jueves, 27 de enero de 2011

Rafael Moreno Valle

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Síntesis
Montero Ponce, récord Guinness 
Alejandro Manjarrez
26 de enero de 2011
Ubíquese el lector en la Puebla de hace cuarenta años. 
Fungía como gobernador el doctor y general Rafael Moreno Valle. 
La ciudad capital acababa de entrar en los anales urbanos gracias a que Aarón Merino Fernández, gobernador anterior y sustituto de Antonio Nava Castillo, tuvo la osadía de alterar el censo al ordenar que se pusiera en la entrada un letrero informativo para los turistas: “Bienvenido a Puebla. Un millón de habitantes”. 
La Volkswagen acababa de instalarse. 
En San Andrés Cholula estaba a punto de concluirse la construcción del nuevo campus que un año después, en 1970, albergaría a la Universidad de las Américas. 
Debido al proceso de industrialización, el gobierno del estado había instruido al Congreso local para que se decretara la ampliación de los límites de la capital integrándole varias juntas auxiliares: en una de ellas, en San Miguel Canoa, el pueblo azuzado por el párroco, linchó a tres de los cinco estudiantes excursionistas de la UAP que pasaban por ahí para escalar la Malinche. 
Melquiades Morales Flores era diputado local y a sus 27 años de edad ya había sido tocado por la mano de la diosa fortuna. 
Rafael Cañedo Benítez enfrentaba la venganza de su socio estadunidense en la compra-venta de los terrenos de la Ex-Hacienda de Santa Catarina Mártir donde se asentó la UDLA, pleito que produjo el secuestro de la hija de Rafa. 
Bueno, en este ambiente en el cual la noticia podía aparecer en cualquier parte y a cualquier hora, Enrique Montero Ponce se acercó al empresario de la radio Roberto Cañedo –padre por cierto de Rafael– para solicitarle el programa de noticias cuya emisión abarcaría los siete días de la semana. La sorpresa combinada con el escepticismo del concesionario, obligó a Montero Ponce a formular la pregunta que hoy forma parte de los antecedentes de su récord Guinness: 

“¿Acaso hay un día sin noticia?” 
Y no lo ha habido en los cuarenta años que cumplió el periodista y comunicador, cuya visión y tozudez le permitieron lograr el récord que reconoce su presencia diaria e ininterrumpida frente al micrófono, que es el primero de la historia de la radio, noticia donde él resultó ser protagonista. 
En el espacio hertziano de Puebla, la voz de Montero Ponce se hizo familiar, necesaria como complemento de la vida pública, política, social, económica y deportiva. 
Su bagaje y consistencia periodística traspasó las barreras del tiempo. 
Para los poblanos fue, es y seguirá siendo un referente obligado, ya sea a través de sus escritos y columnas (y ahora de su libro), o bien aportando su criterio que, dadas sus vivencias, cultura, visión y experiencia, suele orientar a los hombres y mujeres en pleno ejercicio del poder político. Los que pifian es porque no lo escucharon… o no lo leyeron. Mariano Piña Olaya fue uno de esos, quizás el único de los gobernadores que le alzó pelo porque Montero simpatizó e impulsó al talentoso Ángel Aceves Saucedo, entonces aspirante y por ende rival de Piña. 
En fin, ¿qué no ha visto don Enrique? 
En esas cuatro décadas todo lo que ha sido noticia pasó por su escritorio y se difundió en las madrugadas de su esquina radiofónica. Claro que ha dicho las verdades que incomodan; sin embargo, nunca valiéndose de los adjetivos que ofenden o hacen mofa de los políticos, sea éstos o no sus detractores. De ahí que lo respeten e incluso lo admiren. Y por ello su poder de convocatoria en cada uno de los aniversarios que antecedieron al del viernes pasado, donde fue nombrado récord Guinness y él presentó su primer libro. 
Mencioné a Melquiades Morales Flores porque, igual que a don Enrique, la diosa fortuna lo puso en el tiempo y el espacio para protagonizar eventos y circunstancias que deberían formar parte del libro de records Guinness. Vea usted: 
Melquiades fue parte medular de las primeras noticias que difundió el radio comunicador homenajeado y reconocido ahora internacionalmente. También porque ha sido el único diputado electo por Ley que en una legislatura aceptó la renuncia y tomó la protesta de tres gobernadores: Rafael Moreno Valle, Gonzalo Bautista O’Farril y Carlos I. Betancourt. Agregue el lector que fue el propio Morales Flores quien permitió (se hizo de lado pues) que Mario Marín llegara a sucederlo como gobernador sacrificando a su “delfín”, o sea a Rafael Moreno Valle Rosas, nieto de aquel general que se cayó de la gubernatura, “accidente” que se convirtió en otra de las primicias de Montero Ponce. Para que no falte la anécdota, digamos que chusca, apúntele que el hoy senador “sacrificó” a Mario, hijo de don Enrique, el mejor posicionado en las encuestas de aquella época, nombrando en su lugar como candidato a la alcaldía a quien la perdió por falta de popularidad y oficio político (Carlos Alberto Julián y Nácer). E incluya este pequeño detalle: Rafael Moreno Valle Rosas –nieto del general al que Melquiades Flores le tomó la protesta y aceptó su renuncia– derrotó en las urnas a su hoy compañero senador. 
Y ahí estaban todos en la fiesta, excepto el añoso abuelo de Moreno Valle. 
Felicidades Enrique: que Puebla siga escuchando tu voz y usando tu tribuna para que eleven sus denuncias, demandas y reclamos a quien corresponda. 

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