergio Flores Suárez. Como se dijo al principio, los tres años de su gestión se caracterizaron por el clima de violencia ex tema que fue impuesto a esta universidad y que la colocaron en inminente peligro de ser destruida.
Pero gracias al valor y la firmeza del rector Sergio Flores, apoyado en los universitarios más conscientes, se hizo posible no sólo evitar el desastre y derrotar a los tradicionales ene­migos de la UAP, sino imprimir el impulso inicial en el terreno de lo académico y lo adminis­trativo, que hará posible el futuro desarrollo y la superación integral de esta Univesidad,
La Universidad Autónoma de Puebla, creo yo, tiene una deuda de gratitud con el químico Sergio Flores.


Muchas gracias


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